Sensaciones de un desencanto frustrado
I
Con el alma
entre las manos
declina
la materia impura,
sumérgete en el espíritu
de la imaginación.
Toma
entre los vientos
el sendero del sentido
y grita,
calcinante,
la apología
de la libertad hallada.
II
Para podar una montaña
no necesitas
un hacha afilada.
Toma de la calle
la crueldad que se respira
y con tu dedo,
con su daño,
romperás
de un golpe seco
esa rama que le sobra.
III
De un libro sin nombre
Margen blanco.
Cuando entro
en la hoja
sólo siento
margen blanco.
La hoja
no tiene margen,
no encuentro letra,
y al cerrar
los ojos
tampoco veo.
Si los abro,
todo sigue blanco
y no hay margen.
Sólo busco
una voz,
una palabra.
Todo está blanco,
me pierdo en la luz.
La hoja termina
y al final de la hoja
veo luz.
Es la palabra.
Ya no hay margen.
Toda la hoja está escrita.
IV
Entras en la cueva y gritas.
El eco no te responde.
Tu voz
no se oye.
Quieres de la luz
que no te hiera.
La cueva
no es oscura,
tiene luz:
un rayo.
Te tapas
tras la piedra
y rezas:
dios, dios, dios.
El dios
no viene,
le hablas.
Gritas, gritas
y el eco repite.
Ya eres tú.
La luz no te hiere...
V
Tauromaquia
Al despertar al cielo
la sensación se vuelve estrella.
No existe lo negro,
porque cierro los ojos
y veo luz.
Molinete a la realidad
sin sufrir del rojo rubí.
Sueño blanco.
Verde mar.
Y despierto libre, saturado.
El mundo sigue igual,
no como antes;
el cariz ha cambiado
porque el filtro
se tiñó.
Sueño blanco.
Verde mar.
VI
Desde el alba grito libertad
para un dios de sueño
que reza en el mar perdido
llorando por ti.
Volverá de entre las rejas
con las alas batidas,
los ojos en luz,
la fuerza en el alma vacía,
llorando por ti.
Y entre lágrimas de desencanto,
cuando beba el sueño de ser libre
y tenga entre sus dedos
el cielo del amor,
ya no llorará por ti,
quebrará sus mejillas
con el miedo de entender
que no sólo el viento
es senda de libertad.
VII
Evasión
Despertar.
Rutina del amanecer.
El mundo no se derrumba, sigue.
Es tu vida lo que cae,
y se levanta, y cae, y se levanta.
El quehacer continúa
y tú has tropezado...
pero te arrastran.
No te detienes, porque el mundo sigue
y tú eres mundo.
¡Párate!, le exiges
y no quieres sino pedir: ¡Avanza!,
que pase el tiempo,
que siga más rápido,
y poder decir
a la vuelta del desahucio: ¡Ya pasó!
VIII
Descansa en la sombra
sin respirar
lo macabro de la espera,
sin conocer
el martirio de la reja
que antaño cerró la puerta del mar.
No quiere ver el sol
que ofusca su mirada
en el cielo
de la soledad.
¿Por qué morir?
No quiere despertar,
sueña en un país mágico
que no existe.
Lo sabe.
Morar en quimeras,
pedirle a las brumas el sol
que no luce,
gritar sumergido
queriendo que sepan su mal,
y cuando se acueste la luna
volver a vivir una lágrima de luz.
¡Dios, ven!,
No permitas su descanso
en el mundo oscuro.
Ha dejado de soñar
porque el rayo
le ha dormido
las ansias del vacío.
No morirá con el sol,
abrirá los ojos entre miedo
y cuando vuelva la luna
encenderá su luz de sueño.
¿Por qué morir?
IX
No, no,
hoy no te buscaré.
¡Aléjate!
Quédate en el cielo de la duda
y muere por una vez.
No me pidas desaliento,
hoy soy feliz.
X
Fuego,
fuego del mundo
que apaga
la sed
del deseado.
Del río
se desborda
la espuma del desencanto
y no apaga
el fuego.
No hay humo,
porque veo.
No hay calor
o siento frío.
Hielo y fuego,
fuego de hielo.
XI
Vibración
de sentir un dios en mis entrañas.
Ahogo
de saber mal en el destino.
Sin juicio,
sin amor,
puedo morir en el martirio
de romper el encanto
de una ilusión feliz.
Ser,
no separes mi carisma
de mi muro fingido;
no es para ti.
XII
Agonizaba entre cipreses
de aguja al cielo.
Miraba la muerte
entre ramas de angustia.
Era dios y su luz,
dios y una cruz.
Cuando se abrió la tumba
y respiró el aroma impuro,
miró hacia lo alto: la noche,
brío de victoria, talismán.
Era dios y su luz,
dios y una cruz.
Y crecía la aurora en color,
mataba la noche sin sangre
con fuego eterno de luz.
Ya no hay muerte, es la paz.
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