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Molintonia

Y cobraremos lo mismo

Con la tan manida crisis, se ha estado cuestionando últimamente la retribución de los altos directivos. Los sistemas de recompensa para este gremio siempre han estado en el ojo del huracán, ya sea por su contenido o por su forma de cálculo o por su cuantía.  Siempre ha sido difícil fijar un sistema remuneratorio para quienes están a caballo entre el accionista, empresario o dueño y los trabajadores por cuenta ajena, de tal manera que retribuya proactivamente la consecución de resultados y su compromiso con la empresa, además de proporcionarle un salario fijo como personal no sujeto a riesgo.

Hemos vivido algunos cataclismos, algunas salidas de tono, por ejemplo cuando se puso de moda la remuneración a través de las stock options, medio de súbita riqueza para directivos aprovechados y especuladores, que pudieron manejar las valoraciones de los títulos a tener en cuenta y se los llevaron cuando habían alcanzado el punto máximo de la burbuja de la Bolsa.  ¿A qué ahora nadie menta este sistema?

Pero un directivo, como cualquier dirigente, debe ser modelo de actuación respecto a determinados valores.  El de la coherencia es uno de ellos, interesante cualidad tan escasa como la del sentido común.  Ser coherente significa comportarse así como se predica, es decir, hablar de austeridad y ser austero, pedir compromiso y estar comprometido, solicitar esfuerzo y estar esforzándose. 

Los sistemas de compensación para estas personas con alta responsabilidad e impacto en cuentas de resultado directas y diferidas contemplan generalmente los denominados pagos variables que, según posición en el nivel del organigrama, son más o menos amplios, más o menos orientados a resultados, más o menos implicados en aspectos evaluativos.

Aplicar coherencia en este aspecto tan importante significa que cada directivo debe exigirse lo mismo que pide para los demás: que una parte de la recompensa por trabajar esté definida por ciertas valoraciones que pueden ser altas o bajas, mucho o poco, todo o nada.  Tal como se lee aquí mismo, no hace falta discurrir en profundidad para  darse cuenta de que esta parte compensatoria puede cobrarse tanto en su totalidad, como en una parte, como en un cero por ciento inmenso a modo de cráter del Krakatoa.

Estando en crisis, los beneficios caen, se minimizan o desaparecen… y algunos directivos hacen declaraciones estentóreas (o las filtran, que parece una acción más elegante) indicando que se bajan un X% el sueldo, en una sesgada información que en ciertos casos se trata de no llegar más que hasta el XX% del pago variable.  O sea, el directivo dice que va a cobrar a fin de año un X% menos, cuando su porcentaje de pago por objetivos o resultados se mueve en torno al 10 y el 50%, cantidades que, por coherencia con su mensaje de tantos años de vacas gordas, deberían desaparecer de su renta anual.  Si no hay beneficios, el sueldo relacionado cotidianamente a ellos no existe, por lo tanto no hay que cobrarlo… o ¿es que (oh, casualidad) ahora ese pago variable ya no se referencia a esos beneficios que merman o desaparecen?  ¿O es que en la revisión correspondiente o habitual se modifican las metas a conseguir para seguir cobrando esa parte variable igual que el año anterior, de tal manera que pueda considerarla como si fuera un adlátere de mi sueldo fijo?

Me surgen muchas dudas sobre el asunto… y sería capaz de entender ciertas protestas y ciertas modificaciones en los cálculos y cierto miedo a perder poder adquisitivo.  Los directivos también son personas casi siempre.  Pero lo que no se puede admitir con sonrisa de oreja a oreja o aquiescencia esclavista es que jueguen con los conceptos que han hecho aplicar desde unas cuantas décadas atrás… y ahora ellos no.

Tiene coherencia con el comportamiento humano que todos defiendan lo que han conseguido… Pero lo que no la tiene, por ejemplo, es despedir a tropecientos empleados con sueldos mínimos y seguir cobrando el mismo porcentaje de variable que el año anterior.  El fracaso no debe premiarse.

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