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Molintonia

Ceferino y la motivación

Le diré lo que más me motiva para venir a trabajar: el sueldo. El mejor día del mes es el de cobro. Y esta afirmación es válida para la mayoría de los trabajadores. Si me ponen en un aprieto, cerraré la opinión dando a la mayoría un porcentaje de 90. Es decir, sólo a un 10% les interesaría del trabajo más otra cosa que no fuera el sueldo.

Ya sé, no es eso lo que se vende. Y hasta puede que tengan razón, que no quiero ser un dogmático. Me creería que algunas de las motivaciones que subyacen en el ser humano ni él mismo las conoce. Pero racionalmente, la gente se levanta para ganarse el pan, mientras los psicólogos no les den otro quehacer.

Hemos hablado de objetivos y evaluación. Ya hace tiempo que los dos suponen factores para el cálculo de mi sueldo. Pertenezco al primer escalón en el que se aplica esa forma de calcularlo, pues no soy directivo, pero tampoco estoy regido del todo por el Convenio aplicable. En tierra de nadie. Se supone que debería estar dentro de ese 10% que se levanta de la cama para ir a trabajar por algo más que por el sueldo.

Después de releer el párrafo anterior, me surge una duda fundamental: ¿qué factores deben influir para calcular el sueldo de tal manera que motive más de un día al mes (el día de cobro)? Supongo que habrá sesudos estudios sobre las respuestas, pero voy a pensar un poco en ello. ¿Lo hacemos juntos?

No sé por dónde empezar. Se me hacen los razonamientos casi filosóficos, hasta políticos. Si es que los temas de retribución son importantes. En fin, me centraré en lo que me he encontrado en mi andadura profesional.

Cuando empecé a trabajar, existían las Ordenanzas Laborales, donde quedaba absolutamente especificada la categoría profesional, con sus funciones a desarrollar, y el nivel salarial asignado. Así, al entrar en la empresa, ya podías hacerte una idea de lo que ibas a cobrar entonces y en los años venideros. He escrito ‘una idea’ porque algunos complementos estaban tan escondidos que se necesitaban complejos procesos de cálculo cada mes para obtener su cuantía correcta. Y he escrito ‘en los años venideros’ porque el movimiento ascendente se realizaba por escalafón, por antigüedad y por estudios reglados en algunos casos. En una ocasión, me entretuve en ir calculando minuciosamente cómo me iría aumentando el sueldo sin moverme de mi posición, entonces de auxiliar administrativo. Nada menos que el 53% en pesetas constantes, sin contar inflación o aumentos superiores. Eso es medrar en la vida sólo por crecer en edad. Uf, ya no me huele tan bien meter el sueldo de esta manera en la motivación.

Igualmente, la Ordenanza hablaba de diferentes principios aplicables a la relación laboral, es decir, el modelo de contraprestación laboral, donde había disposiciones que regulaban las promociones de categoría, además de la sistemática habitual del ascenso automático por antigüedad. En aquel tiempo, no me daba mucha cuenta de las implicaciones que esto podía significar, porque era una cuestión cotidiana en las empresas, con los sindicatos verticales en tono paternalista y el Régimen velando por el condumio básico de los españolitos, que aún se repartía leche en los recreos de los colegios.

Por otro lado, en este nuevo modelo retributivo que me imponen hoy, sin posibilidad de discusión, se llega a un sueldo personalizado, individual, ad hoc para cada cual, que se fabrica a partir de unas bandas salariales con gran extensión entre el máximo y el mínimo, por las que se moverá mi sueldo en función de su posición en la banda y de mis resultados en la evaluación. A esto se añade un porcentaje de pago variable según varios factores y determinados beneficios que cada persona puede elegir de un menú (sí, ha leído bien, menú, como en los restaurantes) a la carta.

Antes sabía lo que iba a cobrar dentro de 25 años. Ahora no sé lo que cobraré el año que viene, incluso puede que me bajen el sueldo, porque, si estuviera muy alto en esa banda que nadie me ha explicado y si además mi jefe tuviera un mal día cuando se decidiera evaluarme, me dejan sin aumento, lo que significa crecimiento negativo (qué paradoja los términos que a veces se utilizan), porque en euros corregidos por la inflación, estaría perdiendo el % que ésta hubiera subido. Es decir, que los buenos de Recursos Humanos se han creado la herramienta para saltarse misteriosamente la regla de que la empresa no puede bajarte el sueldo.

Bailamos de un extremo al otro del salón, ¿no cree?

Le voy a decir a usted lo que quiero ganar y cómo lo quiero ganar. A mí no me gusta sentirme un parásito que vive del cuento, pero también odiaría pensar que cada mañana salgo a la calle dispuesto a que me hagan una sangría. Como casi todo el mundo, trabajo para ganar dinero. Luego viene lo demás, pero esto es lo primero, porque si no necesitara ese dinero, me replantearía a qué dedicar mi tiempo. Quizá elegía lo mismo que hago, pero seguro que buscaría más satisfacción o menos marrones.

