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Realismo mágico en dos novelas gallegas

Realismo mágico en dos novelas gallegas

A la vez que surgieron las novelas de autores hispanomericanos que se consideraron precursoras del realismo mágico, destacan dos españolas, de autores gallegos, El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez, y Merlín y familia, de Álvaro Cunqueiro, que también podrían entenderse dentro de esa tendencia literaria nacida en los años 30 del siglo pasado y consolidada con la eclosión del llamado Boom latinoamericano.  

Se analizan los diferentes elementos clave de las novelas colocando el foco en sus características afines con el realismo mágico, agrupándolos como Narradores, Personajes, Espacio-tiempo y Pasajes mágico/fantástico/maravillosos, dentro de cuyos epígrafes se atienden las características primordiales que nos acercan a esa inclusión en las características del movimiento.

 

Sobre las dos novelas analizadas y su comparación

El bosque animado se publicó en 1943. Se trata de la última obra de WFF con relevancia literaria (Mainer, 1965, p. 21). Los términos que componen ese título dan referencia concreta de lo que aparece a continuación: un entorno físico —el bosque—, pero repleto de vida —animado—. Como veremos más adelante, ese bosque es una “fraga”, término poco conocido en ese significado fuera de tierras gallegos, por lo que quizá no se colocó en el título. Y las ánimas que aparecen corresponden no sólo a los humanos, sino a los vegetales y animales que cobran vida y generan episodios y acciones en unas prosopopeyas continuadas. Puede ser calificada como una colección de relatos, ya que cada una de las partes que la componen puede funcionar con independencia, incluso en alguno de los casos como fábula pedagógica.  Precisamente, la fraga es el punto de unión, en el que conviven seres humanos, reales o fantasmas, animales o vegetales, con una personificación que los convierte en mágicos o fantásticos, más allá de las fábulas.  La fraga acoge, encubre, apelmaza como un crisol que ofrece la aleación de lo real con lo irreal.

Merlín y familia se publicó, primeramente, en gallego (Merlín e familia) en 1955, y dos años después en castellano (Müller-López, 2004, p. 164). Es la primera obra narrativa de AC, tras cuatro poemarios también en gallego. El título se refiere sin duda alguna al personaje mítico del mismo nombre, que aparece en la corte del rey Arturo como el mago de referencia. Según Alonso (1996, p. 326), este personaje proviene de la tradición celta, tan arraigada en las tierras gallegas, y “ejercía funciones de caudillo militar y estaba dotado de videncia”, perfil apropiado para las características que AC iba a darle a su personaje particular. También otros personajes pueden derivar de aquella leyenda, como Ginebra, aquí esposa de Merlín, allí del rey Arturo, pero amante de Sir Lancelot, o Lanzarote, que también es nombrado en esta obra de AC.  El carácter del personaje de Merlín en la obra estudiada presenta, igualmente que en su antecesor, poderes mágicos, por los cuales es llamado a colaborar en diversos incidentes que con su magia puede revertir o solucionar.  En este caso, Merlín no está al servicio de ningún rey, obra por particular y aparece como un importante señor, aplicando su sabiduría y elevando su figura por encima del mal.

La obra de WFF se compone de dieciséis capítulos, nombrados Estancias, y un Ultílogo muy breve a modo epílogo, que transita por una reflexión melancólica acerca del paso del tiempo y la futilidad de la existencia, finalizando con una referencia al ‘eterno retorno’. Se trata de una serie de “cuentos engarzados” (Mainer, 1965, p. 20), con tramas diferentes y personajes, a veces comunes, que se van añadiendo a las historias transversales. Resulta llamativo que cada uno de sus capítulos se nombre Estancia, término que la RAE define de esta manera: “mansión, habitación o asiento en un lugar, casa o paraje”, así como “permanencia en un lugar determinado”. Estas dos son las acepciones más comunes usadas en España, pero en varios países hispanoamericanos su significado se extiende al sinómino de “hacienda” o “quinta”, atendiendo así a una extensión agrícola y/o ganadera. Mainer se cuestiona si el autor quiso establecer un lugar físico que se fija en las “moradas del Tratado de Santa Teresa de Jesús” (1965, p. 31). Y concluye infiriendo el deseo de crear círculos cerrados de contenido, aunque abiertos a “una armonía global de todos ellos”.  Ciertamente, se consigue un conjunto armónico dotado de unidad y hasta sincronía que cuadra con ese espacio común.  También se dota de ciertos elementos que añaden puntos reflexivos universales que colocan la obra en un lugar más allá de la localización presentada. Su estructura viene determinada por la fragmentación aludida con elementos de unión.

Merlín y familia está dividida en cinco partes de variada nomenclatura (notas, partes, apéndices, noticias) más un índice onomástico, aportación original que da explicación por orden alfabético a diferentes elementos de la novela: personajes, lugares, edificios… es decir, todo aquello que ostenta un nombre propio en el texto. Al igual que El bosque animado, es Merlín y familia una novela con un proceso narrativo de fragmentación, es decir, un acopio de relatos que pueden actuar de forma independiente y que, a su vez, pueden incluir relatos dentro de otro relato. Müller-López (2004) indica que el texto tuvo una “constante reorganización” que priorizó el “nivel de desintegración” con fin de reforzar la “conciencia literaria” (p. 244).  Presenta mayor diversidad en el desarrollo de las tramas y en la extensión de los relatos, caracterísitica que no perjudica la sensación unitaria, pero sí desorienta a quien la lee, ya que, por un lado, aparece como una historia continuada y, por otro, inicia saltos de lugares y tiempos que añaden variedad y restan concierto.  Incluso la voz narradora se aparta sin dar aviso y regresa de la misma manera, quizá denotando que ha adquirido el poder mágico que cuenta de su amo o que no goza de la habilidad de organización y aplica ese orden/desorden desde los saltos propios de una mente en su proceso de recuerdo, técnica vanguardista imperante en la época en que fue escrita la obra, aplicada aquí en forma atenuada.

