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Molintonia

Quién motiva a quién

Actualmente existe un sin número de ‘mandamientos’ y consejos variopintos para mantener motivado al personal.

Sin embargo, estas ‘recomendaciones’ señalan al jefe como el pagano de las acciones para casi todo. ¡Como si los otros (los empleados, quiero decir) no tuvieran voluntad; vamos, que fueran niños de ‘teta’ a los que hay que llevar el tenedor a la boquita diciéndole:

“come, hijo, come”!

Al trabajo ya hay que ir motivado por uno mismo, ¿o no? Bastante tenemos los jefes con no crear desmotivación, que a eso sí que me apunto.

Me creo poco eso de: “cree un ambiente de trabajo positivo”; “involucre a sus empleados en la toma de decisiones”; “informe de la repercusión de cada uno en los resultados del departamento”; “hágales sentir que pertenecen a una empresa, a un grupo de entidad superior”, “recompense con agradecimientos públicos los logros, grandes y pequeños”, etc. Más que nada porque no me terminan de convencer como obligaciones de los jefes.

Somos personas, a pesar de que muchos digan que tantos y tantos aspectos ya están bien pagados e incluidos en el sueldo. Sin embargo, no admito esa presunción. Ninguno de nosotros es Superman, ni siquiera los jefes o los directivos. Personalmente nunca me ha faltado ni una gota de motivación para levantarme, salir a la calle e ir al trabajo.

También puedo decir que no ha habido ni un día en el que al menos haya provocado una carcajada con un chiste o una salida de tono distendido. Asimismo, he tenido días malos, como todo el mundo y he pasado por altibajos de euforia y de satisfacción, de angustias y de contento espiritual; pero yo no puedo dirigir un equipo según el estado de ánimo. Ni loco, por Dios.

Lo que sí va en mi sueldo de jefe es el equilibrio, el no dar bandazos de un lado a otro con que si ha ganado mi equipo de fútbol me siento pleno de entusiasmo y recompenso hasta el movimiento de un papel, como si tengo enfermo a un familiar traigo cara de desgraciado y castigo hasta el ruido de una grapadora. Hay que estar a las duras y a las maduras manteniendo esa línea constante llena de sentido común.

¡Porque es el sentido común el que otorga las líneas de actuación de lo que he escrito más arriba! Con otras más, sobre todo, el respeto y la consideración.

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