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Poesía

Mi patria, mi corazón

Mi patria, mi corazón

Mi patria es mi corazón,

sin escudos ni banderas,

con mi yerma certidumbre

que destierra territorios,

defensas de avalanchas,

y lupanares de ocasión.

Como un águila certera,

mi sentimiento se convierte

en señorío del trono

y aleja las guerras de trincheras.

Ellos llegan hasta mis murallas;

las demás, hasta la profundidad,

sigo llamándolo patria... a mi corazón.

Como un león embravecido,

reúno mi espacio en la sabana

y se convierte en catedral

de un sanedrín entusiasmado.

Los ejércitos ya son de ternuras;

tu mirada, un sortilegio,

casi no la veo, acércate...

Mi patria, mi corazón.

Canciones

Canciones

Llegaste entre las nieblas

 

 Sin mirar hacia atrás

no puedo comprender

el sabor de tus besos

ni el calor de tu piel.

 

(estribillo)

Amor, amor,

enamorada de ti,

encendida de pasión

sobre un cielo sin fin

 

Llegaste entre las nieblas

de una fatal herida

que has curado

con mi alma encendida.

 

(estribillo)

 

Quiero tu amor eterno,

quiero tu risa hermosa

y que te sientas en mí

como la vida en rosa.

 

(estribillo)

 9.5.1984

 

 

Adiós, soledad

 

He descubierto que el amor

en nosotros sí mueve el mar.

¡Qué hallazgo de ilusión!,

sentir en mi pecho tu paz.

 

(estribillo)

Amor, amor,

enamorada de ti,

encendida de pasión

sobre un cielo sin fin

 

Tu piel en mi corazón

es ternura en un caudal

que transporta en su candor

el aliento de la verdad.

 

(estribillo)

 

Sentir dentro de mí el calor

de tu vencida soledad

sabe a fuego del albor

de la eterna felicidad.

 

(estribillo)

 

9.5.1984

 


Amor perdido

 

 

Eres tú la estela

que riega la noche

y deja tras ella

la luz del destino.

 

Eres tú el dolor

que lanza su capa

a las redes del alma

y escapa a su nube.

 

Eres tú el viento

que rompe las hojas

y quiebra las ramas

con hilos de estrella.

 

Eres tú la risa

que nace en el cielo

que muere en la tierra

y marchita la rosa.

 

Eres tú el recuerdo

de una triste historia

de un amor perdido

que rompe mi vida.


 

 

Una moneda, por caridad

 

 Caminaba por las calles

de la maldita ciudad

con su rostro carcomido

la chaqueta hecha jirones

y en su boca una plegaria:

 

“Una limosna, por caridad,

tengo esposa y dos retoños.

Tienen hambre, tienen frío

y sin trabajo, sin dinero,

¿cómo los voy a alimentar?

 

Trabajaba en una empresa

bajo el mando de un buen jefe

que murió una tarde fría

y sus hijos como cuervos

lo arrojaron a la calle.

 

“Déme una moneda, por piedad.

Me han robado mi trabajo.

Tengo esposa y dos retoños.

Tienen hambre, tienen frío,

¿cómo los voy a alimentar?

 

Todos miran de reojo,

todos pasan con desprecio

y él agacha la cabeza.

El recuerdo de sus hijos

le lastima la mirada

 

“Una limosna, por caridad,

por piedad, una moneda.

Tengo esposa y dos retoños.

Me han robado mi trabajo.

¿No sabéis qué es amar?

 

 

 

Háblame de estrellas

 

No seas inquieto

déjame vivir

no seas pesado

déjame soñar.

 

Espera mi llamada

quizá con el viento

llegaré a tu morada

quizá con el mar

 

Olvida mi rostro

mi ser, mis caricias

vete con el mundo

cántale al mar

 

Soy libre todavía

tu voz me consuela

tu piel me estremece

pero no quiero amar

 

Cuando te acerques

háblame de estrellas

y quizás oiga el amor

si me traes libertad

 

 

 

Eres tú el destino

 

 

Te miré a los ojos del alma

y encontré aquella ternura

que tu rostro presagiaba.

Eres tú el destino, amor.

 

Con tus manos en mi regazo

reposaba mi soledad

entre lágrimas de pasado.

Eres tú el destino, amor.

 

El manantial de nuestras almas

ha creado un nuevo cauce

con mis lágrimas, con tus alas.

Eres tú el destino, amor.

 

Se han perdido aquellas brumas

que nublaban el futuro,

se han creado historias puras.

Eres tú el destino, amor


 

 

Suspiros de arena

 

 

Ayer soñé con tus besos,

tu risa y tus caricias.

Ayer soñe con tu rostro

y aprendí a quererte más.

 

Eran tus dedos olas de mar

que tomaban mis brazos

entre sollozos de viento

y suspiros de arena.

 

Ayer soñé con tus besos,

tu risa y tus caricias.

Ayer soñe con tu rostro

y aprendí a quererte más.

 

Tu voz era un soplo de brisa

tus labios un pozo de amor

y la luz de las estrellas

un destello de ilusión.

 

Ayer soñé con tus besos,

tu risa y tus caricias.

Ayer soñe con tu rostro

y aprendí a quererte más.