A pesar de esta estructura episódica o fragmentaria, Pérez-Bustamante (1994, p. 9) le confiere unidad a El bosque animado por tres factores: el espacio, es decir, la fraga de Cecebre, los personajes recurrentes y el narrador. El hilo unificador de la novela de AC es el narrador, Felipe de Amancia, que cuenta experiencias vividas o conocidas a través de su señor Merlín, pero podrían ser historias independientes con personajes autónomos. El bosque animado puede considerarse una obra narrativa, pero presenta dificultad para encuadrarla como novela o como libro de relatos. Según Mainer “el cuento para el escritor (WFF) es […] una tendencia básica de su narrativa” (1965, p. 20). Merlo (2020, p. 48) incluso añade la posible calificación de novela poética. En cualquier caso, observamos consenso entre Mainer, Merlo y Pérez-Bustamante en asignarle las características de la fábula, y se le llegó a comparar con El libro de las tierras vírgenes, de Rudyard Kipling, ya que, según relata Pérez Bustamante (1994, p. 11), Fernández Flórez había participado en la elaboración de los diálogos en español para la película El libro de la selva, basada en esa obra de Kipling.

En la misma línea fabulística, Casares (1945, p. 39) observa en El bosque animado un “entrañable amor a la naturaleza”, traducido como “una especie de romanticismo bucólico”. No obstante, es Mainer (1965, p. 20) quien confirma la orientación hacia el naturalismo narrativo, en ajuste hacia una manera de impresionismo aplicado a la narración. Incluso Pérez-Bustamante cita al catedrático aragonés en su consideración de que el aporte de WFF a nuestro cine pudo significarse “con el neorrealismo italiano de aquellas mismas fechas” (p. 41). Como ya hemos indicado, el ambiente conseguido y el tono unificado del lenguaje diluyen esa fragmentación y la presentan como un todo repleto de derivaciones que van y vuelven al tronco principal.  No es entonces un libro de relatos al uso, pues, además de los elementos citados, varios personajes enlazan sus tramas y, sin ser dependientes de lo anterior, sus acciones son enriquecidas por cada asunto en el que son insertados.  Son los personajes humanos quienes perviven en esa unificación, y no se comunican verbalmente con los personajes animales y vegetales, quienes solo son personificados para su propia interactuación; crean su mundo fuera del humano, en varias ocasiones como metáfora de denuncia o, incluso, deseo de adoctrinamiento.  Es una obra que puede entenderse con críticas a actitudes sociales y divulgadora de tendencias políticas que cuadrarían con la ideología del autor.

Y Merlín y familia se ha considerado como novela, pero presenta también una estructura fragmentaria en la que se unen diferentes historias, incluso igualmente relatos dentro de los relatos que pueden tratarse como narración independiente, quizá al modo que Cervantes creó en el Quijote, o aquel ser anónimo en Las mil y una noches. Según Pialorsi (2014), Cunqueiro consigue una “síntesis armoniosa entre el plano de la realidad y el plano de la ficción” (p. 11) humanizando las figuras míticas de Merlín y Ginebra, la infiel reina consorte del rey Arturo. Es una obra que transita desde un “encantamiento de metáfora y milagros” (Müller-López, 2004, p. 32) hasta la cotidianeidad de la vida rural o señorial de una época indefinida, aunque desde luego pasada y nada actual.  Coincide en ello con la obra de WFF, pero con la diferencia de que lo mágico se mezcla con lo real en mayor profundidad o amalgama, ya que esa magia reside repetidamente en los propios personajes, seres humanos con características mágicas o esotéricas, objetos más que animales o vegetales, cuyos poderes sirven para resolver problemas o revertir situaciones que habían sido sacadas de su normalidad anterior.

Ana Isabel Gaspar (1965, p. 258) realiza una interesante comparativa entre los dos autores, estableciendo la similitud temática con El bosque animado y Merlín y familia, refiriéndola en las localizaciones de la fraga y el bosque, así como en varios motivos: “campanas, vida natural, sueño” y un similar lenguaje: “colorido, adjetivos, contrastes blanco-negro”. Describe así algunas características literarias de AC: “gran poeta y mejor prosista […] y un autor cuya obra se mueve en el amplio espacio de la imaginación, aderezada con un escepticismo y una ironía propia de su carácter gallego”.  Dicha autora recalca esa gran similitud, que destaca sobremanera, de la obra de WFF con el Quijote, sobre todo en la última Estancia, El subterráneo maravilloso, cuyo argumento guarda un gran paralelismo con el episodio de la cueva de Montesinos. Similar influencia se denota en determinadas estructuras de los capítulos de la obra de AC, como en el de Pablo y Virginia, con ese ingrediente pastoril de Crisóstomo y Marcela.

