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Molintonia

Indecisión

Es como si se reflejara lo que ocurre detrás, incluso un asesinato. La pantalla está apagada, por supuesto, el ordenador está estropeado desde hace años, es un XT de Amstrad, me dijo Ernesto, con letritas verdes cuando funcionaba y con esos mandos cilíndricos que ayudaban a centrar la imagen.  Pero Ernesto le ha sacado una nueva utilidad.  Es hábil el chaval.  Hábil, o brujo, diría yo.

Hace un mes se cargaron a la vecina de ahí enfrente.  Mi amigo lo vio todo porque sospechó de una persona que subió con él en el ascensor.  Al llegar a su piso, entró a su cuarto y el pensamiento se le fue a ese acompañante de cabina.  Le entró un temblor y giró la cabeza sin motivo hacia el monitor de aquel ordenador antiguo que guardaba por cariño de cuando trabajaba en la tienda de informática. Lo vio, lo vio todo allí como si estuviera pasando detrás suyo y se reflejara en el cristal que hace de medio espejo.  Ni siquiera llamó a la Policía porque tiene asuntos turbios, no le vayan a trincar.

Estamos los dos en el paro y llevamos ahora unos días entreteniéndonos con lo que vemos por el monitor.  Le nombro a un tipo, lo invoca y de inmediato aparece en la pantalla a modo de visión reflejada con algo de distorsión por la tripa del cristal, como el que tenían las televisiones antiguas.  Somos un poco bordes y esperamos siempre a que haga cosas guarras: que se meta el dedo en la nariz, que se peda, se vaya a mear, o a cagar, que folle, que se haga una paja o que se meta un dedo por el culo.  De todo esto hemos visto, sobre todo de quienes nos caen mal, sobre todo del “Morcillas”.  Ojalá pudiéramos grabarlo y subirlo al youtube.  O mejor aún, venderlo a los programas cutres de la tele, si el prota fuera uno del famoseo.  Nos reímos un montón.

Lo de ayer salió algo chungo.  Ya me advirtió Ernesto antes de llegar.  “Prepárate, que vas a ver lo nunca visto”.  Me imaginé que por fin sabía la hora en que su profe de mates se tiraba al de naturales y lo íbamos a ver en primera fila.  Pero no.  Más fuerte aún.  Pero que muy fuerte.

Ernesto se despelotó sin decirme nada.  Me quedé mudo.  Y se metió en la pantalla, se subsumió.  Lo veía desde fuera como a un personaje de la tele y podíamos establecer buena comunicación, nos oíamos alto y claro.  Anduvo por ahí con el badajo colgando haciendo idioteces.  De pronto, se salió y apareció de golpe junto a mí.  Bromeamos un rato sobre la experiencia sin cortarnos un pelo al imaginar lo que podríamos ir haciendo a partir de ese momento.  Pero le dije que no, que yo no me colaba en la pantalla.  Hasta ahí podíamos llegar.  Me llamó de todo.  Y se volvió a meter.

En poco rato, apareció el “Morcillas” y le pegó tres navajazos en la tripa.  Tampoco voy a llamar a la Policía, así que me he despelotado –joder, espero que no me vea nadie–, me he atrevido a meterme en la pantalla y aquí estoy, esperando a ver qué puedo hacer.

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