Ensayo breve sobre entrevista a Juan Madrid, realizada en 2011
Se trata de un análisis en el campo de la teoría literaria, la información cultural y a observar las distintas formas en que la creación artística se imbrica con la realidad, de acuerdo a la visión de este importante autor de novela negra, que relata en esta entrevista lo que entiende como literatura, la manera en que se enfrenta a la creación literaria y la forma en que esta se relaciona con la realidad.
(enlace a la entrevista al final del ensayo)
“Antes de escribirlas, las sueño”
Imaginemos, al modo Lennon, a quien pueda contar una revolución cultural mimetizándola con una inundación o “un desborde de agua”, a quien puede ver cómo se desnuda toda la gente en la calle y que admira las Pobres gentes, de Dostoievsky. Y añadamos el título de este artículo: imaginemos que una persona confiesa que “las novelas, antes de escribirlas, las sueño”. Probablemente, se aparezca desde ese mundo onírico una mujer dulce y encantadora, llena de sensibilidad, que derrota con su mirada. Creemos que, si así es imaginado, no es malo el camino, porque estamos seguros de que esa mujer sería la preferida por el escritor Juan Madrid para morir bajo ella. Sí, Juan Madrid ha declarado que así imagina su muerte suprema, si pudiera elegirla. Sugerente, sensual, masculino.
Esta persona, que también es un gran personaje, nació en Málaga en 1947 y vive en Malasaña, uno de los barrios más castizos de Madrid, ejerce de malagueñismo total, y se le nota. Son tres “Ma” y dos “Mala”, seguro que ahí están como una casualidad nada casual para unir esos dos ambientes que forman parte de su imaginario en el que crea y ambienta historias exentas de apego a la maquinaria comercial y que, sin embargo, vende, y vende, y vende. Explica convencido Juan Madrid que le gustaría contar lo que le hubiera gustado leer, una decisión muy certera para dar gusto. Es un gran lector, como procede en un gran escritor, pero antes fue un periodista incisivo, experiencia en la que se instruyó para generar un estilo franco, directo y abierto, que deja a sus personajes explayarse como si el autor no existiera, como si fuera una dramatización en las que los diálogos se convierten en las narraciones y las descripciones que el argumento necesita para sacar de su comodidad a quien lo lea. Un estilo propio, ese gran logro. Cada libro suyo es “una propuesta de mirada al mundo: al amor, al sexo, a la soledad…”, que quiere poner en cuestión algún aspecto de nuestra condición, desde el más pequeño, como una vida de barrio, hasta el discurso oficial, el del poder, que siempre es “camuflador, falso”, como pudo comprobar en su etapa de reportero. Desde entonces, está aprendiendo su oficio y, curiosamente, desde la soberbia de su tiempo de botones en una editorial en la que ahora publica, soberbia con la que se creía capaz de conseguir con facilidad ser como aquellos escritores, hasta la humildad en su madurez, en la que declara que no le gusta ninguna de sus obras y que aún aspira a escribir su mejor novela. Humildad que transmite sin falsedad.
Es escéptico sobre las calificaciones a sus novelas como negras, y mucho menos policiacas, porque escribe de la vida, de lo cotidiano, escribe sobre la realidad como la ve y la siente un hombre de a pie. Y llega ahí desde aquel impulso a destapar las letrinas del poder, el impulso de un periodista caliente que supo enfriarse para infiltrarse en la porquería, enfadarse cuando no le dejaron publicar lo que había descubierto… y echarse a la calle de la ficción para recuperar la verdad desde la impostura de la mentira literaria.
No se marca un estilo, deja que fluya, y lo explica con un símil en tono erótico (con personalidad marcadamente masculina): no tiene manuales porque “sería como hacer el amor con el Kamasutra en la mano”.
También nos deja intuir que Antonio Carpintero, su personaje al que coloca el sobrenombre de Toni Romano, es un alter ego suyo, de su misma edad y satinado de sus propios valores: autenticidad, con vergüenza, honesto, hombre de palabra. Duda sobre si existe la frontera entre el bien y el mal, y en que pueda marcarse a través de la ética y mucho menos con la estética. La cuestión que lo centra es conseguir la felicidad, y Juan Madrid se considera felizmente mantenido mientra siga escribiendo todos los días, más de ocho horas, de lunes a sábado y algún domingo, paseando o leyendo en los ratos libros y escapando de los focos mediáticos que tanto despistan de lo verdadero. Todo un oficio.Juan Madrid también se ha dedicado al cine y podría ser que tuviera los Días contados, pero seguro que volvería a escribir sobre la matanza de Puerto Hurraco, aplicando la lección de Sartre sobre qué es literatura. No son Malos tiempos para la literatura de Juan Madrid. Creo que sabiendo este final podemos empezar a escribir una novela, don Juan dixit, como si quisiéramos añadirla a los Episodios Nacionales, “sin hojarasca, aunque sea bella”.
Enlace a la entrevista analizada:
http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=1009175
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