 

 


Canción del encuentro

 

Aquel veinte de febrero

conocimos, extrañados,

al buen niño caprichoso

que jugaba con los dos

 

(estribillo)

Despertamos al amor

tan sutiles como el aire

que respira el infinito,

tan desnudos como el agua

que desborda el manantial.

 

Aquel veinte de febrero

nos sabía a novedad

de fervor inesperado

deseoso de pasión.

 

(estribillo)

 

Y descalzos nos prendimos

al destino tembloroso

que bailaba con el viento,

señalando una ilusión.

 

26.7.1983

 

El vagabundo

 

 Sin hacer ruido me acerqué hasta él.

Estaba recostado en el quicio de una puerta.

Tenía sus ropas desgarradas por el tiempo.

 

(estribillo)

Era un vagabundo

que tendía la mano al viento

y escondía su ruta

entre el mundo de los sueños.

 

Mirar sus ojos me daba calor.

No habían muerto como su ropa gastada.

Sufrían del alma que recordaba su vida

 

(estribillo)

 

Al sentir miedo me alejé de él.

Sentía de su olor el vestigio del pasado.

Temía de sus manos el saludo de la vida

 

(estribillo)

 

 

Villancico

 

Jesús está llorando

entre la mula y el buey.

En la paja del pesebre

salpican dos lágrimas

que Madre María ve:

 

“Jesús del cielo, no llores.

Hay una estrella en la noche

que dice amor y paz,

que ha rasgado las nubes

para enviar al mundo

gotas de felicidad”.

 

El ángel está llorando

entre una estrella y un pez.

A la piedra del monte

la hieren dos ríos

que soñó Padre José.

 

“Ángel del alma, no llores,

hay una estrella en el cielo

que dice amor y paz,

que ha prestado su brillo

a la noche del mundo

para dar felicidad”.

Cuando crujen los corazones

 

Vendrá 

 

Resbala…

a lo lejos, y va cayendo lentamente

aplastando los árboles, los árboles y un templo,

gente

nadie se atreve a darle nombre

y es gelatina que se esparce

para esconderlo todo

y atarlo

y darle formas redondeadas, sutiles

Avanza, avanza, avanza

estoy en la ventana, viene hacia mí

y todos corren porque han visto

las delicadas estatuas de cálido metal

que van quedando dentro de la masa

que resbala, avanza, cubre, deglute

Si miro atrás no queda nada,

no hay nada, sí alguien, no nada

enfrente la masa viniendo

la quiero y seré libre, bello, dulce

He subido al campanario sonriente

miro abajo, atrás un poco

resbala…

lentamente aplastando árboles, un templo,

gente

y sonriente ya espero, fuera

vendrá

 

 

 

Mil dudas y la espera 

 

Hacia donde los ojos respiran

el aroma de la certidumbre

quiero llevar mis pasos lentos y lejanos

como una pluma sin tintero.

Si volar fuera un deseo

caminaría hasta olvidarlo en el camino

con las alas de la paloma en mis alturas,

alas risueñas con semblante de guía

para la hondura de mis túneles.

 

Vienes y te vas, ¿qué eres?

¿te llamo esperanza? ¿o te llamo quimera?

Y las alas sonríen en un sarcasmo paternal

Sigo mirando al suelo,

unas piedras y una flor ajada,

mientras a lo lejos se abre una boca

-es una boca de luz-

y suspiro con los ojos cerrados

en una esperanza sin colores.

 

 

 

Ni ternura 

 

La soledad y una mirada hacia dentro,

no veo nada, ser de los arrecifes, ni a ti,

y eres cueva o escarcha,

lánguida, muerte, descalzo y triturado…

como los bueyes uncidos

hacia delante y ojos al suelo.

¡¡No!!

Los horizontes no se detienen,

nunca se detienen

aunque los desechos del alma

se alojen en esos huecos de la sonrisa.

Císimo, laderonque, monisquela…

que sí, que quiero nuevos vientos

en nuevos mundos

en nuevas palabras

en nuevos significados.

¡No!

Pero quién se arrastra,

arañazo, sangre seca y escozor

para forjar la senda que juegan a esconder,

y está allí, la encontraré.

Retira el rostro, no es tuyo,

no tienes mérito ni valor

ni mérito ni valor ni vergüenza

ni ternura, olvídate.

No.

 

 

 

 El hueco de la mirada hueca

 

En ese hueco de la mirada hueca, dulce

donde existe la frontera de las pérdidas

y los suspiros se cruzan con tu risa

y los aromas se guardan bajo llave

y mis palabras se equivocan porque mueren

allí, en un gris alocado lucernario hueco

me he varado para no verte, soledad…

para no verte, soledad, para no verte…

y estás, inevitable y dolorosa, sin quejidos

con las golosinas amargas de un disparo

que no puedes regalarme… aún, aún, aún

La paloma me lleva y muere, sin corazón

y abajo lodo y fiemo… oscuro y húmedo

más soledad entre la mirada hueca, dulce

el mundo sobre mí en la chistera roja

así todos ríen, no como tú, soledad,

ríen hiriendo, ríes protectora y amante

te aferras, me arrastras, huyes conmigo, o no

un chasquido, bramas, me giro, hablo

y me quedo solo, soledad, sin ti

La ceremonia

Un hombre es enamorado.

Ha ocurrido en una plaza, ahí delante,

y la imagen es esperanzadora.

Se han despertado unos pájaros

y la soledad ha quedado desparramada,

como rota en mil pedazos

por los rincones bajo los árboles.

