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La tregua, de Mario Benedetti

La tregua, de Mario Benedetti

Mario Benedetti murió el pasado 17 de mayo.  Había nacido en Montevideo, en 1920, y en 1960 publicó su primera novela, “La tregua”, donde recrea unos meses de la vida de un contable, Martín Santomé, imbuido en la rutina más extrema salvo durante unas semanas (lo que sería esa tregua entre dicha rutina) para atender a un nuevo amor en su vida, Laura Avellaneda.

Benedetti fue un oficinista desde 1934 a 1938 en una empresa de repuestos de automóviles, así que el ambiente no le era nada desconocido, y con su arte y su experiencia consigue una de las mejoras obras de la literatura sudamericana.


Me he sumergido en sus páginas a modo de recuerdo… y escribo aquí de la novela porque he podido disfrutar de sus descripciones sobre aspectos de la gestión de las personas.  Todo un lujo.  .
 
“La tregua” es una novela corta, de lenguaje directo, escrita en primera persona como entradas en un diario que escribe Santomé en los meses previos a su jubilación.  Me gustaría que esta reseña sea una recomendación veraniega de lectura, así que, como aperitivo, ahí van unas “aceitunas”:

 Viernes, 15 de febrero… sobre el placer en el trabajo: “…debo confesarlo, me provoca placer el trazado de algunas letras como la M mayúscula o la b minúscula, en las que me he permitido algunas innovaciones.  Lo que menos odio es la parte mecánica, rutinaria, de mi trabajo: el volver a pasar un asiento que ya redacté miles de veces…. Ese tipo de labor no me cansa, porque me permite pensar en otras cosas y hasta… soñar.

 Viernes, 1º de marzo… sobre la supervisión del rendimiento: “El gerente llamó a los cinco jefes de sección.  Durante tres cuartos de hora nos habló del bajo rendimiento del personal.  Dijo que el Directorio le había hecho llegar una observación en ese sentido, y que en el futuro no estaban dispuestos a tolerar que, a causa de nuestra desidia (cómo le gusta recalcar “desidia”), su posición se viera gratuitamente afectada.  Así que de ahora en adelante, etcétera, etcétera… Todos sabíamos hoy que la arenga iba para Suaréz, pero entonces ¿a qué llamarnos a todos? ¿Será que el gerente sabe, como todos nosotros, que Suárez se acuesta con la hija del presidente? No está mal Lidia Valverde.

 Jueves, 18 de abril… sobre el auditor: “Vino el inspector: amable, bigotudo.  Nadie hubiera pensado que fuese tan cargoso.  Empezó pidiendo datos del último balance y terminó solicitando una discriminación de rubros que figura en el inventario inicial.  Me pasé acarreando viejos y destartalados libros desde la mañana hasta última hora de la tarde.  El inspector era un primor: sonreía, pedía perdón, decía “mil gracias”.  Un encanto el tipo.  ¿Por qué no se morirá?”

 Jueves, 1º de agosto: … una opinión sobre el jefe: “ Me llamó el gerente.  Nunca lo pude tragar.  Es un tipo maravillosamente ordinario y cobarde.  Alguna vez he tratado de representarme su alma, su ser abstracto, y he conseguido una imagen repulsiva.  Allí donde normalmente va la dignidad, él solo tiene un muñón: se la amputaron.”

 Sábado, 17 de agosto:…sobre los accionistas: “Esta mañana estuve hablando con dos miembros del Directorio.  Cosas sin mayor importancia, pero que alcanzaron, sin embargo, para hacerme entender que sienten por mí un amable, comprensivo desprecio.”

Y como último contenido del aperitivo previo al excelente almuerzo que será la lectura de la novela, le presento, amigo lector, este diamante literario:

 Lunes, 3 de febrero: “Ella me daba la mano y no hacía falta más.  Me alcanzaba para sentir que era bien acogido.  Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor.”

Que usted lo lea bien.

Publicado en ForoRH nº 111, del 4 de julio de 2009

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