Yo quiero ganar lo que me merezca. Los merecimientos se miden por comparación, es decir, me consideraré bien pagado si quien da menos resultados que yo cobra menos que yo, y viceversa. Sí, ya sé que en mi tarea operativa es fácil de medir, que en otras tipologías de puesto resulta complejo. Pero le hablo de mí, de lo que conozco. Y como estamos en un mercado libre (me gusta), quiero que si la empresa de al lado me quiere, que venga y me fiche con buenos euros de por medio. Jo, esto me hace sentirme al mismo nivel de Ronaldos y similares.

Le voy a contar una contradicción, que no sé si es normal o extraordinaria. Según sea para mí, quiero un sueldo muy fijo, atadito, con las menos incertidumbres posibles y a ser posible garantizado a largo plazo. Puede que piense así por la generación de la que provengo, la del trabajo para toda la vida con ínfulas de funcionario. Puede, pero soy sincero y así se lo digo. Ahora bien, para mi equipo, al revés, me gusta tener posibilidades de variación de los sueldos que me permitan ir moviendo las actitudes hacia uno u otro punto. Poco me dejan desde Recursos Humanos, y desde aquí les hago una llamada para ampliarlo, tocar el salario de mi gente, más querría yo, pero es que lo veo necesario. Tiene que haber algo por lo que orientarse para movilizar las voluntades. Y lo dicho, lo primero que te mueve es el bolsillo, salvo que seas de la familia real de Arabia Saudí o similares.

Estoy reflexionando sobre la cantidad de motivación que me provoca el sueldo, o su composición. No sé, no sé. Hace tiempo me hablaron, luego leí bastante sobre ello, de la pirámide de necesidades de Abraham Maslow, esos escalones sobre los cuales vamos subiendo según cubrimos etapas, desde las básicas de supervivencia hasta la máxima de realización personal. Y si miro un poco hacia atrás, analizando los componentes que he tenido en mis equipos, es cierto que cada persona se encuentra en uno u otro escalón y que podrías acertar en lo que le motiva según el tramo de escalera donde se encuentre. Creo que hay bastante razón en ello. Además, pensando en el primer peldaño, puedo justificar haber hablado del sueldo en primer lugar para la motivación laboral, aún a pesar de parecer anticuado.

Así que me derivaré hacia otros aspectos relacionados con la motivación, siempre y cuando se haya reconocido el factor salarial como sólida base para convertirse en un paso importante hacia la satisfacción. Sus modificaciones actuales le añaden capacidad para influir en esa motivación siempre y cuando estén correctamente diseñadas, pero sobre todo bien comunicadas, bien entendidas y respondan a los criterios más objetivos posibles.

Buscando entre mis papeles hasta encontrar lo de Maslow, he hallado algunos artículos fotocopiados que me debieron dar en alguno de esos cursos para Mandos, que contienen mandamientos y consejos variopintos para mantener motivado al personal.

Es que dudo tanto…

Quizá sea un poco bruto con esta expresión, pero me solivianta, como jefe, ser casi siempre el pagano de las acciones para casi todo. ¡Como si los otros no tuvieran voluntad, vamos! Al trabajo ya hay que ir motivado por uno mismo, ¿o no? Bastante tenemos los jefes con no crear desmotivación, que a eso sí que me apunto.

Me creo poco eso de:

 

  • Cree un ambiente de trabajo positivo.
  • Involucre a sus empleados en la toma de decisiones.
  • Informe de la repercusión de cada uno en los resultados del departamento.
  • Hágales sentir que pertenecen a una empresa, a un grupo de entidad superior.
  • Establezca opciones de aprendizaje y promoción.
  • Recompense con agradecimientos públicos los logros, grandes y pequeños.
  • Premie los buenos trabajos y los buenos desempeños sostenidos en el tiempo.

 

Lo he copiado de esos artículos, pero no, no me terminan de convencer como obligaciones de los jefes. Somos personas, a pesar de que muchos digan que tantos aspectos ya están bien pagados e incluidos en el sueldo. No admito esa presunción. Ninguno de nosotros es Superman, ni siquiera los jefes o los directivos. Además, en mi oficio comercial, hay meses que algunos de mis chicos pueden ganar más que yo, así que díganme si por esa regla de tres, no tendrían que venir ya motivados de casa.

