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Molintonia

Los culpables de no vender

Llegaba Juan Beisti, de la Dirección Comercial.  Alguien dijo que venía de mandamás, pero luego nos enteramos de que era sólo un “currito” de Promoción y Ventas.  Tendría sobre los cuarenta y cinco, pelo canoso y cara de mala leche.  Nos convocaron fuera de horario laboral, en la trastienda de uno de los locales sin aire acondicionado.  Sólo estábamos los responsables de tienda.   Nadie se ocupó de encargar café, bastante hacía el gerente de Zona con pelotear al Beisti.

El susodicho Beisti mostraba buenas maneras, saludaba alegre (con sonrisa forzada y sarcástica) y se presentaba uno a uno a los asistentes.   A Farrete, nuestro gerente, se le caía la baba cuando alguno de mis compañeros saludaba con reverencia.
 
Comenzó la cosa con unas palabras pegajosas, como gelatina, dirigidas de uno a otro de los conductores de la reunión.   Después, nuestro gerente repartió como un pulgoso arrastrado unas fotocopias mal hechas, grapadas al revés, con el logo de la empresa en su versión borrosa, en la cual se recogía lo que el enviado iba a contarnos.

–Señoras y señores… (mentalmente, hice una rima que no me atrevo a repetir aquí)… La cosa está muy mal, muy mal.
–¿Cómo de mal? –le pregunté.
–Mucho… más de lo que ustedes se imaginan… mucho. 
–Según don Ramón, estamos a un 98% de lo vendido en el año anterior durante el mismo período… y estando en crisis…  –seguí tocándole las narices.

Don Ramón, léase Farrete, se puso muy colorado.

–Según mis datos –siguió el enviado mirando unos papeles manchados de aceite–, estamos al 72,12% de lo presupuestado en ingresos y al 105,3% en gastos.
–¿Presupuestó usted? –me ayudó Jaimito.

El gerente Farrete hacía gestos por detrás del ponente para que nos calláramos.

–No, yo llevo la acción comercial de este distrito. Por eso, traigo instrucciones claras para que suban las ventas.  Hasta ahora, aquí no se ha hecho nada bien.  Tengo información de errores en aplicación de ofertas y en el seguimiento al cliente.
–Y en la central, ¿han hecho todo bien? –largué con un inocente retintín.

Silencio sepulcral.  Tono de polvos talco en la cara de Farrete.

El Beisti movió la vista hasta donde yo estaba.

–Aquí se trata de lo que se hace mal en estas sucursales –me dijo mirando con furia al gerente.
–En estas sucursales hacemos lo que podemos, y la mayor parte de las cosas están muy bien hechas –me eché varias flores.
–No lo veo yo así.  Por ejemplo, no se ponen los carteles de las ofertas.
–Por ejemplo, los carteles de las ofertas contienen errores muy importantes.  ¿Pondría usted un cartel con información errónea para los clientes?
–Tampoco se han cumplido los planes de reducción de gastos, porque en esta oficina, por ejemplo, el gasto de luz ha subido un 17 %.
–En esta oficina, de la cual soy responsable, se ha estropeado el temporizador que apaga las luces del escaparate a las 0.00 horas, y no se ha podido reparar o cambiar porque se ha agotado el presupuesto de mantenimiento y en la central no nos dan más.  Solicité apagarlas al salir y me negaron la propuesta.  Se han fundido dos bombillas.

No seguí porque algunos de mis compañeros apretaban las piernas para ayudar a los esfínteres en su función (unos por mucho miedo, otros por mucha risa), y no era cosa de obligarles a ir todos juntos al baño.

Al día siguiente, Farrete me llamó a su despacho y me entregó la carta de despido, como no podía ser de otra manera.  “Casualmente”, ya tengo trabajo en el negocio de enfrente… y me he llevado una buena indemnización. 

Que les den.

Publicado en ForoRH, 9/07/2009

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