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Prácticas de gestión

Es innegable que las prácticas de gestión (de mando, de organización, de relación interpersonal, etc.) que se aplican en el seno de la empresa son transmitidas, casi siempre, inconscientemente, al ámbito social externos de cada uno de nosotros.

Quiero decir, que quien tenga un jefe déspota tiene muchas más posibilidades de ser sumiso cuando en la calle ejerza de “subordinado” o de ser tirano cuando en su entorno ejerza de jefe.

Se necesitarían muchas líneas para analizar las interrelaciones de estas influencias entre la sociedad, el grupo y el individuo, pero para que sirva la argumentación, me basta con que usted esté conforme consigo mismo en que existen ciertas posibilidades de que se cumpla la premisa.

He aquí mi justificación para lo que sigue a continuación: si en las empresas se adoptan tratamientos de gestión que enriquecen personalmente a sus componentes, la sociedad en general saldrá enriquecida como suma sinérgica de la mayor riqueza de sus ciudadanos.

¿Cuál es mi propuesta para aplicar?  Sencillamente, aquella técnica de gestión que nos ayude a enriquecer a toda la empresa.

Hay un principio en el Derecho del Trabajo que sirve para analizar los comportamientos de los trabajadores; el de la buena fe.  Ahora me pregunto, ¿cuál es la buena fe del empleador respecto al empleado? No sólo dar ocupación y recursos para efectuar adecuadamente la tarea encomendada. Como un buen tutor, debe crear un entorno en el cual pueda desarrollarse una labor que dignifique la tarea y los resultados de las personas que trabajan bajo su responsabilidad; que, bajo el respeto, no sólo permita, sino que incentive y apoye el deseo que todo el mundo tiene que sentirse útil.

Se trataría de premiar y no de castigar, de encauzar y no de imponer, de facilitar y no de abroncar, de unir y no de desunir; quizá, sea valentía para tratar a sus empelados como personas iguales que han hecho la elección de invertir su cualificación y su talento en esa empresa para que le dé sus frutos, tanto económicos como de desarrollo personal.

¿Cómo trataría usted a un socio suyo; a alguien que le ha prestado un bien suyo para colaborar en conseguir un resultado? Si un empleado, de la jerarquía que sea, recibe ese tratamiento de su jefe o del gerente, le garantizo que serán muchas menos las veces en que tendrá que recurrir al Estatuto de los Trabajadores o al Convenio Colectivo. Ya sólo por eso, merece la pena: ese ahorro de tiempo es dinero.

Actuando así, podría entenderse que aplica técnicas modernas de gestión de los RRHH, cuando en realidad sólo estaría aplicando reglas de sentido común.

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