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9º Bocadito de cine - La gran belleza, quizá una obra maestra

9º Bocadito de cine - La gran belleza, quizá una obra maestra

En este día que brilla como un sol en el calendario, hablaremos de La gran belleza, una película de producción italo-francesa, dirigida por Paolo Sorrentino, con guión del propio Sorrentino y de Umberto Contarello.  Está protagonizada por Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli y Serena Grandi,. Ha sido la ganadora del Óscar a la mejor película extranjera en la edición de este año, y además ha sido galardonada con el Globo de Oro y el Premio Bafta en esa misma categoría, entre otros galardones que la convierten en la película más premiada del año.

A lo largo de 142 minutos, se nos abre una visión romana de la vida, una visión crítica sobre la decadencia de una forma de vida, la del protagonista, Jeb Gambardella, un hombre de 65 años que vive de los réditos que le proporcionó una novela de éxito escrita en su juventud, titulada El aparato humano.  No ha escrito ni ha hecho casi nada más de provecho. Sin un hilo argumental preciso, sino con unas secuencias encadenadas, con toques del mejor cine italiano de los grandes maestros, nos va presentando pedazos de la vida del protagonista, interpretado excelentemente por Toni Servillo, ya sea a través del flashback, de los sueños, de las conversaciones, de fotografías, para ir presentando un rompecabezas que el espectador debe armar.

Mujeres de la alta sociedad, nuevos ricos, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, nobles decadentes, alta curia, artistas e intelectuales reales o fingidos fabrican relaciones inconsistentes en palacios históricos, en villas inmensas y en las terrazas más hermosas de la Ciudad Eterna. Precisamente, el otro protagonista de la película, es Roma, la cual aparece no tanto como una ciudad sino como un estado del alma, y no precisamente de lo más católico. 

Destaco especialmente la primera secuencia, con una fiesta discotequera presentada con gran maestría.  Por otro lado, el personaje de Ramona, streaper en el club de su padre, donde también ejerce la prostitución, una bellísima mujer que sabe que va a morir, con sus 42 años, plena vejez en el mercado de la carne, y mi tercera elección a detacar es el gran revolcón de realidad y sentido común que recibe Estefanía, una comunista con mansión y mayordomo. Ningún personaje es convencional y todos dejan huella indeleble.

Esta película ha seducido a la mayoría de los críticos, incluso a Carlos Boyero, que han llegado a calificarla de obra maestra.  Dice Boyero, en su columna de El País: Lo que en una primera visión me amodorraba o me irritaba ahora me resulta magnético. Las imágenes están reñidas con lo convencional, el tono esperpéntico adquiere sentido, la música está admirablemente utilizada, el permanente juego de máscaras no es gratuito, esa catarata de imágenes hipnóticas pueden fascinar a la retina.

A mí me está produciendo poso, quiero decir que con el paso del tiempo me cala más y la impronta que me ha dejado me lleva a querer disfrutar de su encanto nuevamente y esperar sus pinceladas con ansia de que permanezcan aún más adentro en mi memoria.

Ha sido comparada por algunos críticos con la gran obra de Fellini, “La dolce vita”.  En esta película, se transmite la visión desesperanzada de una sociedad decadente en los años 60, existencialista, en la que mueren los sueños y escapa la intimidad ante el acoso de los medios de comunicación.  En ella, Fellini pasó del neorrealismo al simbolismo.  El protagonista, interpretado por un magistral Marcello Mastroianni, es periodista y quiere convertirse en novelista, justamente el paso inverso que recorre el personaje de Toni Servillo en La gran belleza. En España, La dolce vita tardó en verse, no llegó hasta 1980, porque resultó censurada por el franquismo al calificarla L’Osservatore Romano, periódico del Vaticano, como obscena, quizá por la escena erótica de La Fontana de Trevi, con una sensual Anita Ekberg.

La gran belleza se crea igual que La dolce vita por secuencias inconexas que pretenden mostrarse así para que el espectador arme su puzzle o se entregue a esa gran belleza que se va destilando por cada uno de sus planos.

La gran belleza es una película triste, poderosamente melancólica, pero Toni Servillo, con unos registros expresivos excepcionales, repletos de naturalidad, consigue que interioricemos su complejo mundo de sensaciones contradictorias y que entremos en su doble y desoladora visión, la de sí mismo y la de lo que le rodea, una realidad de excepción fríamente disecada desde un escepticismo y una ironía que a veces se quiebra para llegar a rozar la trascendencia de la tragedia, pero que, en sus momentos más vibrantes y consistentes alcanza de lleno la virtud expresiva del mejor esperpento, de lo grotesco. La película desprende un humor que se encubre bajo lo extravagante.  Puede decirse que provoca una continuada socarrona sonrisa, Y conforme vas recordando sus personajes como avechuchos de la fauna romana, más triste y melancólicamente divertida te parece.

Pardójicamente, si se entiende que esta película retrata la caída del berlusconismo, resulta que ha sido producida por Medusa Films, propiedad del Grupo Mediaset, a su vez propiedad del expresidente italiano Silvio Berlusconi.

Terminaré con estas palabras de Luis Martínez, crítico cinematográfico en El Mundo: 'La grande bellezza', de Paolo Sorrentino, no es tanto una película como la descripción pautada de todo lo que queda cuando no queda nada; de esa sensación efímera, por pausada y diáfana, que precede a la aceptación tranquila de lo absurdo de todo. De todo esto. No es tanto melancolía como lucidez; no es dolor, es belleza. Sin duda, una obra maestra. Y bella. Profundamente bella. Hasta el ridículo.

 

Este espacio cuenta con el respaldo de la Escuela de Cine Un perro andaluz y con la colaboración de la tertulia Habladores de Cine.

Te deseo paz y alegría serena.

¡Hasta pronto!

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