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¿Planes de carrera o Itinerarios de desarrollo?

¿Planes de carrera o Itinerarios de desarrollo?

Estoy muy sorprendido, de veras que muy sorprendido…

He vuelto a ver en algunas webs la expresión “Planes de carrera”.  Pensé que se trataba de artículos retrasados, de los años noventa, quizá pioneros en los cimientos de Internet.  Qué va… Haga la prueba, introduzca la expresión en un buscador y lea… son más o menos recientes, incluso anunciada por empresas consultoras de Recursos Humanos como una excelente herramienta para la gestión de las personas.

¡Ah!, qué mundo tan idílico, “Un Mundo Feliz”, a lo Aldous Huxley. “Oh, Ford, Ford, Ford”.  Bernard, el protagonista, enterado del revival, me ha enviado una interesante carta, de la que transcribo los párrafos más llamativos:

“Me gustaría ser un pasajero en el planeador de carreras... para volar y volar entre las nubes.  Sé que para conseguirlo debería superar unas pruebas exigentes, sobre todo en cuestionarios de inteligencia y de personalidad.  Quizá también de conocimientos, pero no me importaría, asumiría el riesgo y el posible esfuerzo porque si saliera bien, merecería la pena.  Además, sé que si superara esas pruebas, ya no me bajaría nunca más del planeador.

Una vez que hubiese montado en él, me iba a encontrar con mis colegas superinteligentes que también (tannnn bien) habrían superado los exámenes, y que se sentirían grandemente satisfechos por pasar a formar parte del cuerpo de elite en esta empresa tan maravillosa que aplica los Planes de Carrera.

Se me comunicaría que en función de los perfiles que se desprenden de las pruebas realizadas, mi trayectoria de carrera sería la siguiente: Auxiliar de vuelo, comodoro de cabina (o algo así), radiotelegrafista, copiloto en varios aparatos de pequeño a grande, piloto en varios aparatos de pequeño a grande, subdirector de mecánicas y anclajes, director adjunto al director técnico de zona, director técnico, director de zona…. y quizá director regional, si los tiempos me favorecieran. 

Estoy de contento, uf.

Llamaría a mi Lenina, mi novia, para decírselo, porque sería una forma de afianzar el futuro.  Con el convenio y unos estudios salariales que proporcionaría algún compañero, ya le podría garantizar a mi chica los emolumentos que cada mes tendríamos en nuestro nidito de la cuenta corriente, y si aprendiéramos a invertir pronto compraríamos el adosado por el que tanto suspira, como el de sus padres.

Sólo habría unas ligeras pegas, pero serían salvables.  Tendría que hacer unos cursos que se llaman de gestión de empresas, mantener el inglés vivo, obedecer ante las propuestas de movilidad geográfica para ocupar las vacantes que surjan de mi referido Plan de Carrera, aunque eso sí, bien remuneradas, con complementos de destino, sobre todo si son en el extranjero, cosa deseable para acelerar el tránsito… el de la carrera, no vaya usted a pensar en otro… por ejemplo en el tránsito aéreo, que no sería de mi competencia, bastante tendría con ocuparme de mi Plan.

Así, desde los 28 años, a partir de los cuales podría ser incluido en el programa, a razón de 2 ó 3 años por puesto, 2’5 de media, a los 58 alcanzaría la primera posición directiva sin tener que salir como expatriado.  Podría adelantar ese hecho casi 15 años, si al menos me marchara 5 al extranjero, con mi mujer e hijos si los hubiera en unas excelentes condiciones económicas por complementos de expatriación.

Sé que me costaría esfuerzo, quizá no me seleccionen y lo pasaría muy mal, con depresión incluso, pero me parece un plan tan bonito saber ya lo que serás dentro de 30 años.  No tendría que preocuparme de nada, todo me lo daría la empresa, y yo iría recibiendo nuevas tarjetas de visita con cargos más altos cada vez y más ascensos, más ascensos, porque sí, estoy dispuesto a probar un par de años en algún país tranquilo, que, al fin y al cabo, igual da tener el despacho aquí que allá, y si encima te renta un buen montón de años de adelanto…”.

