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Molintonia

Jorge Langa, técnico de sonido

Jorge es un buen especialista en imagen y sonido. Intentó aventurarse como autónomo, pero no le fue tan bien como esperaba, así que decidió enviar su currículum a varias empresas del gremio. Pasaron tres meses sin que recibiera una llamada sobre su candidaturas pero en la segunda semana de enero, se encontró nada menos que con cuatro ofertas sobre la mesa, justo cuando estaba comenzando un curso profesional de actualización que se prolongaba hasta el día 8 de febrero.

Se presentó a las entrevistas con esperanza y expectación, algo de nervios y bastante seguridad con el respaldo que le daba tanta opción en cartera. Le llamó la atención una convocatoria que le realizaron a través de email, en la cual aparecía el nombre inglés de una consultora. Le citaban con fecha y hora fijadas para “mantener un primer contacto con nuestra Gerente, la señorita Britney Johnson”.

El diseño de la comunicación era exquisito, pero le asaltaron dudas y decidió llamar al teléfono que aparecía en el banner que presentaba el link a la web de la empresa de selección. Le contestó Dolores Gracia, asistente de la señorita Gerente, la cual le confirmó la citación con una voz agradable, de película, y una amabilidad rayana en el empalago.

No guarda especial recuerdo de las otras tres entrevistas, que respondieron al sistema habitual, dos de ellas con quien sería su jefe directo en el trabajo, y una con un muchacho joven, psicólogo, en la que habló más el entrevistador que el entrevistado. De las tres recibió buenas noticias en menos de una semana, pero…

 La amabilidad algo pastosa de Dolores no tenía nada que ver con el encanto de Britney. A Jorge no se le ocurrió bromear con su tocaya Spears, a pesar de que el atractivo era muy parecido. Mantuvieron una excelente corrección en la entrevista, sonrisas incluidas, entre pregunta y pregunta que nunca antes había tenido que contestar, como la referida a sus reflexiones ante los éxitos y errores, o a su visión de futuro, o a sus contactos externos. Salió contento, pero poco satisfecho, porque quiso entender que no había ido nada bien.

Justo en la despedida, la Gerente le indicó para qué empresa estaba realizando la selección: nada menos que una de las más importantes del sector, con gran implantación regional y en expansión nacional e internacional.

A los tres días escuchó de nuevo la voz envolvente de Dolores:

—Sr. Langa, le informo que se pondrá en contacto con usted don Miguel Laiz, de la empresa Imasonisa, para citarle a una nueva entrevista. Muchas gracias por su atención.

Don Miguel, jefe de instalaciones, le recibió en su despacho, no muy grande, pero bien orientado hacia el sur, con un gran ventanal y decorado con radios, transistores y radiocassettes que serían tenidos como antigüedades en una exposición. Escuchó una oferta tentadora: sueldo de mil quinientos euros brutos mensuales, jornada de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, viajes como máximo cinco días al mes, pago religioso de horas extra y posibilidad de ser supervisor de equipo en seis meses.

Aceptó, no sin antes indicar que le gustaría terminar el curso de actualización.

—Por supuesto. Y así, ¿contaríamos contigo el 11 de febrero?– preguntó Miguel.

El día indicado, Jorge se incorporó a Imasonisa. Hasta hoy, ha ejercido de ayudante llevando de aquí para allá la herramienta, tirando cable, apretando clavijas, una función nada técnica, en localidades distintas a la suya durante doce días, es decir todos salvo los viernes, con jornadas capicúas de ocho a ocho, y seis pernoctas fuera de su domicilio. Calcula que hizo unas veinte horas extraordinarias de trabajo efectivo. En la nómina de febrero cobró 512 € netos.

Jorge lleva tres semanas intentando pedir explicaciones a Miguel, que nunca está.

Ayer, Jorge aceptó otra de las ofertas de enero, sobre la cual varios compañeros del curso le han informado que en esa empresa los jefes cumplen lo que prometen. El sueldo es de 1.200 € brutos y jornada partida.

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