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Análisis comparado de dos poemas vanguardistas, de Juan Gelman y Miguel Hernández

Análisis comparado de dos poemas vanguardistas, de Juan Gelman y Miguel Hernández

Análisis de los poemas, Oración de un desocupado, de Juan Gelman, y Aceituneros, de Miguel Hernández, observando similitudes y diferencias con atención a los elementos formales, temáticos y conceptuales con los que están construidos, para y, finalmente, emitir una valoración.

(poemas transcritos al final del texto)

Juan Gelman (1930-2014) es un poeta argentino-mexicano, periodista y activista político, lo que le costó la cárcel y el exilio.  Perteneció al grupo Boedo, al que se le adjudica el comienzo de la literatura social argentina. Otros grupos a los que perteneció también nacieron con un compromiso político-social a través de la poesía.

El poema a comentar Oración de un desocupado se incluye dentro de su primer libro publicado, Violín y otras cuestiones (1956), lo que realizó dentro del grupo “El pan duro”, con ideas revolucionarias de alto contenido social. Está referido a la denuncia de la exclusión social de una persona sin empleo.

Miguel Hernández (1910-1942) es un poeta y dramaturgo español, al que se adscribe a la generación del 36, pero que también es considerado como propio por la generación del 27.  Su poesía tiene un alto contenido social con implicación política.  Falleció en la cárcel por causas de salud, condenado a prisión por el régimen franquista.

El poema elegido Aceituneros fue publicado en 1937 por el Frente Sur del Partido Comunista en plena Guerra Civil española y después incluido en Vientos del pueblo.  Trata de la creación de autoestima por el trabajo frente a la explotación laboral

Presentan una métrica muy diferente, ya que Oración… es no estrófico, de 31 versos libres, con extensiones irregulares que oscilan entre un verso inicial de 2 sílabas (“Padre”) a modo de vocativo, y dos de 5 sílabas, a otros 5 endecasílabos con 13 endecasílabos. Se compone de dos oraciones, la primera del verso 1 al 8, y la segunda desde el 9 al final.

Aceituneros presenta una estructura más clásica, con 12 estrofas (cuartetas), versos de arte menor (8 sílabas), con rima consonante alterna (abab). En las estrofas 1, 5, 10, se repiten los dos primeros versos “Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos,” que quedan así a modo de estribillo, lo que facilitó que se convirtiera en base de canciones de protesta y en el himno oficial de la provincia de Jaén.

Oración… está escrita en segunda persona, con un tiempo verbal de imperativo que se convierte en una repetición (“bájate”, v. 2, 9, 14, 26), de forma exigente o suplicante, dirigiéndose al Padre, con un tono intimista de dolor y queja, que recalca con enumeraciones antecedidas del demostrativo “este” que hace más cercana y actual la referencia (“…este zapato roto, / esta angustia, este estómago vacío”, v. 15-16).  Utiliza un lenguaje directo, con pocas figuras literarias, términos de uso común y una emisión de queja que puede evocar aires de las letras del flamenco. Utiliza términos que mueven a la compasión (“tócame el alma / mírame el corazón / yo no robé, no asesiné, fui niño”, v. 22-24).  También usa imágenes del cuerpo humano, con esa connotación de dolor, que de físico se convierte en existencial (“estómago vacío”, “sin pan para mis dientes”, “gritar a sangre en cuello”, v. 16, 17, 31).  Precisamente, impacta ese verso final, “gritar a sangre en cuello”, como alarido de desesperación en un tono traído a través de todo el poema de desencanto y decepción.

