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Gregory, 2: goyas y picassos

Gregory, 2: goyas y picassos

30 de enero de 2014

Habíamos quedado a las nueve de la mañana y llega puntual con Hamsa (se escribe así, lo pregunté para confirmarlo o corregirlo), quizá más arreglado que la otra vez.  Sonríe al verme y nos damos un fuerte apretón de manos.  Hamsa también.  Teníamos un cambio de fecha, porque el viernes previsto iban a celebrar en su centro el Día de la Paz, así que lo adelantamos al jueves. Vienen dos chicas y otro chico más con ellos porque se trata de enseñarles o explicarles la empresa, lo que vamos a hacer en conjunto, para que al final elijan un sector que les haya gustado más y así profundizar en él para la siguiente sesión.

En principio, cada uno de los mentores nos llevamos a nuestro mentorizado para charlar en privado.  Le enseño el edificio y me cuenta que nunca había estado dentro de una oficina así, de tantas mesas y personas trabajando.  En su país, estuvo mirando uno parecido desde fuera, pero no entró.  Presento a Gregory a mis compañeros y se siente un poco cohibido, pero no pierde la sonrisa.  Le invito a sentarse en la silla de confidente que hay delante de mi mesa, me coloco en mi silla y comenzamos a charlar.  Me cuenta que su madre ve bien que haga estas cosas, que tiene que mirar al futuro.  Le pregunto qué le parece y me contesta que sí, que también piensa lo mismo, pero no lo noto muy convencido.  Espero que vaya cambiando, porque ésa es la meta.  Rellenamos una ficha en la web de la Fundación, donde me doy cuenta que aún no le he contado a qué me dedico yo.  Lo hago y me dice: "Es bonito trabajo el tuyo". Le pregunto si ha presentado el relato al concurso y me responde que no.  "¿Por qué?".  Balbucea algo que entiendo como que le echa la culpa a su tutor en el centro.  "No será por eso", le digo riéndome.  Y se calla riéndose también.

Son las nueve y media y vamos al Centro de Control de la empresa, un departamento impactante desde el que se controla todo el suministro eléctrico mediante grandes ordenadores y pantallas y cuadros inmensos.  "Es como el que sale en Los Simpson", dice Carlos, nuestro anfitrión.  Todos se muestran muy interesados y atentos.  En una sala anexa, nos recibe una operadora que nos cuenta su trabajo diario.  Al ver que es mujer, las dos chicas le preguntan más interesadas.  Gregory observa en silencio, a veces bromea con Hamsa y me consulta alguna cosa.  Salen muy impresionados.

Luego nos metemos en una sala y dos ingenieros les explican cómo son las telecomunicaciones de la empresa, cómo y para qué se utilizan.  Las chicas hablan del uso del móvil, y cuentan que no podrían vivir ahora sin él, que se ponen nerviosas cuando no hay red o no tienen batería o se lo olvidan.  Bromeamos un rato con ellas y Gregory me dice que él no está enganchado al móvil, un poco quizá a la videoconsola, que juega mucho con un amigo.

Después de esta explicación, tenemos una hora libre para irnos a tomar algo y seguir los dos solos por la empresa o por donde queramos.  Nos vamos hasta los nuevos Espumosos, en la calle San Diego.  Le invito a una cocacola y un mini.  Yo pido otro mini y un café con leche.  Me dice que él no toma café, que no le gusta, que no tomará nunca.  Me cuenta cosas sueltas de él y de su familia, a veces porque le pregunto, a veces por él mismo.  Me habla un poco a golpes, se le nota algo cortado en este bar.  La gente nos mira un poco extrañados.  Se lo digo y nos reímos.  Me habla de su hermana bebé, que la cuida muchos días él, cuando su madre se va a trabajar. Ah, y que también cocina algo en casa, que le gusta cocinar.  Que su hermana mayor trabaja de camarera en Suiza y que quiere ir a verla, aunque hablan bastante por whatsapp y por skype.  Que no sabe la edad de su madre y que ella no se la quiere decir.  Que su padrastro le ayudará a encontrar trabajo cuando termine de estudiar y que le pide que piense en su propia vida cuando sea mayor.