Parece que ha sucedido así:

ella paseaba alrededor de la estatua,

un caballero doliente que adora a su caballo sin cabeza

iba leyendo un libro de Salinas

prologado por Cortázar.

Poesía de Amor, decía la portada.

Es de noche.

Hay luna llena.

Un rayo se espejaba en una gota de lluvia

encima del caballero,

la mujer se ha agachado a recoger un verso

y el rayo le ha impactado,

un rayo de luna

que ha convertido en blanco su vestido.

El hombre venía de negro,

o quizá de oscuro,

la noche lo ennegrece casi todo.

Iba despistado, pensaba en el número

de sus tareas como un canario en su alpiste.

Se han cruzado las pisadas

y el rayo se ha escapado.

Las pisadas del hombre y de la mujer,

un pie de puntera sobre el suelo

para sostener una rodilla en equilibrio,

otro pie caminando sin sentido

lleno de números sobre controles.

Se han encontrado

y el rayo se ha fundido, se ha fundido.

Pero ahora refulge el traje negro

y el vestido se ha quedado en oro.

¿Eso es el amor?

No, no, viene después de ese impacto

prolongado, miles de segundos para la escena.

La escena se detiene cuando el caballero

desciende del pedestal

con su espada en la mano.

El silencio se corta con acero.

Un cura pasea trasteando entre el alpiste,

se santigua,

se exaspera,

maldice al caballero del caballo

gritándole que quién es él para ser sacerdote.

“Sacerdote, Vuecencia, por ahora”,

le lleva escrito en un papel una paloma despierta

en nombre del de la espada.

¿Será que la espada es el altar para los amantes?

¿O quizás un cáliz y la forma?

Dos muchachas se han quedado paradas

sonriendo.

Ahora mueven las manos,

para prender los restos

del rayo de luna expandido.

Ellas tienen lágrimas,

y llevan una de sus gotas hasta la espada

del caballero,

que brilla,

que está afilada de sabores,

quizá el del mosto

que van a beber en la ceremonia.

El caballero se parece a Neptuno

o a un guerrero que luchó contra los moros.

Ella se está convirtiendo en una ninfa,

su vestido se hace túnica,

y sus ojos no son los mismos,

son castaños.

El hombre sigue sin moverse,

el impacto le ha quebrado el movimiento,

pero ella lo acaricia.

Llega gente por la esquina de la plaza,

gente para mirar el desgarro de ternura,

porque ellos la perdieron, la ternura.

La gente son otros.

Los dos se miran

y los otros miran, quieren vivir en ellos,

y no pueden.

La paloma del mensaje se apoya en una rama,

sobrevuela la escena como una pluma

entrando en su tintero,

y el ala derecha se aposenta

en el hombro del caballero,

sólo el ala,

la paloma regresa a la rama

y sonríe.

Neptuno con espada también sonríe

a la par de la paloma.

Y ellos se miran,

ya casi se besan con las manos,

los dedos rozados,

la túnica de la dama,

la capa del amante.

Los otros miran y se emocionan, ya no son gente,

son Uno para la ceremonia,

son los ángeles, las vestales,

héroes y gigantes, musas y guardianes.

Y cuando Neptuno baja la espada,

los amantes reverberan,

son como luz en un disparo,

los dioses se arrodillan

para rendir pleitesía a príncipes recientes,

regresados,

desde siempre,

antes se amaron y ahora lo saben,

nada es nuevo,

es renovado después de un giro casi eterno.

Se reconocen.

El cura enfadado se difumina,

ya es sacerdote el caballero,

ya es forma y cáliz la espada,

ya se besan los esposos,

ha sido un instante, un instante de infinito,

de infinito.

Y la plaza no es plaza,

templo enarbolado,

los árboles son señores de otros reinos,

la gente, sus ejércitos,

luna se hace la noche toda,

y todos se difuminan como el cura,

más alegres,

mientras ellos, uno y otro,

los dos,

uno solo,

márgenes de amor,

página repleta de ternura,

un aura dorada,

un deseo en rebelión para las pieles,

fuego,

un Amor.

 

...solo mira la paloma, que ya tiene sus dos alas...

Por una estrella

I

  

Una gota de luz cae hasta tus labios,

y de tu vientre nace una llamarada,

fuego de diosa, calor eterno,

que llega hasta mis labios, sedientos de ti,

se adueña de mi luz,

-tu luz-

y en el impacto sutil se unen dos almas

para rogar al cielo que nunca se apague,

fuego de diosa, calor eterno,

que muera jamás,

porque mi entraña se abre,

se cierran mis párpados... y sueño

con tu morada encendida,

con tu frescor de madrugada,

con tu luna blanca,

con un dios que, como tú,

me ocupa el alma,

conquista mi cielo,

y vuela, vuela,

entre destellos de amor y eternidad.

 

 

 

II

 

 Ojos de luz marina,

ojos de luz al amanecer,

labios abiertos, susurrantes,

piel de luna

y mirada clara,

ojos de luz marina.

Oigo tu voz, susurrante,

tu sonrisa, diáfana,

y mi cuerpo se convierte en un suspiro,

mi alma, en un sinfín de colores,

mi corazón, en un cielo enamorado.

Nacen palabras en el aire

que se tienen con hilos de seda,

y mis manos en tu espalda

se acurrucan en tu piel de luna:

calor, quietud, bendito placer de amar.

