Color de hoja, verde mar
Perder
la inmensidad
por ti.
***
Acércate, mar
Mar,
acude a mí
y ahoga la pena
que hace morir
mi corazón.
De tu verde,
dame la caricia
de una ola.
De tu azul,
dame la sonrisa
de un susurro.
Quiero vivir en ti
como delfín
que busca
al náufrago
de la crueldad
dormida.
Desde la roca
te esperaré
para sentir
una sirena.
Acude a mí,
mar.
***
Marinero,
¡ven a mí!,
llévame
al mar.
De la brisa
tomaré
el postigo
que cierra
mis agujas.
De su entraña
beberé
la oscuridad
del gran misterio,
en la ola buscaré
el delfín
que me desliza
por la cueva
del sentido.
Del mar
quiero ver,
¡oh, dios!,
otra vez
a mi sirena.
***
Verde mar.
Quiero estar solo
en la hoja
del mar.
No me cubren
las olas
el apetito de una voz.
El faro centellea.
No viene nadie.
Los peces me ven
y escapan.
Quiero estar solo.
Me siento solo.
Cuando el mar
se enfurezca
moriré entre las olas.
Si Neptuno me llama,
acudiré a su morada
en un delfín sin alas.
No diré nada,
abriré mis brazos
y besaré su tridente
sin pasión.
Estoy solo.
Sobre un remolino,
una sirena cantaba.
Me tendía la mano.
De la roca
tomé un impulso
ciego
y la traje a mí.
No volverá al mar,
porque no era una sirena;
era una mujer morena
que rompía con su canto
el centelleo de la luna.
Con sus dedos
rasgaba
las cuerdas de una lira.
Con sus ojos
pedía
la mano del destino.
De su pecho
nacía
la caricia de una brisa.
Ya no estoy solo.
***
Estaba mirando cómo tu cabello
lloraba estrellas de mar
en lo oscuro de la noche tibia.
A lo lejos de tu rostro,
hacia el infinito de la nube,
nacía el mástil de un velero.
No había tormenta.
El velero vacilaba.
Tus cabellos de estrellas
ondearon al viento ruiseñor
figurando luz de guía.
Y el velero entre la bruma
despegaba la proa de las olas
furioso por llegar a ti.
***
Despertar tu sueño
con un beso de miel azul.
Mesar tu cabello
entre luces de noche sin fin.
Sentir tu piel
en la eternidad de un suspiro.
Amarte.
Más cerca.
Desearte entre encajes de luna
y brumas
para dormir en tu sueño
y escuchar la brisa
de tu ser enamorado.
Mujer,
verde sol de piedra pura,
hoy siento tu destino
entre sombras de felicidad
hoy siento de tu cielo
la paz en mi espíritu
sin miedo.
Amarte, mujer,
¡qué fácil!
***
Ven,
acaricia la palabra
que suena sin eco,
porque mi mano
no se detiene
en la linde
de tu alma.
***
En el Edén,
cuando el Sol se pone,
tu rostro brilla
entre las estrellas
porque su luz
no le pertenece.
***
He querido descansar de tu rostro
y he buscado el rocío.
Esta mañana no había flores,
no había rocío.
He buscado las flores
y no había violetas.
¿Por qué tu rostro me sigue?
He visto violetas,
pero estaban marchitas
en el frío de la noche.
Estaba mirando al cielo desnudo
cuando cantaba una alondra.
No venían las nubes,
estaba vacío.
¿Por qué tu rostro me sigue?
Sonaba el río con aguas tranquilas
y le he regalado una piedra.
El agua no era clara
y las ondas fueron turbias.
He escalado la montaña
y he tocado la nieve.
La he tocado en mis manos
y se ha derretido.
¿Por qué tu rostro me sigue?
He pisado la arena
y he mojado mi piel en agua verde.
El agua se ha enfadado
y ha enviado sus olas.
El cielo se ha vestido
y ha lanzado su fuerza.
Le he mirado
y en el traje de nube
he visto su rostro fuera de mi recuerdo.
He querido descansar de tu rostro.
¿Por qué tu rostro me sigue?
***
Sorbo de soledad
pensando en ti.
Tu mirada,
tu cabello negro,
tu capa de fuego.
Soledad
para pensar en ti.
***
Un halcón
hería las nubes.
Tendí la mano.
Debía sentir
sus garras
matando
mi muerte...
Una saeta
sin cuerpo
encendió
mi entraña.
Ven a mí,
arquera.
Sentí
de su rostro
luz inquieta,
entereza sin pie.
Descendí.
Mi mano
sin sangre
prendió
su carcaj vacío
y tomó
su anhelo.
El rey
de las nubes
moría en la noche.
***
Bella.
Tiznadas cuevas
de luz intensa;
curva de viento,
castigo suave;
algodón de rubí,
martirio indemne;
manto nocturno
de fuego muerto.
Tu armonía
inunda
desde la selva del infierno.
Tu luna simple
deslinda
la meta del sentido.
Y el mortal desesperado
que te admira
sucumbe.
Bella.
***
El silencio de un susurro
brama en lo lejano de mi seno.
La inconstancia de un gemido
derrumba la razón de mi agonía.
El capricho de un acorde
repica en el umbral de mi sentido.
No puedo morir sin ti.
Eres la onda de un molino sin muela
que gira sugestivo,
la piedra de una playa sin arena
que sonríe insinuante;
el lucero de una noche sin estrellas
que bizquea tembloroso.
¡Cálida inquietud!, aroma de ti.
Sentir que estoy amando,
sentir que te he besado,
sentir que la esquila de mi entraña
resuena prendida de tu anhelo.
¡Sentir de ti, qué fácil!
