Mi niño, pequeño rey
Mi pequeño querubín
de rostro moreno,
mi pequeño,
que en tu manos suaves
escondes inocencia
de mundo limpio,
déjame besarte,
besar tu piel dormida.
Mi pequeño querubín
de rostro inquieto,
mi pequeño,
que tu mente ingenua
aún no sabe destruir
la paz del alma,
déjame besarte,
besar tu piel dormida.
***
En ese lugar de la luna donde tú habitas,
en ese lugar donde el día no llora
y la noche te acuna con el parpadeo de mi estrella,
en ese lugar, mi niño,
jugarás un cuento de hadas
con delfines y ballenas,
piratas y corsarios
que nunca más volverá a ocurrir.
He visto a tus ojos volar
con el ruido de un cascabel
y he oído, sin eco en tus labios, papá,
cuando soñabas con miedo una tormenta.
Has robado las piezas de mi ajedrez
y mientras rompías el rey blanco
yo sonreía,
yo sonreía cuando tus zapatos
machacaban el barro
y volteabas el cubo de arena,
cuando, risueño, conducías el caballo de cartón
por las aceras
y mirabas a la gente como rey de un país infantil.
Me has enfadado
con tus pataleos de capricho,
con tus travesuras en el agua.
Me has enfadado, pequeño,
porque no comprendía la luna donde habitas.
Y allá, por la mañana,
cuando despiertas con los ojos encogidos
y retozas en mi cama,
tiras la sábana al suelo
y castigas mis rodillas,
sé que tu luna ha vuelto
y la quieres acercar hasta mi puerta.
Cuando alguna vez, mi niño,
quieras llevarme
a la luna donde habitas,
enséñame tu sonrisa
y tus manitas sucias de barro,
que yo jugaré a ser tu vasallo
en ese mundo de hadas y gigantes.
Yo seré tu guardián,
tú serás mi señor,
y con los brazos entrelazados,
el mundo no existirá,
para vivir en la luna donde habitas.
***
Hoy he tenido tu mano en mi mejilla
y una caricia regalada en la noche
mientras dormía.
La noche te dio un mal sueño
con el capitán Garfio
y sus piratas malvados,
y me has convertido en Peter Pan
para librarte de su acoso.
Te oí llorar un llanto de miedo
con un chasquido de espadas
en tu sueño;
llamabas: ¡Peter Pan, Peter Pan!,
y yo me calcé las botas puntiagudas,
el traje rojo
y las ganas de volar con Campanilla.
Te deslicé entre mi brazos
y volamos, volamos,
hasta el refugio de mi cama,
bajo las sábanas y su calor.
y entre hipo y sollozos,
cuando te convenciste de tu salvación,
tendiste tu mano a mi mejilla,
mejilla de Peter Pan,
con una caricia regalada en la noche
mientras dormía.
***
Estabas riendo con tu carcajada limpia,
tus ojos brillaban con destellos ingenuos
y en tu rostro dibujabas los colores
de un jardín feliz.
Mientras, con la carga diaria tan pesada,
con el cúmulo de tareas cumplidas,
mi cabeza pugnaba por una paz
que tú me negabas.
Te odié por un estúpido momento, mi niño,
lancé el periódico contra el jarrón
y contraje mi garganta enardecida
gritando que callaras.
Entendiste terror, pequeño,
te asustaste y corriste hasta la mesa
para encontrar cobijo entre sus faldas
de eterna protección...
y con tu sollozo y tu cara asustada,
con mi entraña estremecida,
descendió hasta la puerta de mi alma
la luna donde habitas.
Quería prestarme su blanco, gris, azul.
Me acerqué hasta tu escondite
y tendí mi mano a la tuya,
la tuya que temblaba
porque no me entendía...
y tu mirada vacilaba.
Yo te dije:
“Soy el mago de la sonrisa
y quiero hacerte volar, mi niño”,
y tu mirada vacilaba.
“Jugaremos a una aventura
entre olas y gaviotas,
yo seré un capitán,
tú mi timonel,
y navegaremos, navegaremos
hasta la isla de la Fantasía”,
y tu mirada vacilaba.
Corrí al cajón de tus juguetes
y tomé la espada de capitán
y el bicornio de pirata.
“Al abordaje, mi valiente”,
te grité,
y subiste a mis espaldas
con la misma sonrisa que me enfadó,
apretaste las rodillas a mi costado
y ordenaste:
“Acabemos con Barba Azul”.
Y el blanco, azul y gris
de tu luna encantada
pudo conquistarme
y traspasar la puerta de mi alma
con la misma sonrisa que me enfadó.
0 comentarios