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Tratado de Pradesología, por Pilar Aguarón

Tratado de Pradesología, por Pilar Aguarón

Estas fueron las palabras de Pilar Aguarón Ezpeleta en la presentación de En medio de la vida.  28 de febrero de 2014, en el CC Salvador Allende, del barrio de Montemolín, en Zaragoza

"Tratado de Pradesología". (En medio de la vida)

Son 50 años de vida y 30 de escritura, desde el relato Rosa Roja, en 1981  hasta el último libro de 3d3 Tintas distintas, en 2011.

Y está visto que la cosa sigue porque ya ha editado otro libro conjunto de 3d3, Cuentos de amor, desamor y otras reacciones químicas,  está próximo a salir Mujeres que llenan mis noches, siete cuentos de amor, y una novelita que ya tiene treinta páginas adelantadas.

Es difícil encuadrar la obra de José Antonio porque es diversa quizá como su formación literaria, que así la define él mismo: ecléctica y autodidacta.  Se ha mirado en la obra de García Márquez, de Torrente Ballester, de Hermann Hesse, de Kafka, de Unamuno, de Valle-Inclán… de Carlos Castán, de Javier Tomeo..  de Vicente Aleixandre y de García Lorca…  para entrar en todos los géneros, y disfrutar en cada uno de ellos, aunque sea un narrador, esencialmente.

Sus ambientes van desde lo bucólico en torno a parajes campestres hasta lo fantástico en mundos oníricos, desde un pueblo abandonado, Ligüerre de Cinca,  hasta la megápolis de Buenos Aires, desde su barrio de Montemolín, aquí mismo, hasta las cabañas de los Andes.

Ha sido una tarea ingente reunir más de dos mil páginas, con cinco novelas, siete libros de relatos, ocho poemarios, cinco obras de teatro, casi un centenar de artículos, algunos ensayos y unas pocas canciones.  Pero estoy seguro que más aún que el esfuerzo de búsqueda, revisión, corrección, ordenamiento y estoy segura que también de destruir, adivino otro esfuerzo mayor, más duro incluso, o cuando menos con atisbos de dolores… el esfuerzo emocional de encontrarse a sí mismo o a aquellos otros joseantonios que se fueron mostrando y ocultando en cada una de las páginas ahora desempolvadas.

Pueden ser Laura, Ponciano, Carlos, Juan Lozano, el abuelo, Renato, el profesor o su amante joven, o Rafael Sarto, el entrenador… Pueden ser el ángel extravíado que nos mira desde el más allá, el muchacho futbolista que quiere jugar el Mundial, el anciano solitario que anula sus poderes,  el niño que rechaza a su madre, el político pederasta, el marido que asesina a su mujer enferma, la mujer que lega sus reflexiones en el testamento…  ¿quién de ellos es más José Antonio?

José Antonio tiene vocación de profesor, que lo es en su materia de Recursos Humanos, y alguna vez le he oído decir que le gustaría ser maestro, pero maestro al modo del anciano que se sienta en el ágora y transmite sus enseñanzas como Valero, el filósofo de sus Fábulas de Montemolín, quien transmite más preguntas que respuestas.  Y así puede encontrarse en gran parte de su obra esa intención, seguro que al principio inconsciente, pero que se va haciendo más palpable conforme la vida le va nutriendo de experiencia

Una obra de estas características siempre tiene en su interior los rastros de vida de quien la creó. Ya en su primer relato nos cuenta José Antonio una historia metafórica de una relación sentimental de su juventud (todos empezamos escribiendo al amor) que eleva a la reflexión moral.  Y sigue en Arañazos, su obra que aúna sus relatos que le pasaron de veinteañero a treintañero, un periplo existencial que transmite crecimiento interior desde el dolor.  Son arañazos en el alma: personajes perdidos, casi siempre víctimas del propio destino, al cual no saben responder… aunque en algunos sea imposible: locura, fanatismo, desorientación, desarraigo, ingenuidad, ignorancia…  Y en esa década, humor, más del habitual en lo que sigue, que recrea en el mundo oficinesco, inspirándose en sus propias vivencias y en el humorista Álvaro de Laiglesia, para ofrecernos los Arreglos para una oficina impúdica, con pasajes tronchantes para ese personaje Julián Dongracias, que termina silbando en la vía.  Después, llegaremos incluso a la carcajada con Severiano, el tenor, con el niño genio y con Gaby, uno de los amigos de Juan Lozano, oh, don Juan.  Echo en falta la risa en lo que escribiste después.