 

Narradores

En El bosque animado nos cuenta la historia una voz omnisciente, incluso autoritaria, pero impregnada de un cierto tono “campesino e infantil”, a veces, bucólico, con el que “el autor quiso recuperar un mundo primitivo arraigado a su infancia” (Pérez-Bustamante, 1994, p. 9). Quien narra lo hace en primera persona como narrador heterodiegético y, siguiendo a la anterior autora citada, “interviene en el discurso con todo tipo de juicios éticos y estéticos” (p. 9). Quizá pueda convenirse en esa posición la mirada de una condición del autor, a quien se le identificó con ideologías conservadoras, además de su profunda devoción y religiosidad cristiana. Según Mainer,

es patente que el mayor elemento de vertebración interna es la insistente presencia del narrador. A él corresponde una […] suerte de tutela moral sobre el lector. Desde ese primer capítulo, este testigo de la Fraga de Cecebre nos advierte con sus “vereis”, sus “fijaos”, a la vez que nos estimula con sus “marchemos” o hasta nos formula preguntas que responde. A renglón seguido, él es quien usa también las formas narrativas orales más acreditadas, como invitándonos a un ámbito de fantasía infantil compartida. (1965, p. 28)

 

El único juego de voces narradores que se produce en las Estancias aparece cuando los relatos insertados aparecen convertidos en “metonimias de los relatos insertantes y nos dan claves para entenderlos mejor” (Merlo, 2020, p. 58).

De esta manera, quien narra parece formar parte de la historia como un juez que puede sentenciar, y a veces lo hace, los hechos ocurridos, desde una posición superior, como un dios desde el Olimpo o Dios desde su trono celestial. Sin las formas imperativas que aparecen en la cita de Mainer, sería la clásica narración omnisciente que, sin dejar de ser soberbia, toma distancia desde una posición observadora.  En este caso llega a ser inquisidora, con poder de juicio, y genera un tono narrativo autoritario, en ocasiones como si estuviera emitido desde un púlpito pedagógico y hasta incluso adoctrinador.  No obstante, esa calificación citada por Pérez- Bustamante (1994, p. 9), con referencia a cierto carácter ingenuo e inocente, suaviza la anterior percepción.

En Merlín y familia nos encontramos con varias voces, de las que destaca Felipe de Amancia, un criado del protagonista, sobre el cual va a narrar diversas peripecias y del que puede suponerse que enlaza los relatos. Así pues, este narrador es un personaje substantivo, incardinado en la historia, observador y, a veces, protagonista también de esas aventuras, convertido en un narrador autodiegético. Felipe comunica a quien lo lee, interpelando directamente, que duda de si lo que ha vivido junto a su señor Merlín es real o fantasía: “Verdad o mentira, aquellos años de la vida o de la imaginación, fueron llenando con sus hilos el huso de mí espíritu, y ahora puedo tejer el paño de estas historias, ovillo a ovillo” (Cunqueiro, 1957, p. 9). En la parte titulada Noticias varias de la vida de don Merlín, mago de Bretaña, aparece una voz diferente, ahora heterodiegética, que no llega a identificarse. Müller-López (2004, p. 206) infiere quién puede ser, al observar que el índice onomástico contiene una referencia al “señor Cunqueiro, que fue quien puso en romance estas historias” (p. 209) en el párrafo dedicado a Mondoñedo. Sería así el propio autor sin querer identificarse como tal. Felipe de Amancia nos trae sus recuerdos desde una edad avanzada, que es el motivo que aduce para poner en duda esa memoria; así, desde su introducción, la novela se tiñe de un halo fantástico, quizá onírico, quizá tal como Gabriel García Marquez expone en su Vivir para contarla (p. 7): “La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”. En este sentido, Müller-López (p. 167) califica a la memoria de Felipe de Amancia como “una especie de memoria de lo maravilloso”, una llamada que recuerda esa relativización del recuerdo a causa de un nuevo montaje por las propias creencias o deseos.  Continúa Müller-López (p. 199) haciendo notar que en los narradores o en los personajes no se manifiesta sorpresa al referir hechos sobrenaturales que provienen de sucesos inverosímiles, característica definitoria del realismo mágico. El estilo narrativo introduce los prodigios desde el exterior, es decir, no son sólo “la evocación de un viejo aventurero soñador”, sino que provienen “de las diferentes oralidades de los personajes que nos introducen en la maravilla inmediata y breve de las historias” (p. 200). Observamos así que, en esta obra, la magia forma parte del entorno y del ambiente, se incrusta en los personajes y en los objetos o animales con una naturalidad sin paliativos, no necesita explicación y se da desde la primera palabra como una situación habitual.  Los narradores la asumen o, yendo incluso más allá, supera la asunción; parece que la extrañeza se produciría si la magia no apareciera.  Esta posición de los narradores, liderada por Felipe de Amancia, dota a los relatos de elementos que identifican la intención del autor: establecer con quien lee un supuesto compartido, la existencia de magos, brujos, embrujos, hechizos y encantamientos como una parte del transcurso de los avatares, es decir, de la vida misma.  Quizá la excepcionalidad puede aparecer porque son hechos que merecen ser contados.