En el abrazo,

entornamos los párpados,

persianas de ilusión,

y la brasa crea fuego con lentitud,

como si no quisiera despertar,

crece y crece el beso suave,

tus manos, mi piel,

acarician, acarician

buscando un resquicio

deseando encontrar la puerta del amor

en el otro cuerpo, nuestro cuerpo;

y el amor no tiene puertas, ¿sabes?,

cada dulzura de tu piel,

cada latido de tu corazón,

son los peldaños

de la búsqueda inagotable;

y ahí surge el cielo, quizá edén,

porque tú y yo,

entendiendo los silencios,

nos unimos sin querer,

por pasión o por instinto,

convencidos de que somos alma,

alma pura, es decir, de Dios.

 

 

 

III

 

 

 

Con tu paz

mi entraña se despereza,

mi cuerpo busca las nubes,

mi puerta se deshace

y toda tú, princesa,

invades con sonrisas

la luna que miro,

la luna que busco.

 

Y esa transparencia,

diamante de bondad,

avanza hondo en mi alma,

como termita,

como hormiga,

en suave camino hacia el amor,

amor que dudas y tienes,

amor de hombre,

gota de Dios,

que no lastima jamás,

que siempre llena con dulzura,

que siempre regala sin respuesta,

gota de Dios

que habita en tu alma,

cielo de cariño,

que colma tu fe,

sendero de esperanza,

que habla de ti,

palabras benditas de amor.

 

Con tu paz

mi suelo desaparece,

mis ojos te sonríen,

mis dedos te recorren,

y toda tú, princesa,

invades mi corazón,

tal como deseé,

tal como deseo.

 

 

 

IV

 

 

 

Eres la caja de sorpresas, el sol,

como el arrullo de las olas, el mar,

como el cielo y un suspiro, el edén.

 

Esther, mujer, los ángeles te acercan,

tu ángel me sonríe, tu ángel,

y al oído me dice

amor, futuro, ventura, sólo dos,

dos y el mundo por conquistar;

y mi ángel, callado,

te acaricia con ternura

para que vueles y no escapes,

para que te dejes tomar,

para que muera el miedo

y contemples, feliz,

el camino en trazo corto

donde mano con mano, unidos,

podemos avanzar hacia la fe,

la fe en el amor.

Déjate llevar, mujer,

con el sentimiento, con la paz,

y mira hacia el destino

de saberte amada con dulzura,

con la pasión adolescente,

con la experiencia de quien quiere amar,

y olvídate del mundo,

que tu mundo está en gestación,

en semilla por nacer

y empieza hoy, cada día,

con cada beso, con mis abrazos,

con tu calor.

 

Y sabremos amar, porque...

eres la caja de sorpresas, el sol,

como el arrullo de las olas, el mar,

como el cielo y un suspiro, el edén.

La luna escapa

En las fantasías y deseos

de un color imposible

 me he acercado hasta tu puerta

 para esperar tu llamada

 y he creído encontrar las estrellas

 y las estrellas se desvanecen

 porque eres fantasía, es imposible.

 

 

 

 

 

En las fantasías y deseos...

  

I

  

Un día azul me cuenta tu recuerdo

adornado con pétalos y estrellas,

y sobre tu cabello

revolotean los destellos de una luz blanca

y tus labios se abren

y me llaman.

 

Extiendo mi mano a tu mano

y no estás, no te encuentro,

y con la luna blanca

una pequeña lágrima

conquista mi rostro.

 

Sé que no te has ido,

pero no estás, no te encuentro,

te busco con las luces,

te busco con la luna,

pero no estás, no te encuentro.

 

Un día gris se llevó tu mirada

adornada de luces y margaritas.


 

 

...de un color imposible...

 

 II

  

Los vientos blancos me hablaban de ti

y yo me dejaba llevar por sus coros vagabundos,

los vientos blancos me alejaban suavemente

y yo quería volver hacia ti con la luna entre las manos,

los vientos blancos me contaban susurros

que yo no quería oír

y tus palabras huían,

tus palabras morían con su eco lejano

en la claridad imposible,

en la belleza prohibida.

 

He decidido cubrir el color de los vientos

y el blanco se hizo gris, transparencia de perla,

porque yo volaba hacia ti,

y aunque el viento fuera tuyo

y en sus labios callara quejidos de un adiós furtivo,

no le creería,

porque sé dónde te escondes,

esperándome,

con tu entraña descubierta y los ojos enrojecidos,

con la luna deshojada y tu lecho desteñido.

 

 

 

...me he acercado hasta tu puerta...

  

III

  

Está cayendo un rayo de sol

sobre mi frente

y siento el fuego cerca

mientras tu recuerdo,

caricias y susurros,

me inunda de paz,

con episodios de ilusión,

con tu mirada azul y cálida,

cuando tu piel toma mi piel

y tus labios hablan de mí.

 

Tus labios, pequeña,

quiero que abran sendero

en mis labios.

Tus dedos, preciosa,

quiero que abran mi cuerpo

y mi entraña,

y en esa perdida soledad

quiero pensar en ti

como en un dios maravilloso

que todo lo hace fácil.

 

Quiero pensar en ti.

 

 

...para esperar tu llamada...

 

 IV

  

He querido oír palabras,

palabras de tus labios,

que nacen como rosas blancas

de tallos sin espinas.