En esa década de la vida de José Antonio, que culmina con El embrujo de una rubia platino,  se atisban acercamientos a una constante literaria que ya no abandonará y que, en alguna ocasión ha dicho que  presidirá su obra más larga, aún por escribir: los mundos fantásticos, oníricos, esotéricos o espirituales que comienza a reflejar con el relato de esa rubia platino y que estalla en el libro de cuentos que inicia su periplo treintañero: Cuentos de Luz.   Juan Lozano, remedo de don Juan Tenorio, junto a la rubia platino, remedo de la monjita Inés, nos llevan al mundo universitario, desde el cual, aparecen aventuras y desventuras que nos acercan a una excelentemente resuelta apoteosis final, después de disfrutar con toques eróticos y humorísticos que dan frescor a cada capítulo.

También creó en esa década la mayor parte de su poesía, género que sólo cultivó en razón de alguna musa de amor o en momentos de desaliento, como el poemario duro titulado “Crujen los corazones”, continuación del iniciador “Sensaciones de un desencanto frustrado”.  En ese apartado de “Otros géneros” incluye letras de canciones, obras de teatro “picantes”, de vodevil o revista, que llegaron a interpretar Mariano el Corto y Javier Segarra, reseñas y otros artículos.

Sobre Cuentos de Luz, escrito en España y editado en Buenos Aires, nos informa JotaA en su biografía que sufrió el engaño del editor y la estafa del distribuidor, quizá como respuesta a ese mensaje, a veces incómodo, que rebosa en sus páginas, rayano en el surrealismo o en la iniciación espiritual.

Y entonces se nos va nuestro amigo a Buenos Aires, llevándose a su musa Esther… aunque sin ella, en los tres meses de sondeo e investigación previa del panorama porteño, escribirá Fábulas de Montemolín, por un ángel extraviado que seguramente fue su alter ego, ¿o no?  Mezcla en esta serie de relatos relacionados su querencia nostálgica hacia su barrio zaragozano y su tránsito interior hacia los mundos que no son de este mundo.  Ternuras y añoranzas.

El juego de las sillas es el título de un libro de amalgama, que va desde los treinta hasta los cincuenta, donde ha recogido los relatos, muchos de ellos inéditos, que escribió sin orden ni concierto (son sus palabras) desde los años de su estancia porteña hasta el año del fin de esta compilación.  Lo ha seccionado en cuatro partes, casi correspondientes a épocas cronológicas.  Me gustaría hacer especial mención a la segunda parte, que contiene cuatro cuentos infantiles, entre ellos Celina, la equilibrista, doblemente premiado, y una curiosidad editorial, que se vuelve a repetir con dos obras de teatro:  José Antonio nos presenta una obra inacabada, Diatán, un libro infantil a modo de Harry Potter, que duerme en el capítulo 17 desde hace ocho años, a la espera de que algún hipogrifo lo despierte.  Me dijo José Antonio que tenía intención de llamar al hipogrifo, pero no me garantizaba que pudiera despertar a los monstruos de Diatán.

En 1998, terminó dos novelas.  Hablo de la primera, porque para la segunda necesito algo de valor.  Olor a Varón Dandy es su obra más consistente, una novela ambiciosa, que transita por nuestro siglo XX a modo de expresión de la intrahistoria.  Y quizá puede entenderse que en ella, probablemente de forma inconsciente, agrupa arañazos, amores y embrujos, tres de sus temas anteriores (me falta el humor, José Antonio) en una historia escrita desde la técnica del punto de vista (tres narradores cuentan los mismos hechos desde su propia perspectiva), con una estructura compleja y un estilo sencillo, con lenguaje llano y directo, sobre todo el de la tercera parte, tierna y amorosa.  La segunda novela, Pronto serás mía, con contenido altamente erótico… y más, que nos recrea el mito de Lolita en un ambiente más mundano, un instituto que requiere nombramiento de Director o Directora en medio del escándalo de un profesor a quien se acusa de haberse acostado con una alumna menor de edad.

Salto directa y rauda a su novela autobiográfica, presentada en este mismo lugar hace cinco años, titulada Jugué al fútbol, donde con un estilo ameno, desenfadado y autocrítico nos cuenta sus peripecias como futbolista de cantera, aprovechando para regalarnos reflexiones que nos llevan a pensar sobre los avatares del crecimiento en la juventud.  Con los réditos que dejó su venta, pudieron disfrutar de un campamento de verano varios niños desfavorecidos.

Y se cierra la obra de José Antonio, con lo que ha llamado “literatura profesional”, cuatro obras con diseño literario, pero cuyo contenido está referido a su profesión en Recursos Humanos, y en las que aúna sus habilidades literarias con sus experiencias laborales para crear situaciones y personajes en los cuales siempre pone un punto de socarronería aragonesa, conjugado con críticas, sucintas o evidentes, a las actuaciones con las personas en la mayoría de las empresas.

Así son las dos mil y pico páginas que componen esta compilación, que finalizan con unos cuentitos en los que me siento partícipe, porque están escritos al calor de 3d3, nuestra asociación conjunta, y por la cual he podido conocer un poquito más los interiores de este buen amigo que tengo a mi vera.

Enhorabuena, José Antonio.

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