***
Al escuchar
cómo tu voz repica
en el eco del silencio,
abro el cristal de mi alma
a tu son
para que mi entraña
se estremezca.
Cuando siento
que vibras en tu canto
para decir en el cielo
la inquietud de tu sentido,
cierro la puerta a mi pensamiento,
llevando mi alma a tus pies.
Si el ruiseñor te acompaña,
apenas mi oído
conoce su canto,
porque entre haces de sonido
tu voz se deslinda,
se hace reina, como tú.
Son colores de música,
luces de malva y mar
en mi corazón,
llamadas de blanco
en capa púrpura
que robo al viento
para quebrar tu soledad.
***
Sensación
de unir dos almas,
éxtasis del amor.
Rozar el viento,
no despertar.
De sentirla dicha encontrada
suspiro
rayo
que no hiere.
Es torrente
que no cesa,
que mana del clamor
de una canción.
Es tormenta
que no arrasa,
que se esconde
de la brisa
cancelada
por la nube oscura.
Mujer de mí,
ampara otra vez
la noche
del destino
con tu fuego.
Brilla por siempre
en la meta
de mi anhelo
y no escapes
de la cerca
sin fronteras
que se tiende
en mi sentido.
***
Amar tu sonrisa
es tomar el cielo,
el mar y la brisa.
Mirar tu mirada
es gozar el fuego sin mal
y herir nada.
Amor,
quiero sentir en mi pecho
el susurro del viento
y tus caricias sedientas
que piden
una llamada de paz.
Romper tu silencio
es vender una estrella.
***
Estaba la luna roja,
la luna, la luna roja,
y tus labios reflejaban
la sangre rubí caliente
del torero herido.
Estaba la luna blanca,
la luna, la luna blanca
y tus ojos me decían
besa mi piel abierta
de mujer enamorada.
Estaba la luna azul,
la luna, la luna azul,
y tus manos me pedían
toca mi pecho ardiente
con tu espada ensangrentada.
Estaba la luna muerta,
la luna, la luna muerta
y el sol naciente despertaba
de mi sueño oscuro
al rocío con una luz quebrada.
***
Tu mirada, niña, tus ojos
A Federico García Lorca
Brilla un lucero en al alba
que en tus ojos se refleja;
tus ojos, niña del alma,
me miran y me desnudan.
Revienta el sol en cascada
mientras la luna se quiebra;
por el monte un caballo anda,
reluce el rayo amarillo,
y tus ojos niña amada,
me miran y me desnudan.
Tus labios quietos me hablan,
tu pelo negro me dice
acércate, ven y ama,
pero allá en el río, a lo lejos,
tus ojos, niña del alma,
me miran y me desnudan.
Cae tu enagua en la rama
y el sauce se despereza;
tus labios quietos me llaman,
la luz del alba me ciega
y tus ojos negros de hada
me miran y me desnudan.
El viento me arrastra y canta,
desliza un carro de luces
y allí me pide que vaya;
quiero besarte, mi niña,
pero tus ojos de amada
me miran y me desnudan.
Me lleva el carro a tu entraña
sorteando el sol amarillo,
y en la orilla, en la rama,
no estás, te has ido, pequeña.
Tus ojos, niña del alba,
me miran y me desnudan.
***
En tus ojos habita el negro
de la noche profunda,
negro resplandor de verdad,
noche limpia de rocío fresco
y luna llena de sonrisa.
Cuando los cometas aparecen
en tu noche con su cola de fuego
y sus destellos rabiosos,
el negro se hace luz de amor
o brasa inquieta.
Sin tus ojos deshago el mundo,
sin tu noche acaba el resplandor
y mi alma pide con silencio
que llegue un cometa
...quizá tuyo...
Soledad, amarga sonrisa,
espacio vacío a mi lado
que despierta el ansia de ti,
robando el tiempo al día,
quemando al sol rojizo,
llorando al amanecer.
***
Cuando hablas a una flor
y recoges de su cáliz
el rocío,
descansa en tu voz
una melodía de viento,
descansa en tu piel
un tibio aroma de espliego.
Palabra de miel,
susurros de estrella,
y en tus labios
un remanso de lunas y colores.
***
Caminando por un sendero
con luces de colores
mirabas un árbol seco
en un desierto de frío.
Tus dedos mesaban
hilos de viento
y tus manos esquivas
rompían el cielo.
Sobre tus cabellos
volaban gorriones y alondras
y entre rocas de hielo
escuchabas la risa del miedo.
Tus labios lamían
dulce de ángel
y las flores quebraban
tu hastío en el cieno.
El encanto se rompe
entre ramas de fuego
que prende
tu espina de amor.
***
Se entreabrieron tus labios
y rocé tu sabor a miel de lirio.
Mil besos
habría tomado,
mil besos
quise prender en miel de lirio,
pero aquel dulce desesperado
que mojó mi alma,
aquel dulce
estremeció mi dorso helado.
No escondías tu dulzura
ni aquella mirada de pasión
que prendió el encantamiento.
Se habían deshecho
tus labios en los míos
y la marca sensual de tu sabor
había perdido
el carisma del deseo.
Un beso.
Se entreabrieron tus labios.
***
Amor sin ti,
¡qué duro resulta
saber miradas
que mueren en tu seno!,
amor sin ti.
¡Qué daño regalas
cuando mis dedos
se alargan en sus yemas
y logran rozar
tu cuerpo
con risas de disculpa!
No quiero
que tus besos se dispersen,
porque llora mi corazón
cuando susurras
a un desconocido
matador de mi alma.
Si muero
alejado de tu esfinge
te amparará
mi agonía,
porque sabrás
que en la distancia
siempre contuve mi pensamiento
llorando por ti
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