He creído conocer tu sonido

entre los susurros del viento

escandaloso y lúgubre,

entre los gorjeos

de un gorrión asustado,

sin estridencias,

calmado,

como el vuelo de tu alfombra mágica

que me eleva sobre lo blanco de tus nubes

para olvidarme de ti.

He recorrido tus labios,

tus labios a veces malditos,

pero siempre dulces,

deseando escuchar

murmullos de paz y de sol,

y siempre surgía el vacío

comiéndose el aire,

y las palabras se escapaban

en el silencio

y el sonido se escondía

y tus labios, dulces y malditos,

rompían tu mirada

con el cristal del deseo inacabado.

 

 

 

...y he creído encontrar las estrellas...

 

 V

 

 Desde una burbuja de paz y pasión

la lucha se hace incruenta

porque pienso en la hora calmada

que desapareció.

 

Los ángeles de la razón

juegan un juego ingenuo de locos

y me envuelven con auras extrañas

para que no te entienda...

aunque siga conociéndote

sobre tu cuadriga de amor

que conduces hacia aquello que no muere.

 

Tu envoltura de cuerpo humano,

columnas de piel dorada,

corazón de papel cebolla,

toca a mi puerta

con los nudillos de tu alma

y yo espero

lo que jamás puede llegar,

con cordura,

contra los ángeles de la razón

y con tu regalo

de mujer enamorada.

 

En las noches de lluvia

quiero acercarme a mi sueño mágico

pasito a pasito,

en silencio, de puntillas...

y mi sueño mágico no está en la almohada

ni entre las sábanas,

se ha desvanecido con los ángeles de la razón

que en un juego ingenuo de locos

me arrebatan tu regalo,

y cuando logro encarcelarlos en un aparte,

 

eres tú, diosa de luna blanca

quien se aleja mirándome con paz y pasión

con tu lágrima de desencanto,

con la mano asiendo el alma...

y busco otra vez mi sueño mágico...

y sólo encuentro lágrimas sedientas

de morir en tu mano.

 

 

 

...y las estrellas se desvanecen...

 

 VI

 

 Quizá luzcan las brumas,

quizá el sol se haga oscuro,

pero en cualquier vereda sinuosa

la más leve sonrisa de tu alma

enriquece la soledad escondida.

 

El calor de las palabras,

la niebla en la distancia

y el gris de lo imposible

se agolpan uno y otros

y congenian, congenian

con esos segundos únicos

de tu presencia entera.

 

Han venido hadas y magos

para demostrar sus poderes

-gnomos y brujas huyeron-,

pero la magia blanca

de varitas y deseos

se diluye entre caricias

y no sirve, claudica y muere.

 

Y el canto del alba

envuelve la lucha dulce,

la eleva hacia las nubes

y se escapa, se escapa

y desaparece.

 

Quizá luzcan las brumas,

quizá el sol se haga oscuro,

pero el desvarío enternece

y los días crujen y crujen

como hojarasca

que volverá a sentirse verde

quién conoce cuándo.

 

 

 

...porque eres fantasía, es imposible.

 

 VII

 

Cuando tu imagen me inunda

y tus palabras se deslizan

hasta mi corazón vencido,

cautiva mis ojos

una lágrima dormida,

cierro los párpados

y entre las pestañas

quedan tambaleantes

días de rosas y esperanzas,

y mi lágrima solitaria

desciende lentamente

buscando en mi rostro

una rampa que le empuje

hacia sus hermanas que viertes por mí.

 

Con la noche

ni la compañía de las estrellas

consuelan a mi lágrima

en su búsqueda inagotable;

los destellos arrogantes

le obligan a brillar

y ella se esconde, se esconde

hasta escaparse   

con el calor rojo de mi mejilla.

 

Mi lágrima ya desaparece,

pero el surco ha hecho sendero

que muere en mis labios

para que con las lluvias de verano

si alguna gota más quiere nacer

lleve hasta mi seno

el sabor de su hermana

ya centenaria entre los días grises

de invierno y de rosas.

 

Si hoy cumpliera mil años,

mil años te daría,

mil veranos,

mil lágrimas sin estrellas

tendrías en tu regazo

creadas para ti.

 

Y al ocaso,

con la luz más amarilla

y las sombras alargadas,

si alguien pregunta por el sol

engrandecido y venturoso

sólo les contaré tu regalo

como una alegoría infantil

de un dragón que se escapó

cuando la luna se escondía.

Color de hoja, verde mar

  

Perder

la inmensidad

por ti.

 

 

 

*** 

 

 

Acércate, mar

 

Mar,

acude a mí

y ahoga la pena

que hace morir

mi corazón.

De tu verde,

dame la caricia

de una ola.

De tu azul,

dame la sonrisa

de un susurro.

Quiero vivir en ti

como delfín

que busca

al náufrago

de la crueldad

dormida.

Desde la roca

te esperaré

para sentir

una sirena.

Acude a mí,

mar.

 

 

 ***

 

 

Marinero,

¡ven a mí!,

llévame

al mar.

De la brisa

tomaré

el postigo

que cierra

mis agujas.

De su entraña

beberé

la oscuridad

del gran misterio,

en la ola buscaré

el delfín

que me desliza

por la cueva

del sentido.

Del mar

quiero ver,

¡oh, dios!,

otra vez

a mi sirena.