Personajes principales

WFF presenta en El bosque animado un personaje global y omnipresente, que es la fraga, el bosque, convertido, a su vez, en el aglutinante de todas las páginas, imbuyéndolas con sus características, ya definidas en la Estancia I: “vida entretejida, como manta fuerte y nueva, ramas estremecidas, troncos recios, verdor, pendientes suaves” (p. 40).  Es decir, así como es habitual encontrar obras en las que un pueblo, o una ciudad, o una población entera, o incluso un evento, guerras, catástrofes, invasiones o histerias colectivas, aquí WFF elige este entorno natural, lleno de vida y, a su vez, de otros personajes que siempre se supeditan al ambiente diverso que un bosque puede ofrecer.

Queda definida así la fraga (p. 42): “En el idioma de Castilla, fraga quiere decir breñal, lugar escabroso, poblado de maleza y de peñas”. El autor personifica a animales y vegetales a lo largo de la obra. Específicamente, a la fraga no le confiere capacidad de comunicación verbal, pero sí le asigna características mágicas o fantásticas que provoca o acaecen en su seno:

Nadie puede decir exactamente por qué y, hasta quizá lo negaría, pero todos los espíritus sienten una turbación cuando los envuelve la fraga; los niños no pasan de sus linderos, las muchachas la atraviesan con un recelo palpitante porque se acuerdan por la noche de ese fantasma alto, alto y blanco, blanco (p. 40).

Los árboles ejercitan distracciones, tan inocentes como ellos mismos, que no conocen el mal. (p. 44)

Los pinos rodenos que viven en los acantilados han aprendido su canción y se la enseñaron a los demás árboles. (p. 45)

Es entonces un dios mudo o un taumaturgo bajo cuyos poderes se crean los seres y sus historias.  Poderes que, por gracia divina, otorgan la actividad sensorial a sus moradores por el mero hecho de serlo.  Y hasta es posible que su supremacía los pueda retirar.

Ana Isabel Gaspar enumera y describe los personajes en una tabla (1965, p. 268) con calificaciones que crean diferentes categorías y subcategorías, dentro de las cuales se observan determinadas características. Quedan divididos en humanos y animales. Los primeros se subdividen en humildes, acomodados, secundarios y evocados. En total aparecen veinticuatro personajes humanos, de los cuales solamente uno tiene existencia fantástica, que es el fantasma Fiz Cotovelo, convertido en un alma en pena. Por otro lado, merece que sea mencionada la Moucha, bruja o meiga de la fraga, con conocimientos de sanación, hechizos y encantamientos. Cuatro animales, del total de seis, están personificados y adquieren de esta manera un carácter fantástico o mágico. Éstos serían Trut, una trucha, las más vieja del río; Furacroyos, un topo casado que hace agujeros en las piedras y a quien le ha desaparecido su mujer, secuestrada por unos señores de la fraga, cuyo destino logrará descubrir gracias a la ayuda de los ratones; Hu-Hu, la única mosca que tiene nombre y que lidera una sedición frente a los humanos y el resto de seres en paródica semejanza a una huelga o rebelión laboral; y Abrenoite sería el murciélago que anuncia la llegada de la noche. A estos personajes, añadimos los árboles, también personificados ya en la primera Estancia, donde el narrador les atribuye sentimientos y comunicación entre ellos: “los árboles tienen sus luchas” (p. 43). “—Mira e infórmanos—rogaron los árboles al pino. Y el pino miró” (p. 51), además de sentido de identidad y unión frente a un poste que ha sido colocado sin saber que es sustancia muerta y tarda en interactuar con ellos.

Al igual que en El bosque animado, en Merlín y familia el título anticipa al principal protagonista, en esta ocasión un homónimo del mago de las leyendas artúricas que desprende un carácter mágico o esotérico. Pero, como Pialorsi (2014) expone, “lo que caracteriza a este Merlín del siglo XX es su esencia gallega y popular […] es una mezcla entre un sacerdote cristiano y un curandero” (p. 10). Y, además de introducir a este Merlín, aparece como su esposa el personaje de Ginebra, también proveniente de los aledaños de la corte del rey Arturo, precisamente su mujer, infiel con el caballero Lanzarote, también nombrado en la novela (p. 27). A Ginebra no se le conocen los poderes que, aventura tras aventura, vamos conociendo de su esposo el mago, y que son afrontadas por los narradores con la mayor naturalidad y admiración, no tanto por su sobrenatural carácter, sino por el bien que aportan a la comunidad. Una de las novedades que incluye esta obra es el Índice onomástico (p. 195-217). Allí, aparecen por orden alfabético ciento dos descripciones de personajes, objetos y lugares, de los cuales, diecisiete se refieren con características fantásticas o mágicas. Entre ellos encontramos siete personajes, de los cuales son cuatro damas, cuatro caballeros y un animal, cuatro demonios, incluido ahí un ser mágico acólito de uno de ellos, cuatro lugares y dos objetos:

Caldeos. — Pueblo subterráneo que encontró la viga de oro sobre la que descansa el llano del mundo.

Caliela, Dama. — Princesa de Gazna, cuyo nombre se declara por la miel que se derrama. Le deshace la cama al imperante don Michaelos Comneno de Constantinopla, con la intención de embeberlo y perderlo, con su ejército en las arenas del desierto.

Cobillón. — Demonio perfumista y perfumado.

Corantines. — Un pueblo secreto y enano que vive soterrado.

Croizás. — Demonio natural de Pamplona, a quien don Merlín convirtió en haz de paja ardiendo. Era de la tenencia de los fornicadores.

Elimas. — Mago algaribo que ganaba su pan vendiendo libros y secretos del arte.

