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1er. Bocadito de cine: Edmunda y Manolo, estrellas de cine

1er. Bocadito de cine: Edmunda y Manolo, estrellas de cine

     Es un día muy especial que brilla en el calendario, y en este primer programa de Bocaditos de cine, me voy a permitir contar una historia de un muchacho que aprendió de muy joven a ver cine.  Era el nieto de una señora llamada Edmunda que trabajaba como “guardiana de tocador” en el teatro Argensola, hoy desaparecido y que se ubicaba en el paseo de la Independencia de Zaragoza, en la esquina con la calle Zurita.  Aquella señora cuidaba de que los caballeros no se equivocaran al entrar al baño en invadieran el de las damas, a quienes les proporcionaba algún producto de aseo a cambio de una propina que caí sonando en una bandejita metálica.  Ese muchacho acudía de la mano de su abuela para pasar la tarde viendo películas en blanco y negro, ya fueran de Tarzán género de moda entonces, o Walt Disney, a veces con el privilegio de tener todo el anfiteatro para elegir butaca de entre todas aquellas de terciopelo negro, hasta que venía su madre a buscarlo.  Como entonces el cine era en sesiones fijas, podía ver dos veces seguidas aquellas aventuras, de 5 a 7 y de 5 a 9.  Allí se hizo amigo de los señores del bar, Sagrario y José, se dejó perseguir por un acomodador que le gritaba como si fuera un ogro, mientras miraba hacia las tramoyas que tanto miedo le daban.  Y su abuela Edmunda, conociendo los sueños del nieto, le conseguía autógrafos de los artistas que para las fiestas del Pilar hacían función en el teatro: Zori, Santos, Paco Martínez Soria, Vicky Lusson, una Rocío Jurado jovencísima. Carmen Morel y Pepe Blanco, Alfonso del Real… y nada menos que Antonio Machín, con unas maracas de regalo.  Le contaba su abuela que Paco Martínez Soria era muy exigente, pero que sus obras había que venir a verlas varias veces, porque era tal su creatividad, que se inventaba chistes de una sesión para otra, desconcertando a sus compañeros, que a veces no sabían por donde seguir.  También te ponderaba la simpatía de Zori, la apostura de todas las vedettes y el mal genio de algún director cuyos gritos se llegaban a oír desde la calle.

    Su abuela se jubiló cuando tenía diez años, pero su tía ya se había casado con un operador de cabina de la empresa Parra de Zaragoza, y como era el sobrino preferido, este hombre, que trabajaba haciendo los turnos de fiesta a sus compañeros, se lo llevó por aquellos cines Dorado, Palacio, Fleta, Goya, Avenida, Coliseo, con grandes cabinas de dos máquinas para proyectar, al modo de las que Alfredo manejaba en el Cinema Paradiso.  Por cierto, que a su tío Manolo se le daba un aire a Philippe Noiret.  Le gustaba ver el cine por la ventanita de la máquina que no proyectaba en ese momento, y así, como no podía oír el sonido de la película por el enorme ruido de los proyectores, se imaginaba los diálogos o los repetía si era una escena de las que había llegado a saberse de memoria.  Y algunas mañanas, te dejaba acompañarle para preparar las películas que llegaban en rollos pequeños que facilitaban el transporte y había que pasarlos a otros más grandes para proyectar.  Aprendió a no mirar al interior de la máquina cuando estaba abierta porque la bombilla era tan potente que podía cegarle la vista.  Y supo que la principal habilidad del operador radicaba en que cuando un rollo terminaba, había que cambiar la proyección de máquina consiguiendo que allá abajo en la sala nadie se diera cuenta del cambio.  No había mayor fracaso para un operador que el público comenzar a silbar hacia la cabina por algún problema  de proyección, como mal enfoque, cintas ralladas, sonido desacompasado…

    Con el tiempo, a ese muchacho también le gustó contar historias, hacer guiones, y hasta participar en el rodaje de  algún cortometraje, para seguir amando este arte lleno de magia y fantasía.

  Sirva esta presentación de los Bocaditos de cine que periódicamente te acompañarán para homenajear a esos participantes de la función que sólo escuchan los aplausos, las risas y los llantos desde detrás de las pantallas: taquilleros, acomodadores, operadores… y guardianas de tocador.

    Te deseo paz y alegría serena.

 

https://www.youtube.com/watch?v=Bw08rTPYyik&feature=youtu.be

(emitido el 4 de julio de 2014)

2 comentarios

José Antonio Prades -

Gracias por ese recuerdo, Fernando. Intentaré que la página vaya y venga del pasado al presente y hasta llegue alguna vez al futuro del cine... que seguro no tendrá nada que ver con esta otra manera tan romántica de verlo.

fernando -

Cuando vino Machín con su compañía me llevó mi padre a ver el espectáculo. Años más tarde volvería a ver al cubano en el desaparecido Cancela. Conocí a Zori en el año 1992 y puedo ratificar que era un tipo encantador. Mi larga conversación con él hablando de musicales, de Londres, de espectáculos, no se me ha olvidado. Y me parece que voy a estar de acuerdo con la nostalgia que me la impresión va a impregnar esta página. Porque ir al cine hace tiempo que no es lo que fue para nosotros.