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Molintonia

La mala praxis en la dirigencia

Se ha repetido hasta el hartazgo que una crisis es una oportunidad.  Veolo bien. Podríamos extender el significado de esta frase para matizar que se trata de una oportunidad de crecimiento, una oportunidad de cambio, una oportunidad para hacer cosas que nunca se han hecho.  Cuando el barco tiene vías de agua, nadie pregunta si debe cumplir o no la norma establecida, así que en estado de emergencia todas las soluciones son bienvenidas porque ya da lo mismo el riesgo de aplicarlas.  Como consecuencia, se estimula la creatividad y surgen soluciones originales.

También existen otras interpretaciones (muchas más) hechas por las partes interesadas que pretenden cumplir la máxima aparentando que están cambiando para, en cambio (valga la redundancia), seguir igual.  Y quien así opina, se aboca a la mala praxis en la gestión de recursos, generalmente sin darse cuenta de su error, debido a esa falta de perspectiva que proporciona la falta de inteligencia que, a su vez, aboca a la mala praxis.  Círculo cerrado.

¿Cómo podríamos detectar al/ a la (¡hala!) mal/a directivo/a con una rápida interpretación de hechos observados?

Hay algunos/as de dichos/as dirigentes que poseen la capa de invisibilidad de Harry Potter y es difícil encontrarlos, salvo que tropiecen o pasen por delante del gato de Flint (el guardián del colegio), pero debemos arriesgarnos a buscar y buscar y buscar para que los/las adheridos/as al mal mandar, manden mal, pero en su casa.

Elijamos, en esta ocasión, tres casos de mala praxis en la función directiva:

1º) el/la desgastador/a, es decir, aquél que decide, implanta y controla una sistemática importantísima destinada a la reducción de gastos, tales como (¡atención!): uso de teléfonos móviles, sea dejándolos en la oficina al término de la jornada o con chequeo exhaustivo por parte del/la secretario/a de los números de destino, no sean que llamen a los/las amantes; fotocopias, no sea cuestión de que los/las desaprensivos/as en tiempo de crisis sigan trayendo trabajos del/de la niño/a a la oficina para duplicarlos con el tóner; consumo de papel, por lo cual habrá que aprovechar las impresiones no válidas para papel borrador, inclusive el papel periódico (del gratuito) para papel higiénico…

2ª) el/la desaparecido/a, o sea, quien por la mañana llega con la sonrisa de oreja a oreja o con la cara entre las piernas (sirven los dos extremos como síntomas inequívocos de parálisis en acción), saluda entre dientes expeliendo algo de saliva, y se enclaustra en el despacho, inclusive con cierre de llave si es preciso, y no hace mención de salir ni siquiera para evacuaciones fisiológicas (probablemente, se haya traído orinal de casa).  Imposible preguntarle por lo que se debe hacer.

3ª) el/la delegadón/a: dígase así de quien delega en exceso, con verborrea explicativa en extensión especulativa frente al interlocutor subordinado, hasta el punto, por ejemplo, de solicitar a su secretario/a que explique al/a la asistente/a del/de la doctor/a los dolores que siente profundamente en el pecho, juntamente con emisión de suspiros y eclosión de erupciones con prurito en el cuero cabelludo, antes de solicitar hora todas las semanas con un especialista distinto, hasta ir a parar al homeópata amigo de su hija, la cual le dice que mejor se multiplique por cero; otras acciones se resumen en dos: no tomar ninguna decisión sin consultar con su jefe/a o con una comisión, y dejar de firmar todos los partes de trabajo (los pasa a su secretario/a, a quien pide que le falsifique la firma).

Querido/a amigo/a, ¿me cuenta usted más casos de mala praxis de la dirigencia?  No se lo diré a nadie, palabrita del niño Jesús.

 

Nota: habrá notado usted que he usado siempre el masculino/femenino para provocar una sonrisa de satisfacción en Bibiana Aído... pero qué mal queda…  No lo volveré a hacer más.

Publicado en ForoRH nº 110 26/06/2009

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