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Molintonia

Frases y párrafos seleccionados de Nada es como tu nombre

Frases y párrafos seleccionados de Nada es como tu nombre
  • Entonces la hice Cleopatra y comenzó a suicidarse poco a poco.
  • Solamente he tenido amantes imberbes.  Imberbes por inmaduros, locos de corazón, o ni siquiera locos, más bien idos o dominados por la turbia querencia de poseerme.
  • Tantos penes he tenido...  cientos, no llevo muescas como aquel Ricardo, pero supero las tres cifras en mi currículum libidinoso.  ¿Habré sido ninfómana?  ¿Lo soy todavía?  Confieso que renuncio al sexo, ya lo he agotado.  El horizonte de la ternura se ha quedado lejos, no lo he sabido alcanzar por los caminos de los besos obscenos, las pieles transpiradas, los jugos expandidos y orgasmos, orgasmos, orgasmos como alaridos de una entraña sangrante.  Penes, labios, nalgas, dedos, lenguas, flujo, saliva, semen y ellos, hombres sin nombre, rostros insulsos, siempre bellos, perfectos como yo porque mi artificio se anclaba en la búsqueda del alma gemela por la belleza, así me engañaba mi ego mientras mi alma quería llenarse de esencias equivocadas.  No existe el amor.  No existe.
  • Estaba vaciándose, arrojando sus deshechos envueltos en detritus emocionales de cada una de sus novelas anteriores, de cada uno de sus amantes utilizados, de cada uno de sus viajes interiores hacia la oscuridad. 
  • Las hechiceras del amor eterno no siempre son afables, aplican métodos que llegan a desanimar a los amantes, incluso a veces juegan con las debilidades del corazón para enseñar lecciones inesperadas.  ¡Qué crueles a veces!  Sus pócimas y encantamientos pueden atravesar la piel y alojarse en ese lugar donde no es posible alcanzar el discernimiento, y llegas a sentir dolor y pasión, tristeza y alborozo, pena y deleite, con segundos de pausa en el vacío.  Sortilegios, así es.
  • Esas hechiceras del amor eterno pueden llevarte hasta la sugestión.  Pueden hacerte pasar el dintel de la mentira, de la ofuscación o de la impostura.  Te creerás que es la verdad, que tus sentidos reciben aromas y sonidos que adornan tu camino.  Pero, ¿tienes la seguridad de que estás viviendo fuera de la cueva?  ¿No le dices a Platón que te lo explique?  Ellos dos han tardado miles de días, o de años, en darse cuenta de qué resorte les abre la puerta de esos espacios ocultos donde se acariciaban tal como soñaron en sueños de noches alegres.
  • La vida te oculta tantas cosas, nos llenamos de esas corazas porque no entendemos que el daño, si lo acaricias y lo comprendes, no regresa.  Pero ¿quién es capaz de amar el dolor para que se diluya y desaparezca?
  • Mi padre es valiente y silencioso; dicen que me parezco a él, pero no creo que precisamente lo sea por estos rasgos.  Mi padre también cree en la magia, de lo que me he enterado hace poco y ese descubrimiento me lleva a escribir estas páginas.  Mi padre merodea ahora por la antesala del limbo, esperando a la muerte, como si ya supiera el momento de la cita en el que ascienda, exento de equipaje y libre de pecados, al lugar que me ha descrito tan lúcidamente.
  • Mi madre se ancló en mi memoria amorosamente, como una mujer de muy pocas palabras, de muy pocas caricias y de un enorme cuidado con todos los seres de su alrededor.
  • Los dolores emocionales se hacen quistes en la transmisión de las sensaciones.  Colocarte frente al espejo puede provocar una catarsis, no cuando valoras tu peinado, tu piel o tu ropa, sino cuando allí detrás del cristal empiezas a buscar tu alma, y cuando la encuentras, para ver cómo está, y cuando te entiendes, para intuir su esencia. 
  • A los dieciséis años, en aquella sociedad cerrada, oscura, repleta de símbolos militares que te marcaban disciplinas y adhesiones forzadas, te queda poco espacio para sentir y pensar.  Es su estrategia para mantenerte el espíritu encarcelado, al que no logran dominar porque sólo pueden esclavizar la mente.
  • Y me siento como una piedra rota que busca el corazón entre sus despojos, que no son sino otras piedras de las que nacerán otras piedras hasta que seamos capaces de entender que todo es dolor, y piedra, y frío, porque no hemos sabido encontrar el amor. ¿Cómo puedo llegar allí?
  • ¡Mi piel se hará de llagas, se deshará en polvo enamorado para suplicarte.   El dolor es la muerte, me corroe hasta diluirme y me salva el recuerdo de tus besos o de un simple aleteo de tus cabellos.
  • El enamoramiento, así vivido, es el ingrediente de felicidad más intensa que puede disfrutar un ser humano.
  • Somos entes en busca del amor. Y de ahí ese errar a ciegas para encontrar a quien nos proporcione el hallazgo, a veces encontronazo.
  • Por eso también se sufre en el enamoramiento.  ¡Y cómo se sufre!  Sobre todo cuando aún no has alcanzado la comprensión de que tu enamorado no está solamente para llenarte de idilio y asentimiento, sino para compartir ensayos que vivimos con dolor y rendir así el examen que nos habíamos impuesto.
  • Me lo quiero contar a mí misma.  Quiero ese recorrido de memoria por mi médula.  Revivir los pasajes conscientemente desde el amor y el aprendizaje antes que por el miedo y el padecimiento.  Y no reniego de ellos.  
  • En el mundo físico, tu fortaleza mental era capaz de sobreponerse a las emociones y sabías desplegar tu ternura innata para acogerme, pero esa incomprensión que no me permitía mirar a la muerte a la cara era tu espejo para reflejar el apagón espiritual en el que aún andaba tu alma y, en cambio, mi luz en el otro plano me permitía acompañarte en esa desorientación.  Fuimos faro el uno del otro para acompañarnos en la ruta que habíamos pactado.

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