 

 

 ***

 

 

Verde mar.

Quiero estar solo

en la hoja

del mar.

No me cubren

las olas

el apetito de una voz.

El faro centellea.

No viene nadie.

Los peces me ven

y escapan.

Quiero estar solo.

Me siento solo.

Cuando el mar

se enfurezca

moriré entre las olas.

Si Neptuno me llama,

acudiré a su morada

en un delfín sin alas.

No diré nada,

abriré mis brazos

y besaré su tridente

sin pasión.

 

Estoy solo.

 

Sobre un remolino,

una sirena cantaba.

Me tendía la mano.

De la roca

tomé un impulso

ciego

y la traje a mí.

 

No volverá al mar,

porque no era una sirena;

era una mujer morena

que rompía con su canto

el centelleo de la luna.

 

Con sus dedos

rasgaba

las cuerdas de una lira.

 

Con sus ojos

pedía

la mano del destino.

 

De su pecho

nacía

la caricia de una brisa.

 

Ya no estoy solo.

 

 

 ***

 

 

 

Estaba mirando cómo tu cabello

lloraba estrellas de mar

en lo oscuro de la noche tibia.

A lo lejos de tu rostro,

hacia el infinito de la nube,

nacía el mástil de un velero.

 

No había tormenta.

El velero vacilaba.

 

Tus cabellos de estrellas

ondearon al viento ruiseñor

figurando luz de guía.

 

Y el velero entre la bruma

despegaba la proa de las olas

furioso por llegar a ti.

 

*** 

  

 

Despertar tu sueño

con un beso de miel azul.

Mesar tu cabello

entre luces de noche sin fin.

Sentir tu piel

en la eternidad de un suspiro.

Amarte.

Más cerca.

Desearte entre encajes de luna

y brumas

para dormir en tu sueño

y escuchar la brisa

de tu ser enamorado.

Mujer,

verde sol de piedra pura,

hoy siento tu destino

entre sombras de felicidad

hoy siento de tu cielo

la paz en mi espíritu

sin miedo.

Amarte, mujer,

¡qué fácil!

 

 

 *** 

 

 

Ven,

acaricia la palabra

que suena sin eco,

porque mi mano

no se detiene

en la linde

de tu alma.

 

 

 ***

 

 

En el Edén,

cuando el Sol se pone,

tu rostro brilla

entre las estrellas

porque su luz

no le pertenece.

 

***

 

 

 He querido descansar de tu rostro

y he buscado el rocío.

Esta mañana no había flores,

no había rocío.

He buscado las flores

y no había violetas.

¿Por qué tu rostro me sigue?

 

He visto violetas,

pero estaban marchitas

en el frío de la noche.

Estaba mirando al cielo desnudo

cuando cantaba una alondra.

No venían las nubes,

estaba vacío.

¿Por qué tu rostro me sigue?

 

Sonaba el río con aguas tranquilas

y le he regalado una piedra.

El agua no era clara

y las ondas fueron turbias.

He escalado la montaña

y he tocado la nieve.

La he tocado en mis manos

y se ha derretido.

¿Por qué tu rostro me sigue?

 

He pisado la arena

y he mojado mi piel en agua verde.

El agua se ha enfadado

y ha enviado sus olas.

El cielo se ha vestido

y ha lanzado su fuerza.

Le he mirado

y en el traje de nube

he visto su rostro fuera de mi recuerdo.

 

He querido descansar de tu rostro.

¿Por qué tu rostro me sigue?

 

 

 ***

 

 

Sorbo de soledad

pensando en ti.

Tu mirada,

tu cabello negro,

tu capa de fuego.

Soledad

para pensar en ti.

 

 

 ***

 

 

Un halcón

hería las nubes.

Tendí la mano.

Debía sentir

sus garras

matando 

mi muerte...

 

Una saeta

sin cuerpo

encendió

mi entraña.

 

Ven a mí,

arquera.

 

Sentí

de su rostro

luz inquieta,

entereza sin pie.

Descendí.

Mi mano

sin sangre

prendió

su carcaj vacío

y tomó

su anhelo.

 

El rey

de las nubes

moría en la noche.

 

 

*** 

 

 

Bella.

Tiznadas cuevas

de luz intensa;

curva de viento,

castigo suave;

algodón de rubí,

martirio indemne;

manto nocturno 

de fuego muerto.

 

Tu armonía

inunda

desde la selva del infierno.

 

Tu luna simple

deslinda

la meta del sentido.

 

Y el mortal desesperado

que te admira

sucumbe.

 

Bella.

 

 

 

 ***

 

  El silencio de un susurro

brama en lo lejano de mi seno.

La inconstancia de un gemido

derrumba la razón de mi agonía.

El capricho de un acorde

repica en el umbral de mi sentido.

 

No puedo morir sin ti.

Eres la onda de un molino sin muela

que gira sugestivo,

la piedra de una playa sin arena

que sonríe insinuante;

el lucero de una noche sin estrellas

que bizquea tembloroso.

 

¡Cálida inquietud!, aroma de ti.

 

Sentir que estoy amando,

sentir que te he besado,

sentir que la esquila de mi entraña

resuena prendida de tu anhelo.

¡Sentir de ti, qué fácil!

 

 

 ***

 

 Al escuchar

cómo tu voz repica

en el eco del silencio,

abro el cristal de mi alma

a tu son

para que mi entraña

se estremezca.