 

Generalmente, queremos provocar la desaparición de la incertidumbre, a ser posible como Harry Potter con el hechizo evanesco.  Buscamos por inercia la seguridad, que nadie nos saque de nuestra rutina… pero eso es imposible, la propia definición de vida lleva el concepto de incertidumbre, ya sea sólo por la fecha de la muerte.  No me voy a poner metafísico, aunque tengo tentaciones.  Utilizo esa comparación para fijar una de tantas incoherencias habituales en el ser humano.

Los planes de carrera están hechos dentro de la certidumbre.  La vida, la empresa, vive en la incertidumbre.  Ya desde las últimas décadas del siglo pasado, se puede dar por desaparecido el trabajo para la toda la vida, las estructuras inamovibles, el mercado cautivo.  La evolución de la tecnología, junto con la economía de mercado y sus ciclos (¡dichosos ciclos!), provocan necesidades de adaptación al medio que suponen cambios, evoluciones, transformaciones… nacimientos y muertes de empresas, de departamentos, de organismos, de leyes…

¿Qué ocurre con algo (los planes de carrera, por ejemplo) preparado para la certidumbre a largo plazo cuando no se puede asegurar ni siquiera un medio plazo de futuro?  Que provoca muertes anticipadas, la muerte de la ilusión, de la motivación, del propio desarrollo… muertes parciales tan dolorosas.

Los planes de carrera (última vez que los nombro, lo prometo) no contribuyen a la preparación básica para el entorno actual.  Siendo una herramienta del desarrollo profesional, es decir para una gestión a futuro, se enfocan precisamente a lo contrario de lo que se van a encontrar los próximos directivos al gestionar el área que le toque.  Se educa en certidumbre a quien tiene que gestionar la incertidumbre.  Paradójico, ¿no?  Le contaré una anécdota personal: tenía unos ocho años cuando mi padre compró un libro para que yo aprendiera a nadar; exponía, y así los hice, multitud de ejercicios sobre suelo o silla donde había que repetir movimientos una y otra vez; convencido después de dos semanas que iba a emular a Mark Spitz, casi me ahogo la primera vez que me arrojé “ande cubre” en la piscina más profunda de Zaragoza (la del club Arenas: 5 metros).  Pues lo mismo: no se puede enseñar a nadar en un ambiente seco.

Un buen plan de desarrollo (como cualquier plan de educación, enseñanza, formación, capacitación…) tiene que preparar a sus participantes en lo más parecido a aquello que van a experimentar después.  Tiempo y espacio tendré para hablarle de ello las próximas semanas… Hoy anticipo el concepto de itinerarios de desarrollo, que se enfoca mejor hacia la incertidumbre que la herramienta anterior a la que sustituye (que no, que he dicho que no iba a nombrarlos, ¡lagarto, lagarto!).

Un itinerario es un camino marcado… marcado pero ¿por quién?  Por el participante, lo que ya da idea de dos aspectos importantes: el libre albedrío (puedo elegir) y la responsabilidad (no dejo, cómodamente, que otros decidan por mí).  Ahora bien, no todo debe hacerse en solitario.  La ayuda al participante consiste en presentarle el mapa con sus trayectos aconsejables.  Además, tendremos que proporcionarle determinados recursos, incluso incentivos, pero ni todos, como si fuéramos una mamá absorbente, ni abundantes, como si fuéramos un papá rico.

Y una vez puesto en viaje, el participante debe ir aprendiendo a elegir caminos y rutas que quizá no vienen en el mapa y que encontrará por autodescubrimiento y no por enseñanza ajena.  Si ese aprendizaje cuaja, tendremos una persona preparada para acometer la problemática que el entorno zigzagueante del siglo XXI nos oferta.  Concretando: que ese itinerario (con variables geográficas, funcionales, experienciales y formativas) le haga competente, sobre todo, en gestionar lo que no está previsto, entre otras cosas menos importantes.

(Publicado en ForoRH, febrero de 2008)

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