Elsinor. — Castillo de Dinamarca donde el moro Alsir tuvo audiencia con el incierto señor don Hamlet y donde vivía doña Ofelia. Está a caballo del mar.

Gazna. — Reino y ciudad, en la parte de Levante del Imperio Bizantino, donde reinan allí siete príncipes gigantes, hijos de un jorobado y todos de un vientre.

Mirabilia. — Uno de los quitasoles del Obispo de París. Lo usa Su Ilustrísima el día de Pentecostés y estando el prelado debajo adquiere el don de lenguas.

Nistal, Romualdo. — Hombre lobo.

Sal-el-sol. — Paraguas del obispo de París que, abriéndolo en la mañana de la Asunción de Nuestra Señora, aunque llueva, solea súbito.

Silvestre, Don. — Figura de respeto que tomó el demonio Croizás.

Simona. — Princesa de Aquitania, encantada por el demonio Croizás.

Smarís. — Sierpe cuyos huevos harán de los enanos caldeos un pueblo de gigantes.

Tadeo. — Trasno bigotudo que vino a Miranda de espolique del demonio Croizás.

Tear, Lady. — Hermosura de plata que a la vida la volvió maese Aairi, casó luego con lord Sweet, y se rompió en un jardín romano.

Teodora. — Sirena griega que iba a meterse monja en un convento sumergido en la laguna de Lucerna.[1]

Podemos observar las características de irrealidad que el autor dota a los personajes humanos, especialmente la de transformación en seres demoníacos o en el demonio mismo; lo que, en ocasiones, es tratado con cierta ambigüedad, pues no se sabe si es un personaje convertido en demonio o el demonio que ha tomado una apariencia humana en ese personaje.  Es relevante la mirada a los protagonistas y hechos fantásticos de los libros de caballerías.

 Tratamiento del espacio y del tiempo

Como hemos indicado, El bosque animado se ambienta en la fraga de Cecebre. Recordemos que es la fraga un término de uso gallego que se refiere a un bosque mixto y tupido que el propio autor describe así en este estilo poético y realista en el primer párrafo de la obra:

Es un tapiz de vida apretado contra las arrugas de la tierra [...] Es toda vida: una lengua, dos lenguas de vida entretejida, sin agujeros como una manta fuerte y nueva, de tanto espesor como el que puede medirse desde lo hondo de la guarida del raposo hasta la punta del pino más alto. (Fernández, 1943, p. 29)

También en esa primera página del libro personifica a la fraga: “Es un ser hecho de muchos seres” para crear un entorno continuado de características bucólicas que extiende su presencia a lo largo de todos los capítulos. Susana Caaveiro (1997, p. 24) lo asimila al locus amoenus y a la arcadia ideal. La fraga se identifica como “de Cecebre”, un lugar existente, real, con el mismo nombre; es una parroquia de Cambre, municipio muy cercano a la ciudad de La Coruña, lugar de nacimiento del autor, y donde poseía una casa de campo (Villa Florentina), hoy convertida en museo y sede de su fundación. Las diferentes secuencias, siempre dentro del mismo entorno, se ubican en campo abierto, como son los caminos del bosque que vigila Fendetestas o transita la Santa Compaña, los aledaños del núcleo habitado, como el lugar donde se celebra el baile, la casa de la meiga, o la mansión de los señores d’Abondo. En definitiva, esta concreción de espacios determina unos entornos reales, en donde se desarrollan las acciones mágicas que más adelante trataremos. La delimitación del espacio no es necesaria, simplemente se hace referencia al bosque, del que se puede salir, como hacen Hermelinda y Pilara, una para volver y otra para morir.  También Fiz Cotovedo, el fantasma, abandona al final el bosque, pero con la Santa Compaña, lo que le queda como condena.  Es decir, planteado como moraleja, a quien se va de la fraga no le van bien las cosas, está forzando el destino y lo paga de una manera u otra.

Y así como El bosque animado comienza localizando su entorno en la fraga de Cecebre, con la Estancia de ese título, Merlín y familia arranca sus historias hablando sobre La selva de Esmelle y, continuación, de La casa de Merlín, títulos de sus dos primeros relatos, aunque no son, como en la obra de Fernández Flórez, un entorno continuado donde discurra la acción. En esta obra se obtiene movimiento libre, no existe ese poder, tratado en El bosque animado por la omnisciencia del narrador, para quedar atrapado en un entorno agobiante por limitado y maldito.  Esmelle es una parroquia de El Ferrol, municipio al norte de Galicia:

que cae a mano derecha viniendo a este reino por la banda de León. El camino que yo llevé hasta el campo de las Colmenas se adentra subiendo vuelta a vuelta por la fraga de Eirís, que es tan espesa [...] Los molinos del Pontigo son ahora dos morenas de piedra negra, en las que la hiedra prende y crece, pero yo recuerdo todavía los días en que molían el trigo vallino y el centeno montañés. (Cunqueiro, 1957, p. 13)