A mí nunca me ha faltado ni una gota de motivación para levantarme, salir a la calle, santiguarme y venir a esta santa oficina a ganarme el condumio. También le puedo decir que no ha habido ni un día en el que al menos haya provocado una carcajada con un chiste o una salida de tono distendido. Y he tenido días malos, como todo el mundo, y he pasado por altibajos de euforia y de satisfacción, de angustias y de contento espiritual; pero yo no puedo dirigir un equipo según tenga el estado de ánimo. Ni loco, por Dios. Lo que sí va en mi sueldo de jefe es el equilibrio, el no dar bandazos de un lado a otro con que si ha ganado el Real Zaragoza me siento pleno de entusiasmo y recompenso hasta el movimiento de un papel, como si tengo enfermo a mi padre traigo cara de desgraciado y castigo hasta el ruido de una grapadora. Hay que estar a las duras y a las maduras manteniendo esa línea constante llena de sentido común. ¡Pero si es el sentido común el que otorga esas líneas de actuación que he escrito ahí arriba! Con otras más, sobre todo, el respeto y la consideración.

No hay nada por inventar. Es tan fácil que sólo supone tratar a los otros como querrías ser tratado tú, si tu conciencia está bien formada, claro, si tienes unos valores de base que te marquen lo que esperas de tu entorno, tanto para recibir como para dar. Se está perdiendo el sentido del deber, el compromiso con uno mismo, con la satisfacción del trabajo bien hecho por responsabilidad propia, y sonreír cuando lo has terminado con un éxito que sólo te valoras tú. Sí, se está perdiendo. Quizá por eso tanto se dice que el jefe tiene que ser motivador. Existe la motivación de dentro y la de fuera. La de fuera podría venirte del jefe, y reitero que más que añadir, lo que debe hacer es no quitar, ser motivador, marcar unas pautas que no entorpezcan. Y la de dentro es la que tenemos cada uno con esos valores que nos llevan a la responsabilidad personal. En una palabra, a la madurez, que hoy tengo chicos que rozando los cuarenta aún se comportan como si tuvieran veinte. Para unas cosas, esto viene muy bien, pero para otras no, que no, a mí que me den gente con bondad, potencialmente maduros y con sentido común, que ya me encargaré de que su motivación no baje, pero no sé si podré hacer que suba mucho más de la que traen a la oficina.

¡Anda! Releyendo me doy cuenta de que he ido escalando por la pirámide hasta llegar al último escalón. ¿Habré querido decir que en estos tiempos los escalones son más altos o que las fuerzas para subirlos son menores? Quizá lo que debo hacer como jefe es mirar en qué peldaño se encuentra cada cual y ayudarle a subir al siguiente o a recuperar el que perdió por diferentes causas, personales o profesionales. Quizá. Pero no quiero complicarme la vida. Eso que lo contesten los especialistas de Recursos Humanos, que yo con buscar mi actuación de buena persona me basta y me sobra.

Para terminar este capítulo…

¡Ojo con la motivación! ¡Pero que mucho ojo! Viví casos entre gente de mi equipo, hace unos diez años, que me hicieron pensar largo y tendido. Durante un tiempo corrió por aquí una propuesta para ser un vendedor a tiempo parcial en una empresa de productos para el hogar, con unas metodologías de crecimiento y de pago en cadena (ellos lo llamaban red), que podían hacerte millonario. No es mi intención profundizar en estas formas de trabajo, que rayan en la ilegalidad, la ilicitud, o la inmoralidad. Aquellos chicos me contaban las formas en las que otra empresa, paralela a la que fabricaba y comercializaba los productos a vender, les iba aplicando inyecciones de motivación. Y he utilizado el símil de la jeringuilla porque más parecían aplicaciones de droga dura que otra cosa. Metodología estadounidense, me decían. Oh, oh, cuidado, que nosotros somos latinos, no anglosajones. Se trataba de acciones que miraban hacia “ese sueño” que todos queremos cumplir, esa “visión”, nuestras más recónditas ilusiones (colocando el alcance de grandes ingresos con ese trabajo como la solución caída del cielo para cumplirlas), y por medio de contacto individual, al principio, o colectivo, a través de reuniones multitudinarias, después, establecían modelos y ejemplos que abundaban en ese cumplimiento de tus sueños, generando maravillosas expectativas que no llegaban a cumplirse ni en el 1% de los casos. Tuve a dos chicos en tratamiento psicológico de desenganche, como si hubieran sido miembros de  una secta o algo parecido.

¡Ojo con la motivación! He conocido algunos nuevos jefecillos de sucursal que vienen de esa escuela americana y aplican técnicas que no sirven para nuestro caso de trabajo a largo plazo. Puedo decir que llegan a ser manipuladores porque muchas veces inventan o tergiversan la recompensa a ofrecer, se basan en medias verdades y generan sentimientos vulnerables al desencanto. Atención a estos métodos. Debimos cerrar nuestra sucursal de Tarragona dos años después de haber despedido a su jefe, nuestro líder de resultados durante tres ejercicios, porque se nos había esfumado la credibilidad ante clientes y empleados después de volar hacia el sueño deseado. Ante clientes, por acciones deshonestas con las primas de seguro únicas que prometían réditos inalcanzables; y con nuestros chicos, porque ese jefe manipulador les hizo creer que se harían millonarios en seis meses.

Un desastre.

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