Aceituneros es también un poema de compromiso, de protesta, que se expresa por lo físico, aunque ahí es por el esfuerzo dado para que la tierra dé sus frutos (“el sudor”, v.8, “la sangre”, v.21, “la herida”, v.23, “la frente”, v.27, “la cabeza”, v.28, “los pies y las manos”, v.34). Marca, como Oración…, un clamor por el expolio social, en un caso por la falta de trabajo, en el otro por la explotación laboral en los cultivos.  Y si bien en el primero, la invocación se hace al Padre en forma de oración supuestamente íntima, en el segundo se apela a un tono de manifestación pública y proclama, casi de arenga.  Oración… apela a un estado físico de la persona, mientras que Aceituneros se refiere al trabajo, al sudor, al esfuerzo, al excelente resultado para recoger una miseria, mientras “el señor”, v6, “el explotador”, v.22, “el terrateniente”, v.25, se aprovecha (“sepultó”, “pisoteó”, “redujo”, v. 26,27,28) de su propiedad, que bien debiera ser titular de quien la trabaja. Otro recurso a destacar es el uso del colectivo “Jaén”, v.41, para finalizar con ese tono de arenga.

La poesía puede ser un arma de protesta contra situaciones de injusticia, lo que se produce en el siglo XX con las vanguardias y posteriores movimientos en los que prima más el contenido que el aspecto técnico.  En los poemas tratados, esto se empieza a observar en Aceituneros y se confirma en Oración…, ambos con un tono reivindicativo ante una dejadez del Padre o una opresión de los poderosos que repercuten en el débil, en la más baja escala social que lucha por sobrevivir.  Es la poesía del compromiso, de la cercanía del artista con los más desfavorecidos, y que se erige en voz escrita de las denuncias y reivindicaciones, que estos poemas reflejan con claridad y tono estético apropiados.

 

 

ORACIÓN DE UN DESOCUPADO, de Juan Gelman

 

Padre,

                desde los cielos bájate, he olvidado

las oraciones que me enseñó la abuela,

pobrecita, ella reposa ahora,

no tiene que lavar, limpiar, no tiene

que preocuparse andando el día por la ropa,

no tiene que velar la noche, pena y pena,

rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

 

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,

que me muero de hambre en esta esquina,

que no sé de qué sirve haber nacido,

que me miro las manos rechazadas,

que no hay trabajo, no hay,

                                bájate un poco, contempla

esto que soy, este zapato roto,

esta angustia, este estómago vacío,

esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre

cavándome la carne,

                              este dormir así,

bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido

te digo que no entiendo, Padre, bájate,

tócame el alma, mírame

el corazón,

yo no robé, no asesiné, fui niño

y en cambio me golpean y golpean,

te digo que no entiendo, Padre, bájate,

si estás, que busco

resignación en mí y no tengo y voy

a agarrarme la rabia y a afilarla

para pegar y voy

a gritar a sangre en cuello

por que no puedo más, tengo riñones

y soy un hombre,

                        bájate, qué han hecho

de tu criatura, Padre?

                        un animal furioso

que mastica la piedra de la calle?

 

 

ACEITUNEROS, de Miguel Hernández

 

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma: ¿quién

quién levantó los olivos?

 

No los levantó la nada,

ni el dinero, ni el señor,

sino la tierra callada,

el trabajo y el sudor.

 

Unidos al agua pura

y a los planetas unidos,

los tres dieron la hermosura

de los troncos retorcidos.

 

Levántate, olivo cano,

dijeron al pie del viento.

Y el olivo alzó una mano

poderosa de cimiento.

 

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma: ¿quién

amamantó los olivos?

 

Vuestra sangre, vuestra vida,

no la del explotador

que se enriqueció en la herida

generosa del sudor.

 

No la del terrateniente

que os sepultó en la pobreza,

que os pisoteó la frente,

que os redujo la cabeza.

 

Árboles que vuestro afán

consagró al centro del día,

eran principio de un pan

que solo el otro comía.

 

¡Cuántos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos!

 

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

pregunta mi alma: ¿de quién,

de quién son estos olivos?

 

Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares,

no vayas a ser esclava

con todos tus olivares.

 

Dentro de la claridad

del aceite y sus aromas,

indican tu libertad

la libertad de tus lomas.

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