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Las cosas de las emociones

Las cosas de las emociones

Las cosas de las emociones, del corazón, de los sentimientos y de la espiritualidad no se han llevado bien con la empresa.  Las primeras incursiones aceptadas en gran parte de las empresas, y ya casi por ley, son los factores psicosociales, dentro de la especialidad de Ergonomía, en Prevención de Riesgos Laborales.  Desde ahí, nos llenan de anglicismos para poner nombre al stress (ya castellanizado como estrés), al burn-out, al mobbing…  Es decir, consecuencias negativas de determinadas acciones en el entorno laboral.

 

No quiero que hablemos de lo negativo, ni siquiera de cómo evitar lo negativo.

 

Prefiero que hablemos de lo que ayude a mejorar, o de lo que debamos modificar para favorecer el crecimiento.  No pretendo que estemos en un estado medio, adecuado, tipo, estándar… lo que llamaríamos normal, vamos.  Debemos tender al escalón superior, aquél que creyó encontrar Butragueño cuando conoció a Florentino.

 

Cuando aplicamos herramientas de desarrollo para las personas, pretendemos que su resultado sea un mayor crecimiento competencial para el cumplimiento y la superación en sus funciones.  No queremos que esa persona vaya a un estado “normal”, sino a uno “superior”.  Esto puede ser discutible si hablamos competencia a competencia (que alguna puede encontrarse en bajo nivel y queramos llevarla al medio), pero en el global de la persona buscamos que su desempeño tienda a la excelencia.

 

Dicen que Nicolas Flamel encontró la piedra filosofal… y eso le dio riquezas y la inmortalidad.  ¿Cuál sería, metafóricamente hablando, la piedra filosofal del desarrollo, aquella herramienta que nos garantizara el mejor resultado en la gestión?  Creo que existe y, como casi siempre, no hay que esforzarse mucho para encontrarla, sino simplemente saber mirar: la reflexión.

 

Sólo podemos avanzar si miramos hacia atrás, si nos miramos hacia atrás, y analizamos, y evaluamos, y corregimos.  Después, aplicaremos lo corregido y vuelta a empezar.  No tiene ningún misterio, es así de sencillo.  Lo complicado es saber encontrar las herramientas con las que haremos el análisis.  Y esas herramientas nos las va dando la experiencia, nuestras vivencias, nuestros modelos, nuestras lecturas, nuestros estudios.  Con estos ingredientes ante la coctelera, deberemos elegir cúales vamos a volcar en el líquido aglutinador para crear nuestro brebaje.  Ahí entran, sobre todo, los valores.  A partir de ahí, vuelta a empezar… pero…

 

La exposición a los elementos que nos circundan es el primer impacto a nuestra estabilidad emocional.  Ya desde el nacimiento, dejar el cómodo y cálido alojamiento nos arroja a sensaciones que no conocemos…  La resistencia o la adaptación son herramientas que van entrando a nuestra caja…  Antes, se produce nuestra reacción emocional.  Según sea la intensidad reactiva que nos provoque, nos removeremos contra o a favor de sus consecuencias…  Este proceso nos va haciendo más expertos (probablemente, sólo probablemente) en la gestión de esas emociones.  Cuantas más veces hayamos sentido una emoción, más capacitados nos encontraremos para la búsqueda de la respuesta más adecuada al momento (nunca hay respuestas correctas ni incorrectas; además, calificarlas así supondría juicios de valor que son desaconsejables).

 

Y llega la siguiente causa de impactos emocionales: el cambio, ya sea por causas propias o por causas ajenas.  Si es por ajenas, las vemos en otro momento.  Si es por propias estamos avanzando más en nuestro desarrollo.  Las cosas de las emociones, son clave para crecer,  imprescindibles, condición sine qua non…  Conocimientos, experiencia, reflexión, herramientas, elección y aplicación.  Ésta es la rueda del proceso  circular para el desarrollo. 

(Publicado en FororH, núm. 148, 11/06/2010)

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