La motivación
El sábado último, rodeado de amigos para dar buena cuenta de un asado, hablábamos de motivación para trabajar, de qué es aquello que nos empuja para dar algo más que presencia en nuestra actividad profesional. Éramos siete, ese número mágico, y a seis de nosotros nos llamó la atención el discurso del amigo de un amigo que apenas había venido con anterioridad a estas reuniones de “expertos” en Recursos Humanos. Él era un jefe comercial… Y voy a transcribir su opinión tal como la puedo recordar, a ver si soy capaz de aprender con él lo que se cuece cerca del cliente antes que en la ‘torre’ donde trabajo lucubrando sistemas de gestión para las personas.
“Les diré lo que más me motiva para venir a trabajar: el sueldo. El mejor día del mes es el de cobro. Y esta afirmación es válida para la mayoría de los trabajadores. Si me ponen en un aprieto, cerraré la opinión dando a la mayoría un porcentaje de 90. Es decir, sólo a un 10% les interesaría más del trabajo otra cosa que no fuera el sueldo.
Ya sé, no es eso lo que se vende hoy, ¿verdad? Y hasta admito que no tengo toda la razón, no quiero ser un dogmático. Me creería incluso que algunas de las motivaciones que subyacen en el ser humano ni él mismo las conoce. Pero racionalmente, la gente se levanta para ganarse el pan, mientras los psicólogos no les den otro quehacer.
A mí no me gusta sentirme un parásito cobrando sin aportar beneficios, pero tampoco quiero mirarme al espejo cada mañana y pensar que salgo a la calle dispuesto a que me hagan una sangría. Como casi todo el mundo, trabajo para ganar dinero. Luego viene lo demás, pero esto es lo primero, porque si no necesitara ese dinero, me replantearía a qué dedicar mi tiempo. Quizá elegía lo mismo que hago, pero les aseguro que buscaría más satisfacciones o menos ‘marrones’.
Yo quiero ganar lo que me merezca. Y los merecimientos se miden por comparación, es decir, me consideraré bien pagado si quien da menos resultados que yo cobra menos que yo, y viceversa. Sí, ya sé que en mi tarea operativa es fácil de medir, que en otras tipologías de puesto resulta complejo. Pero le hablo de mí, de lo que conozco. Y como estamos en un mercado libre (me gusta), quiero que si la empresa de al lado me quiere, que venga y me fiche con buenos euros de por medio. Jo, esto me hace sentirme al mismo nivel de Ronaldos y similares.
(Después de una pausa larga, meditabunda, respetuosa en el silencio…)
Les voy a contar una contradicción, que no sé si es normal o extraordinaria. Según sea para mí, quiero un sueldo muy fijo, atadito, con las menos incertidumbres posibles y a ser posible garantizado a largo plazo. Puede que piense así por la generación de la que provengo, la del trabajo para toda la vida con ínfulas de funcionario… Puede… Pero soy sincero y así se lo digo. Ahora bien, para mi equipo, al revés, me gusta tener posibilidades de variación de los sueldos que me permitan ir moviendo las actitudes hacia uno u otro punto. Poco me dejan hacerlo desde esa área tan difusa que es Recursos Humanos, y les hago una llamada para ampliar esa posibilidad: poder tocar el salario de mi gente, porque quiero tener herramientas potentes para movilizar las voluntades. Y lo dicho, lo primero que te mueve es el bolsillo, salvo que seas de la familia real de Arabia Saudí o similares”.
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