Pero se repite el topónimo de Miranda, que además así se titula la Primera parte, como una comarca donde se ubica la morada del protagonista, el mago Merlín. Puede ubicarse una Miranda en el mapa real, cerca de Lugo, pero los topónimos que se van utilizando a lo largo de los capítulos no ofrecen una cierta unidad espacial, aunque siempre dentro de Galicia. La propia selva de Esmelle, cerca de El Ferrol, quedaría a más de 120 kilómetros de la Miranda gallega. Termar y Pacios son lugares donde Felipe, el narrador, ha vivido o viajado y que también refiere como lugares donde han ocurrido ciertas aventuras. Si bien Termar no es ubicable en un mapa actual de Galicia, el narrador lo describe (p. 215) como una posada de peregrinos ubicada cerca de Santiago de Compostela. Y Pacios, donde finalmente se retira Felipe como barquero y desde donde narra esas peripecias, aparece al norte de Miranda, a unos 50 kilómetros en la misma provincia de Lugo. Así, también en la obra de AC los entornos buscan ubicaciones que supongan fijar una realidad que las propias historias fantásticas ocurridas en ellos necesitan para darles una supuesta credibilidad.  Y cada una de esas ubicaciones se la da de forma indirecta y diferente, pues no son relevantes a la hora de determinar la acción, ni siquiera por la distancia, dada la capacidad de desplazamiento que Merlín posee.

En El bosque animado, el tiempo aparece de forma imprecisa, las historias están contadas como ya ocurridas. Según Mainer (1965, p. 30), “Hay un contexto de indeterminación temporal y de vago deísmo cosmológico”. Y refiere de interés “una insistente presencia de los ciclos naturales (la noche, la alborada), biológicos (las estaciones, la preñez), como elemento armonizador y tempo interno del relato entero” (p. 29). Pérez-Bustamante (1994) da significación ideológica a esta imprecisión, deduciendo que, en el momento de su creación, 1942 y 43, con el fin de la guerra muy cercano, “el autor quiso recuperar un mundo primitivo arraigado a su infancia, quiso escribir un ‘idilio campesino e infantil’ desentendiéndose de las cuestiones históricas” (p. 9). Es el manejo del tiempo en esta obra un elemento que desborda la realidad concreta, si bien no podemos considerarlo mágico, más bien indefinido a propósito para crear la atmósfera necesaria. Favorece esta cuestión la característica de fábula, apuntada anteriormente, que de esta manera dota al relato de una pátina moral, aunque adolezca de moraleja. Solo aparece en este sentido dentro de la Estancia 13: “Ciertamente hay que procurar el bien de los demás seres para ganar el amor de la madre naturaleza” (p. 199). Hay una época concreta que no se nombra, pero que puede deducirse por las acciones que van ocurriendo protagonizadas por seres humanos: siembras, fiestas, o la utilización de utensilios.  No es futuro respecto a la fecha en que está escrita y, si fuera pasado, tampoco es detectable la cantidad de tiempo en que los hechos se han retrasado para contarlos.  Que no se fijen acontecimientos históricos o identificables en el tiempo determina la voluntad del autor de que se entiendan como universales, generales a todas las épocas dentro de una sociedad que necesita una orientación ética o moral, comunicada en forma de parábolas o metáforas.

En Merlín y familia, el tiempo tampoco se ubica en una época determinada. Pero, en cambio, en algunas de las aventuras narradas nos podríamos remontar a la época medieval de un libro de caballerías. Es cambiante y genera sensaciones de vértigo al avanzar, en pocas líneas o páginas, decenas o cientos de años; rompe las pautas lineales como forma de crear un ambiente fantástico que se hace real por las referencias del narrador. Es una aplicación de los poderes asignados al personaje y que, indirectamente, suponen el poderío del autor para manejarse sin cortapisas, dominando pleno de control, cuya onmisciencia aparece encubierta comparada con el uso de la característica del narrador en El bosque animado. En ningún momento aparece una fecha o acontecimiento de referencia. Esa única mención, precisamente, se marcha hacia atrás de forma indefinida para establecer el lugar de nacimiento de Merlín, episodio así titulado, donde afirma que “El relato de estos amores (de los padres de Merlín) viene en las historias artúricas” (p. 175). En el episodio de La escuela de Long-wood el narrador comienza con esta referencia temporal, también indefinida: “A los tres años de su edad pasó Merlín a la escuela de Longwood” (p. 181).  Esta fijación ocurre en el personaje principal, el más mágico, el poderoso, y al final de la obra.  Así, antes de terminar y para dar una base sostenible a la historia, aparecen unos datos reales, aunque imposibles para cualquier ser humano, que pueden confirmar dos cosas: que la historia pasa por ser real y que a Merlín no se le puede negar su origen, y quién sabe si su mayor permanencia en el tiempo y por tanto con más aventuras que relatar, o incluso su inmortalidad.

En conclusión, estas dos variables dimensionales proporcionan en ambos casos los mismos efectos, aunque con diferente contenido. El espacio se acoge a perímetros reales y concretos, sean existentes, los más numerosos, o creados, lo que dota a la narración de solidez terrenal. En cambio, la indefinición del tiempo infiere del desarrollo una evolución que podríamos denominar ‘de nebulosa’, ya que deja indeterminados los momentos de ocurrencia dentro de un devenir de calendario real, aunque aparecen en el detalle mínimas referencias que tampoco llevan a quien lee hacia elementos oníricos o mágicos fuera de la realidad.  Cada autor maneja el devenir de las acciones propuestas con unas herramientas bien diferentes para lograr en los dos casos un efecto de indefinición que dota de fantasía al resultado real, o de realidad al resultado fantástico, un juego de alto nivel literario.

Pasajes mágico/fantástico/maravillosos

Hemos localizado setenta y dos pasajes narrativos que pueden calificarse como mágico/fantástico/maravillosos. De ellos, veintitrés corresponden a El bosque animado y cuarenta y nueve a Merlín y familia.

