Ser feliz
Este título es un motivo interesante para escribir. Y también lo es el entorno de donde lo he tomado para impulsar estas líneas: las declaraciones del mejor jugador de la Eurocopa 2012, Andrés Iniesta, justo al finalizar el partido, en las que dice: no juego para ganar balones de oro, juego para ser feliz.
Somos tricampeones, pero no sólo por haber llegado y ganado el último partido del campeonato. Somos (me sumo a la euforia utilizando la primera persona del plural) un equipo sublime, un equipo de leyenda que transita en éxitos a la par que la crisis nos hunde, profunda paradoja.
Y esa leyenda me resuena para evocarla porque no está conseguida de cualquier manera. Me he fijado en los modos, en las formas, en las maneras… en los valores. Desde hace varias décadas, nos hemos hinchado la boca con grandilocuentes peroratas acerca de la gestión por objetivos con valores… que si debemos encauzar la consecución de resultados con una pátina de honor que lo autentifique… No fueron éstas las acciones ni las palabras de los dirigentes económicos ni políticos, que han liderado nuestras empresas e instituciones con una doble moral que aún necesita ser cuestionada de verdad, con la inexistencia de valores que demuestra los bajos escrúpulos a la hora de tomar decisiones para el propio enriquecimiento personal, ya sea más poder, ya sea más dinero. Se ve que los gurúes no influyen en los líderes sociales tanto como predican, y mucho menos en los financieros.
A la par de estas graves inmoralidades, ha ido surgiendo un equipo de trabajo, cuyas actuaciones han sido más públicas que las empresas del IBEX: la selección española de fútbol que se ha convertido en el mejor equipo del mundo de todos los tiempos, generando inéditos resultados deportivos y económicos.
No ha sido flor de un día, nada casual o puntual, sino producto de un trabajo técnico y humano que se ha desarrollado en diferentes clubes, con diferentes líderes desde que estos chavales empezaron a destacar en las primeras convocatorias como seleccionados juveniles. No me voy a extender en las impresionantes cualidades individuales o colectivas que poseen, porque han sido expuestas y desgranadas hasta la saciedad por grandes técnicos en la materia. Esta selección configura una unión de grandes futbolistas que será difícil volver a encontrar. No obstante, nada ocurre por casualidad y alguien le encontrará la razón para ello.
Hace dos años, con la Copa del Mundo en nuestras manos, hablamos usted y yo sobre las tres haches de Vicente del Bosque: humanidad, honestidad y humildad, cualidades personales que se extienden por el equipo que lidera hasta crear un estilo de comportamiento que envuelve y arropa al estilo de juego. Y me decanto por alabar con mayor énfasis las particularidades del estilo de comportamiento.
Para trabajar en equipo con garantías de obtener la mayor creación de valor, y además sostenida en el tiempo, es necesario aportar las cualidades “hache”, que se demuestran de raíz profunda cuando se aplican en situaciones emocionales límite, en aquellos momentos donde la emotividad de los acontecimientos hace casi imposible el control de las acciones y surge de veras el personaje que todos llevamos dentro.
Este equipo que nos ocupa ha pasado por varias situaciones en las que ha demostrado el arraigo profundo de esos valores. Está configurado por jugadores destacados que llegan a presentar hasta veinticuatro títulos individuales, con sueldos multimillonarios, lujo, fama y glamour a raudales en su alrededor. Y en la euforia del triunfo están demostrando que esa constancia en la creación de valor se basa en convencimientos como saber que hay adversarios en lugar de enemigos, y que la competitividad contra el otro debe sustituirse por la superación personal. A pesar de provocaciones, los eternos rivales en otros ámbitos deportivos se convierten en compañeros, e incluso amigos, en el interior de este equipo. Y a pesar de provocaciones, han huido de la prepotencia y de la soberbia para disfrutar con sencillez de la alegría de los éxitos.
Es impactante observar a los hijos de Torres, Arbeloa y Reina en el césped. Da escalofríos escuchar los recuerdos de don Vicente para la selección perdedora, Italia, con elogios para su mérito. Gusta sentir a Xavi Hernández reencontrado consigo mismo sin caer en la falsa humildad. Y provoca una sonrisa de satisfacción la declaración de Torres, diciendo que “Mata necesitaba este gol”, recordando la asistencia que le brinda para ceder parte de su éxito a un amigo y compañero.
Esta selección está creando valor sostenido en el tiempo. No se trata sólo de resultados, triunfos o títulos, sino que aporta modelos y ejemplos con su forma de actuar, basados en los valores que generan sentimientos de plenitud más allá del éxito efímero. Como dice también Iniesta: merece la pena llegar hasta aquí para sentir la felicidad de los demás.
Ser feliz buscando la felicidad de los demás.
(publicado en ForoRH nº 211, de 15 de julio de 2012)
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