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Anuncio hipócrita

Anuncio hipócrita

Sara miró con recelo una convocatoria de provisión de vacante que le llegaba a su casillero electrónico; rezaba: Responsable Administrativo, con unos requisitos que estaban a su alcance.  Supuso que detrás del asunto habría algún afán turbio… pero quedó interesada.  Al cabo de un rato, hizo unas llamadas a ciertos conocidos para tantear la posible realidad de la convocatoria.  Parecía ser que no tenían a nadie colocado previamente y que se había publicado gracias a la presión del sindicato para potenciar la igualdad de oportunidades.

En el anuncio de la vacante, indicaba que se realizarían pruebas de selección acordes con las funciones del puesto y detallaba una larga retahíla de ellas, sobre las que Sara acreditaba experiencia y cierta formación.  Ahora bien, para esas categorías siempre se había requerido titulación universitaria superior (Sara tenía el Bachillerato con cursos específicos), y esta vez sólo exigían más de cinco años de antigüedad en la empresa y de tres en puestos con funciones afines. 

A lo largo de los días previos a las pruebas de selección, se sucedieron comentarios y rumores que daban siete candidatos a la vacante, todos ellos en similares condiciones que Sara.  El día señalado sólo acudieron dos, Marcelo Tejedor, compañero de departamento, y ella misma, a la sede de la consultora externa que iba a realizar las pruebas y entrevistas requeridas.  Resultó agotador.  Seis horas de tests de personalidad, de capacidades intelectuales, de competencias, de conocimientos… más dos entrevistas con cargas de profundidad.   A pesar de ello, volvió contenta a casa.

Era el 31 de julio.  Sara se marchó de vacaciones sin conocer el resultado de las pruebas, pero dejó a una compañera con la petición de que le informara si surgían novedades.  Sara recibió dos llamadas; la primera, muy esperanzadora, le informó de que Marcelo Tejedor quedaba descartado porque tenía “pocas dotes de mando”; la segunda, decepcionante, el ultimo lunes de agosto, que le traía noticias de que la vacante había sido cubierta por un persona externa que venía de la consultora que había realizado la última auditoría de la empresa.

Se incorporó al trabajo a primero de mes… con la intención directa de solicitar informes sobre los resultados de sus pruebas. Nadie le dio razón, la enviaban de uno a otro responsable intermedio… hasta que se decidió a llamar al mismo director de Recursos Humanos, un señor muy paternal.  La recibió ese mismo día, le dio charla durante unos veinte minutos, y a la pregunta…

-¿Puede usted decirme cuál es el resultado de mi examen?

…el hombre respondió:

-Ha hecho usted un examen brillante.

-Entonces, ¿por qué no me han dado el puesto?

-Deberá usted hablarlo con el director de zona.

El director de zona eludió sus llamadas durante más de dos semanas, pero al fin le contestó… para decirle que debería acudir por su despacho en el día que le indicaría, para conversar con el consultor que preparó el informe del proceso de selección.

Sara se armó de valor y de argumentos para defender su derecho, pero se encontró con frases vacías o con mentiras hipócritas: “Usted vale mucho, señorita”, “nosotros pensábamos en que sustituyera a don Francisco”, “seguro que tendrá más oportunidades para acceder a puestos de este nivel, y nosotros le apoyaremos”...bla, bla, bla…

La gente del Comité de Empresa le dijo que no podían hacer nada porque era un puesto de libre designación por la empresa, que bastante habían conseguido con que se convocara prueba de selección abierta.

Al menos, es una empresa grande y con alternativas variadas.  Habrá otras oportunidades que Sara buscará por distinta vía que la publicación de vacantes por el conducto oficial de la empresa.

(Publicado en ForoRH núm. 147, del 16/4/2010)

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