Vemos unos cuadros en la pared, con fotografías de Zaragoza antigua y me dice mirando uno de ellos: "A mi me gusta pintar... Con pincel, no con brocha.  He ganado un concurso en el centro".  Me intereso en ello, le pregunto más directo, pero explica poco, aunque sigue la conversación sobre la pintura.  Salimos del bar.  Me habla de Picasso y de Goya, de que le gustan los museos, de que se fija mucho en cómo están hechos los cuadros.  Le gusta pintar con pintura de bote.  "Óleo".  "Eso, con paleta".  Se me ocurre que podríamos ir a la Junta Municipal del Centro en la avenida César Augusto, para ver si hay cursos de pintura.  Me dice que sí, algo más ilusionado que en toda la mañana.  Ese edificio está cerrado cuando llegamos.  Le digo que buscaré en internet.  Volvemos caminando despacio.  En la entrada, nos paramos a mirar unos  contadores de los nuevos.  "Yo quise trabajar poniendo contadores", me dice, "en mi país, pero no me cogieron porque era joven".  Le sonrío y me quedo con este detalle para más adelante.  Le explico por encima cómo son esos nuevos contadores y luego vamos a mi mesa.  Buscamos en internet los cursos, pero no aparece mucha cosa.  Preparo y envío un mail al Servicio de Inmigrantes para que me digan algún curso gratuito, becado o subvencionado.  Gregory me observa sonriente, callado.

A las doce vamos a la gran sala donde se enseña la actividad de la empresa a los chicos de los colegios.  Nos recibe la gente del área de Comunicación y empiezan a explicar con una presentación las cosas genéricas de la empresa.  Los chicos atienden bien, pero se nota que no es un tema de su interés, aunque se ríen porque el ponente es muy divertido y les sabe relacionar los temas con cuestiones que ellos dominan.  Después de esa presentación, pasamos a un lugar donde mediante maquetas y juegos puede verse todo el proceso de la empresa.  Ahí van más contentos y participativos.  A Gregory le gusta darle a una manivela que produce electricidad y enciende unas luces.  También aprieta botones para ver los diferentes tipos de luz que dan varias bombillas.  Se lo pasan bien en esta sala y ya parecen más distendidos. 

Al terminar, ya nos toca nuevamente sesión en pareja para sacar conclusiones.  Volvemos a mi mesa y, mientras, vamos charlando de lo que le ha gustado, sobre todo vuelve a hablarme de los contadores.  Le recuerdo que él ha dejado de cumplir su promesa con el relato... pero que he cumplido yo la mía.  Le entrego un ejemplar firmado de mi libro "Jugué al fútbol", pero "quiero otro compromiso, ¿vale?".  Asiente, mientras mira el libro. Le recuerdo lo que me ha dicho de su padrastro, así que le pido que "tienes que verte para cuando cumplas los 30. ¿Qué te gustaría ser cuando tengas 30 años?".  Se me queda mirando y me dice, serio:  "Pintor, me gustaría ser pintor.  "No me digas nada ahora, piensátelo y me lo dices el próximo día".  Sigue mirando el libro.  "Ahora tenemos que decidir los departamentos de la empresa que te gustaría conocer mejor".  Se queda pensativo y, al final, me dice: "Me gusta lo del Centro del Control y los contadores".  Indago un poco más en ese interés y, como lo veo firme en ello, le anticipo que le prepararé visita a los dos departamentos para el jueves que viene.

En ese momento, recibo una llamada, contesto y Gregory sigue leyendo el libro.  Cuando termino de hablar, él me enseña una página, señala una frase y me dice: "Esto me gusta mucho"... y me lee:

"Siempre he pensado que uno de los mayores tesoros del ser humano es la ilusión, especialmente si esa ilusión la comparte con los demás.  Y es que sin ilusión no existirían los sueños y, sin sueños, no habría metas que alcanzar".

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