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Malinche, símbolo femenino de la colonización americana

Malinche, símbolo femenino de la colonización americana

Análisis del impacto de la figura de Malinche en la historia mexicana desde tres puntos de vista, expresados en estos tres textos:

 

„  Esquivel, Laura. (2005). Malinche. (pp.92-97)

„  Garro, Elena (1964). La culpa es de los tlaxcaltecas. En La semana de colores

„  Paz, Octavio. (2007 [1950]). Los hijos de la Malinche. En El laberinto de la soledad

 

MALINCHE, SÍMBOLO FEMENINO DE LA COLONIZACIÓN AMERICANA

La perspectiva de género que se ha desarrollado en las últimas décadas, aplicada a la historia de la conquista española, permite analizar el rol de la mujer y el significado de la femineidad en esta época histórica (1516-1519) desde otro punto de vista.

Los tres textos propuestos presentan diferencia en cuanto a su género literario.  Mientras que el extraído de Los hijos de la Malinche, de Octavio Paz, y que está incluido en su obra Laberinto de la soledad (1950), es un ensayo en el que se analiza la expresión ‘los hijos de la Chingada’, los otros dos son fragmentos de obras de narrativa.  La culpa es de los Tlaxcaltecas, de Elena Garro, incluida en el libro La semana de colores (1964) es un relato corto, con aplicación de elementos del realismo mágico, en el cual, la protagonista, un trasunto de la Malinche, vive dos realidades paralelas en épocas distantes. El tercer fragmento está extraído de una novela, Malinche, (2005), de Laura Esquivel, narradora mexicana que ficciona en términos contemporáneos la historia de la controvertida figura femenina en la Conquista, en la cual, esta ‘lengua’ (persona que traduce) mexicana es accedida sexualmente por Hernán Cortés en una secuencia con toques eróticos que pretenden expresar la analogía de una violación con la propia conquista del territorio y la destrucción de una civilización.

Las teorías feministas de Silvia Federici y Rita Segato quieren mostrar la imagen del continente americano con una simbología de mujer, estableciendo en ella los signos de explotación, apartamiento y menosprecio. Partiendo de teorías que a lo largo de la historia han expresado la inferioridad del sexo, se alargan en su interpretación para entender, con ese punto de vista, el impulso que movió a los conquistadores, quienes espejaban esa imagen femenina y, por tanto, inferior en su conceptualización, a todo el continente.  Marcaban así el deseo de posesión, la imagen de belleza y de aventura inexplorada, que desembocan en el fanatismo que lleva al maltratro y a la violación, rasgos proyectados de las acciones bélicas que constituyeron el dominio español.

Resulta llamativa y muy interesante la exposición que Octavio Paz presenta sobre el significado de la expresión ‘hijo de la chingada’. Aplicando ‘chingada’ a la madre, el personaje femenino más querido, busca rebajar su valor hasta llevarlo al suelo y pisotearlo para agravar la ofensa. “…la Chingada es la Madre abierta, violada o burlada por la fuera.  El ‘hijo de la Chingada’ es el engendro de la violación, del rapto o de la burla”.  La importancia radica en el acto volitivo de la mujer.  Mientras que la furcia recibe al hombre con consentimiento y hasta con deseo, aunque sea económico, la chingada es violada o raptada o burlada.  Hay violencia en el acto, lo que degrada aún más, ofende aún más.  Paz lleva su comparación hacia la figura de la Virgen y su cotejo, donde ‘la chingada’ sale peor parada respecto a su pasividad.  Desde ese punto, y tras indicar que “es la atroz encarnación de la condición femenina”, el escritor comienza a subsumir esos significados con la Conquista: “…no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación”. Y queda representado en la Malinche, que es “las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles”. A partir de ese momento, el ensayo se introduce en el cambio de paradigma que se ha producido en la sociedad mexicana al entender su verdadero origen, con el dolor que supone romper con la ideología anterior tan arraigada. 

El relato La culpa es de los Tlaxcaltecas presenta una profundidad extrema, desarrollado entre dos realidades paralelas que rompen con la linealidad temporal y cuya frontera es un puente (“Yo me quedé en la mitad del puente blanco…La luz era muy blanca y el puente, las lajas y el aútomóvil empezaron a flotar en ella”).  Está cargado de símbolos que representan a la masculinidad, cargada de un componente de dominio, con la significación del mundo opresor que conquista; el hombre indígena, identificado como familiar (primo, y a la vez marido, en ese pretendido incesto que se adjudicó a la Malinche, aquí llamada Laura, para añadir más infamia a la consideración de traidora por ambas partes.  El realto es una excelente muestra del valor literario de Elena Garro.  Presenta un llamativo juego de voces y tiempos intercalados que desbordan el seguimiento y la atención del lector hasta entender que se encuentra en un viaje entre dimensiones temporales, en una ensoñación que puede ser real o en la presentación de una locura del subconsciente.  En cualquier caso, dentro de la historia de la Malinche, es un grito de dolor y petición de auxilio desde la acusación de traidora, que se le adjudicó durante siglos, “traicionera”, solo por el hecho de ser mujer.

En el tercer texto, aparece una narración lineal, muy centrada en una relación íntima, con una estética que pretende ser erótica entre un contacto deseado y una posesión a la fuerza entre Hernán Cortés y su amante Malinalli, nombre indígena de Malinche. La secuencia se inicia con el deseo de la muchacha de brillar.  A continuación, relaciona la excitación sexual que le provoca al hombre la visión de la exhuberancia de las tierras, de sentir que son suyas, con la visión de Malinalli bañándose desnuda.  El giro de la descripción de las tierras hacia la del cuerpo desnudo de la muchacha simboliza la antes indicada asignación simbólica del continente americano a la imagen de una mujer; una mujer a merced del conquistador, del hombre, a la cual posee, a pesar de sus esfuerzos por evitarlo.  Pero no lo consigue.  Sigue buscando dominarse y, tras lamer con lujuria su pezón, simbólico alimento, a la vez que excitación, que pretende extraer de la tierra conquistada, se entrega a su deseo irrefenable.  “No le importaba nada, más que entrar y salir de ese cuerpo”.

Los tres textos son diferentes y complementarios, los tres dirigidos hacia la expresión simbólica de la asignación de la condición femenina a la tierra de las indias, aplicándole esas características que el mundo masculino atribuye a la mujer: belleza, aventura, conquista, dominio, explotación, fruto… Es significativo observar la diferencia de tratamiento entre las Crónicas, especialmente la de Bernal Díaz del Castillo, y estos textos contemporáneos; aquéllas desde la idealización y subjetivización de los autores, y éstos desde la ficcionalización de una historia con intención de mostrar otros puntos de vista sobre lo que significó lo ocurrido.

A mi parecer, estas teorías son interesantes para crear metáforas literarias y textos atractivos con la transferencia psicoanalítica.  Puede resultar apropiado como hipótesis creativa, pero, desembocarla en una tesis que pretenda explicar situaciones solo desde ese punto de vista, me parece forzado y parcial, sobre todo si no se añaden otras acciones que, tanto los conquistadores de las indias como los hombres, en general, han aplicado en su relación con las tierras colonizadas y el mundo femenino.

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