Después
Se marcha veinte años después, veinte meses después. Lo esperé miles de días y mil atardeceres de cada sábado, llegó al fin y le doy el adiós para volver a llamar a otros dioses. Nada ha sido como entonces porque los tornos de la vida nos retranquean los corazones. Sólo me guardo un beso: el de la bienvenida, sólo uno, que me cercenó la entraña como un estallido de la memoria, torso desnudo, glande sabroso. Francho se apagó como una gota a gota del sentimiento diluido en la búsqueda que no cuajó. Apuesto, jugoso, alegre… diferente… otro.
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