Cuando siento

que vibras en tu canto

para decir en el cielo

la inquietud de tu sentido,

cierro la puerta a mi pensamiento,

llevando mi alma a tus pies.

Si el ruiseñor te acompaña,

apenas mi oído

conoce su canto,

porque entre haces de sonido

tu voz se deslinda,

se hace reina, como tú.

Son colores de música,

luces de malva y mar

en mi corazón,

llamadas de blanco

en capa púrpura

que robo al viento

para quebrar tu soledad.

 

 

*** 

 

 

Sensación

de unir dos almas,

éxtasis del amor.

Rozar el viento,

no despertar.

De sentirla dicha encontrada

suspiro

rayo

que no hiere.

Es torrente

que no cesa,

que mana del clamor

de una canción.

Es tormenta

que no arrasa,

que se esconde

de la brisa

cancelada

por la nube oscura.

 

Mujer de mí,

ampara otra vez

la noche

del destino

con tu fuego.

Brilla por siempre

en la meta

de mi anhelo

y no escapes

de la cerca

sin fronteras

que se tiende

en mi sentido.

 

 

 ***

 

 

Amar tu sonrisa

es tomar el cielo,

el mar y la brisa.

Mirar tu mirada

es gozar el fuego sin mal

y herir nada.

 

Amor,

quiero sentir en mi pecho

el susurro del viento

y tus caricias sedientas

que piden

una llamada de paz.

 

Romper tu silencio

es vender una estrella.

 

 

  *** 

 

Estaba la luna roja,

la luna, la luna roja,

y tus labios reflejaban

la sangre rubí caliente

del torero herido.

 

Estaba la luna blanca,

la luna, la luna blanca

y tus ojos me decían

besa mi piel abierta

de mujer enamorada.

 

Estaba la luna azul,

la luna, la luna azul,

y tus manos me pedían

toca mi pecho ardiente

con tu espada ensangrentada.

 

Estaba la luna muerta,

la luna, la luna muerta

y el sol naciente despertaba

de mi sueño oscuro

al rocío con una luz quebrada.

 

***

 

Tu mirada, niña, tus ojos

 

A Federico García Lorca

 

 

Brilla un lucero en al alba

que en tus ojos se refleja;

tus ojos, niña del alma,

me miran y me desnudan.

 

Revienta el sol en cascada

mientras la luna se quiebra;

por el monte un caballo anda,

reluce el rayo amarillo,

 

y tus ojos niña amada,

me miran y me desnudan.

 

Tus labios quietos me hablan,

tu pelo negro me dice

acércate, ven y ama,

pero allá en el río, a lo lejos,

 

tus ojos, niña del alma,

me miran y me desnudan.

 

Cae tu enagua en la rama

y el sauce se despereza;

tus labios quietos me llaman,

la luz del alba me ciega

 

y tus ojos negros de hada

me miran y me desnudan.

 

El viento me arrastra y canta,

desliza un carro de luces

y allí me pide que vaya;

quiero besarte, mi niña,

 

pero tus ojos de amada

me miran y me desnudan.

Me lleva el carro a tu entraña

sorteando el sol amarillo,

y en la orilla, en la rama,

no estás, te has ido, pequeña.

 

Tus ojos, niña del alba,

me miran y me desnudan.

 

 

 ***

 

 

En tus ojos habita el negro

de la noche profunda,

negro resplandor de verdad,

noche limpia de rocío fresco

y luna llena de sonrisa.

 

Cuando los cometas aparecen

en tu noche con su cola de fuego

y sus destellos rabiosos,

el negro se hace luz de amor

o brasa inquieta.

 

Sin tus ojos deshago el mundo,

sin tu noche acaba el resplandor

y mi alma pide con silencio

que llegue un cometa

...quizá tuyo...

 

Soledad, amarga sonrisa,

espacio vacío a mi lado

que despierta el ansia de ti,

robando el tiempo al día,

quemando al sol rojizo,

llorando al amanecer.

 

 

 *** 

 

Cuando hablas a una flor

y recoges de su cáliz

el rocío,

descansa en tu voz

una melodía de viento,

descansa en tu piel

un tibio aroma de espliego.

Palabra de miel,

susurros de estrella,

y en tus labios

un remanso de lunas y colores.

 

 

 *** 

 

 

Caminando por un sendero

con luces de colores

mirabas un árbol seco

en un desierto de frío.

 

Tus dedos mesaban

hilos de viento

y tus manos esquivas

rompían el cielo.

 

Sobre tus cabellos

volaban gorriones y alondras

y entre rocas de hielo

escuchabas la risa del miedo.

 

Tus labios lamían

dulce de ángel

y las flores quebraban

tu hastío en el cieno.

 

El encanto se rompe

entre ramas de fuego

que prende

tu espina de amor.

 

 

*** 

 

Se entreabrieron tus labios

y rocé tu sabor a miel de lirio.

Mil besos

habría tomado,

mil besos

quise prender en miel de lirio,

pero aquel dulce desesperado

que mojó mi alma,

aquel dulce

estremeció mi dorso helado.

 

No escondías tu dulzura

ni aquella mirada de pasión

que prendió el encantamiento.

 

Se habían deshecho

tus labios en los míos

y la marca sensual de tu sabor

había perdido

el carisma del deseo.

 

Un beso.