Hemos establecido una serie de categorías, que definiremos a continuación, con el fin de profundizar en dicho análisis, establecer comparaciones entre las dos obras y afianzar la comprobación de la hipótesis de trabajo.

Categoría de espacio fantástico: la acción remite o se desarrolla en un entorno con característica de irrealidad. En BA destaca la Estancia 16 completa, titulada El subterráneo maravilloso. Y en MF, una referencia a un país lejano con elementos mágicos.

La delimitación de un espacio fuera de los límites reales supone la aplicación de la irrealidad o la fantasía en el entorno de la acción.

Fantasmas: la acción contiene la participación de un fantasma, ya sea por su visión o intervención directa en la trama como personaje. Nos encontramos así con diez pasajes, de los cuales ocho están incluidos en BA y dos en MF. Es destacable en BA la presencia en varios episodios del fantasma citado en el epígrafe anterior como personaje principal Fiz Cotovedo. Esta categoría es más incisiva y recurrente en BA, lo que convierte a esta obra en una narración menos luminosa y con más relación con la muerte.

Se crean personajes que salen de la realidad y se relacionan con otros reales, lo que otorga validez a una existencia mágica, difícilmente probable con la experiencia sensorial.

Objetos mágicos: en estos pasajes así categorizados aparecen diferentes objetos que aportan cualidades mágicas o sobrenaturales a la acción. Son trece y todos ellos están incluidos en MF, cuestión explicable porque la actividad concreta del personaje principal Merlín trata de actuar sobre situaciones extrañas producidas la mayoría de las veces por esos objetos que pudieran estar hechizados: sombrillas, bañeras, espejos, tenedores, monedas, huevos, bolas de nieve, vestimentas, cajas, sortijas…

Al igual que con los personajes fantasmagóricos, incluir la magia en objetos cotidianos pretende normalizar literariamente la mezcla de lo real con lo irreal.

La personificación de objetos o seres no humanos es la categoría predominante en BA, ya que todo su desarrollo es una interactuación entre esos elementos dentro del bosque. Aunque llama la atención, frente a lo contrario en MF, que los seres humanos no interactúan con dichos seres personificados, ya que así lo son para dialogar entre ellos o describir ciertas cualidades mágicas, que también pueden entenderse como metáforas. Se destacan: la serpiente que busca mamar leche de mujer, el humo que identifica el Silencio (sic) de la fraga, los sonidos de la campana que entran en las casas dando noticias. En total, hemos detectado nueve de estas personificaciones. Esta categoría trae recursos coincidentes con la fábula, sobre todo en BA, y continúa con las anteriores en esa inclusión de irrealidad como real.

La presencia del diablo como ser maléfico que tienta a las personas para pecar es un elemento mágico muy reiterado en MF. Aparece en once momentos y, hablando con Merlín, en un espejo, en dos posesiones. También tiene su presencia en BA, una vez, en B13, transfigurado como un caballo o un perro. Sería una variante de lo comentado anteriormente sobre personajes mágicos.

Además de los personajes mencionados como mágicos, se citan y aparecen con cierta relevancia otros seres con esas habilidades fantásticas o sobrenaturales, como las brujas, de las que se nombran sus características, y una mujer fabulosa, Gudelia, que enamora con su aroma para después desaparecer, y una sirena, enanos y hadas, en MF. Destaca la descripción de la magia en esta mujer, que remite a la literatura infantil, así como los otros seres citados, tan usados igualmente en la cinematografía.

En MF, los sucesos mágicos incrustados en la narración son más numerosos: en trece ocasiones. Se pueden observar transportes de muertos dentro de objetos, el paso a otro mundo por una grieta en una roca, una doncella atrapada en una sombrilla y un enano en una capucha, una sortija que sale de una oreja... En BA, tal como hemos comentado, no se produce más que en una ocasión, cuando el bandido Fendetestas explica cómo hacer un conjuro para evitar el ataque de la magia negra de alguna bruja.

Finalmente, con exclusividad para MF, exponemos la categoría de transformaciones mágicas, con diez de ellas. Aparecen dos conversiones en hombre lobo (licantropías), tres en otro tipo de pasos de ser humano a animal (teriantropía): en cervatilla, en gallo rabilargo uno, y en otros gallos varios humanos que inmediatamente vuelven a su estado inicial; una conversión del diablo en bañera y otra de una muñeca en mujer; también encontramos una sortija de oro y rubí que transmuta su composición en cobre y vidrio, así como un camino se enrolla para ser transportado en un canuto.

En BA no se presenta esta categoría. Y la acción con efectos mágicos entronca con elementos fantásticos que dotan al relato de una ambientación transitando de lo real a lo irreal.

Observamos que el carácter mágico de los textos se obtiene por algunos elementos similares en las dos obras, como los espacios mágicos, la aparición o existencia de fantasmas, la personificación de animales, la presencia del diablo, los seres mágicos y los encantamientos, aunque con distinta reiteración o variedad en cada novela. En MF, se narra un gran número de transformaciones mágicas, además de otros aspectos de configuración narrativa y de personajes, así como de situaciones o secuencias mágicas.