Se entreabrieron tus labios.

 

 ***

 

 

Amor sin ti,

¡qué duro resulta

saber miradas

que mueren en tu seno!,

amor sin ti.

 

¡Qué daño regalas

cuando mis dedos

se alargan en sus yemas

y logran rozar

tu cuerpo

con risas de disculpa!

 

No quiero

que tus besos se dispersen,

porque llora mi corazón

cuando susurras

a un desconocido

matador de mi alma.

 

Si muero

alejado de tu esfinge

te amparará

mi agonía,

porque sabrás

que en la distancia

siempre contuve mi pensamiento

llorando por ti

Mi niño, pequeño rey

Mi pequeño querubín

de rostro moreno,

mi pequeño,

que en tu manos suaves

escondes inocencia

de mundo limpio,

déjame besarte,

besar tu piel dormida.

Mi pequeño querubín

de rostro inquieto,

mi pequeño,

que tu mente ingenua

aún no sabe destruir

la paz del alma,

déjame besarte,

besar tu piel dormida.

 

 

 

 ***

 

 

En ese lugar de la luna donde tú habitas,

en ese lugar donde el día no llora

y la noche te acuna con el parpadeo de mi estrella,

en ese lugar, mi niño,

jugarás un cuento de hadas

con delfines y ballenas,

piratas y corsarios

que nunca más volverá a ocurrir.

 

He visto a tus ojos volar

con el ruido de un cascabel

y he oído, sin eco en tus labios, papá,

cuando soñabas con miedo una tormenta.

 

Has robado las piezas de mi ajedrez

y mientras rompías el rey blanco

yo sonreía,

yo sonreía cuando tus zapatos

machacaban el barro

y volteabas el cubo de arena,

cuando, risueño, conducías el caballo de cartón

por las aceras

y mirabas a la gente como rey de un país infantil.

 

Me has enfadado

con tus pataleos de capricho,

con tus travesuras en el agua.

Me has enfadado, pequeño,

porque no comprendía la luna donde habitas.

 

Y allá, por la mañana,

cuando despiertas con los ojos encogidos

y retozas en mi cama,

tiras la sábana al suelo

y castigas mis rodillas,

sé que tu luna ha vuelto

y la quieres acercar hasta mi puerta.

 

Cuando alguna vez, mi niño,

quieras llevarme

a la luna donde habitas,

enséñame tu sonrisa

y tus manitas sucias de barro,

que yo jugaré a ser tu vasallo

en ese mundo de hadas y gigantes.

Yo seré tu guardián,

tú serás mi señor,

y con los brazos entrelazados,

el mundo no existirá,

para vivir en la luna donde habitas.

 

 

 

***

 

Hoy he tenido tu mano en mi mejilla

y una caricia regalada en la noche

mientras dormía.

La noche te dio un mal sueño

con el capitán Garfio

y sus piratas malvados,

y me has convertido en Peter Pan

para librarte de su acoso.

Te oí llorar un llanto de miedo

con un chasquido de espadas

en tu sueño;

llamabas: ¡Peter Pan, Peter Pan!,

y yo me calcé las botas puntiagudas,

el traje rojo

y las ganas de volar con Campanilla.

Te deslicé entre mi brazos

y volamos, volamos,

hasta el refugio de mi cama,

bajo las sábanas y su calor.

y entre hipo y sollozos,

cuando te convenciste de tu salvación,

tendiste tu mano a mi mejilla,

mejilla de Peter Pan,

con una caricia regalada en la noche

mientras dormía.

 

 

 ***

 

 

Estabas riendo con tu carcajada limpia,

tus ojos brillaban con destellos ingenuos

y en tu rostro dibujabas los colores

de un jardín feliz.

Mientras, con la carga diaria tan pesada,

con el cúmulo de tareas cumplidas,

mi cabeza pugnaba por una paz

que tú me negabas.

Te odié por un estúpido momento, mi niño,

lancé el periódico contra el jarrón

y contraje mi garganta enardecida

gritando que callaras.

Entendiste terror, pequeño,

te asustaste y corriste hasta la mesa

para encontrar cobijo entre sus faldas

de eterna protección...

y con tu sollozo y tu cara asustada,

con mi entraña estremecida,

descendió hasta la puerta de mi alma

la luna donde habitas.

Quería prestarme su blanco, gris, azul.

Me acerqué hasta tu escondite

y tendí mi mano a la tuya,

la tuya que temblaba

porque no me entendía...

y tu mirada vacilaba.

 

Yo te dije:

“Soy el mago de la sonrisa

y quiero hacerte volar, mi niño”,

 

y tu mirada vacilaba.

 

“Jugaremos a una aventura

entre olas y gaviotas,

yo seré un capitán,

tú mi timonel,

y navegaremos, navegaremos

hasta la isla de la Fantasía”,

 

y tu mirada vacilaba.

 

Corrí al cajón de tus juguetes

y tomé la espada de capitán

y el bicornio de pirata.

 

“Al abordaje, mi valiente”,

te grité,

y subiste a mis espaldas

con la misma sonrisa que me enfadó,

apretaste las rodillas a mi costado

y ordenaste:

 

“Acabemos con Barba Azul”.

 

Y el blanco, azul y gris

de tu luna encantada

pudo conquistarme

y traspasar la puerta de mi alma

con la misma sonrisa que me enfadó.