En ambas novelas, estos elementos conviven con aspectos plenamente incardinados en la realidad, con actos cotidianos, descripciones de entornos perceptibles con los sentidos y personajes que no presentan ninguna característica mágica o fantástica. En BA se produce una menor interactuación entre lo mágico y lo realista, mientras que en MF es continuado. En BA, aparecen Estancias sin elementos fantásticos, y otras se desarrollan con una continua personificación de animales u objetos. En cambio, en MF la acción mágica es mayoritaria, puesto que justamente se trata en inicio de relatar por el narrador interno esos momentos a los que, desde la vejez que narra, aún no le ha dado explicación.

 

Conclusiones

En este trabajo planteamos el objetivo general con el punto de mira en la investigación de dos obras olvidadas en nuestra época, El bosque animado y Merlín y familia, aunque la primera gozó de repercusión renovada en el año 1988, cuarenta y cinco años después de su publicación, con la película del mismo título, dirigida por José Luis Cuerda y protagonizada por Alfredo Landa y Tito Valverde, con cinco premios Goya en su haber, pero con una selección de secuencias del libro que respondía poco a los principales elementos mágicos que aquí hemos detectado, pues eliminó aquellos capítulos protagonizados por animales y los que proyectaran carga ideológica o se salieran de los cánones de cierto realismo. Precisamente, este trabajo ha buscado esos elementos en ambas novelas para encontrar su origen y así poder determinar si el movimiento del ‘realismo mágico’, que se empezó a divulgar en los años de creación de ambas novelas y creció con el surgimiento paulatino del Boom latinoamericano, especialmente en las figuras de Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier y Arturo Uslar Pietri, influyó en la elección de esos elementos o, más en detalle, si esas obras pudieran reflejar antecedentes de inicios del movimiento en la literatura española y, concretamente, en la gallega.

Para ello, respondiendo a los objetivos específicos, concluimos que las definiciones analizadas sobre el propio sentido, filosofía y uso de elementos del realismo mágico pueden ser aplicables también a las dos obras. Ahora bien, el impacto de este movimiento fue relevante a partir de la incursión en el panorama narrativo mundial de las obras de Gabriel García Márquez, finales de los años 60. Y aquí nos situamos varios años antes. La aplicación de la expresión ‘realismo mágico’ cobró inusitado despliegue y numerosos estudiosos, críticos y escritores comenzaron a utilizarla, muchas de las veces sin profundizar en sus orígenes o intenciones, atendiendo a una significación superficial, basada en la sonoridad o el brillo. Todo movimiento literario presenta derivaciones, con similitudes y diferencias, que provocan consideraciones dispares. El caso del ‘realismo mágico’ no escapa a esta afirmación. Y dada su consolidación y, por lo tanto, el aumento y profundización en su estudio, la documentación más extensa revisada en este trabajo contiene investigaciones y explicaciones bastante alejadas en el tiempo del momento de creación de BA y MF. 

Tal como hemos observado a raíz de la bibliografía consultada, sobre todo en declaraciones de AC, se produce un distanciamiento, e incluso rechazo, de ambos autores con el movimiento. De los dos, AC es quien más aplicó en su obra elementos que pueden considerarse afines con el ‘realismo mágico’. WFF solamente los presenta en la obra analizada, precisamente la última de las creadas por él que tuvo alcance de ventas y prestigio. La crítica pronto quiso encontrar atisbos de ‘realismo mágico’ en diferentes obras, y estas dos fueron nombradas hallazgos precedentes. Incluso a AC se le ha considerado el precursor del movimiento, haciendo referencia al afamado encuentro narrado con Gabriel García Márquez. Lo cierto es que los estudios más relevantes llevan el origen a los otros tres autores latinoamericanos citados, Carpentier, Asturias y Pietri, que son de una generación anterior al colombiano, ya sean con menos fama mediática, pero más enjundia filológica. De hecho, sus teorías al respecto son las más citadas.

Hemos referido lo que diferentes estudios han indicado sobre por qué las primeras obras de estos tres escritores se consideran el inicio del ‘realismo mágico’, y hemos indicado características que pueden incluirse dentro de las de ese movimiento. Y nuestra conclusión es que resulta posible establecer las siguientes similitudes de composición: lo expuesto como autóctono (Galicia) y lo religioso, en este caso más referido a lo mágico, fantástico o terrorífico de la religión; en BA también aparece cierta referencia a la denuncia social, además del uso de recursos fantásticos. En MF aparecen más elementos de fantasía y una recreación básica del espacio-tiempo más contradictoria entre realidad y magia que en BA, sin que quiera decirse que esta obra sea contraria a esa aplicación dentro de lo definitorio del ‘realismo mágico’.

Estamos en disposición de afirmar que, con la investigación realizada, se aprecia una visión de moda en la aplicación del concepto, ya que se extiende más allá del hecho literario para identificar determinadas actuaciones o contenidos dentro de acciones publicitarias o comerciales por lo atractivo del término. Ha quedado bien referenciado qué hay de base en lo que se denominó con ese oxímoron, siguiendo a sus precursores que incluso llegaron a asombrarse de las connotaciones y extensiones que el término iba alcanzando. Ha quedado indicado que, después del impacto posterior a los años 60, el ‘realismo mágico’ se ha convertido en una acumulación de herramientas que confieren una técnica narrativa, en una evolución del concepto que lo rebaja de categoría filológica, pero lo amplía en posibilidades de aplicación; de aceptar esta mutación, pasaría de considerarse como el movimiento literario que fue en sus inicios para convertirse en una técnica literaria consistente en una batería de recursos e instrumentos que dotan de características identitarias a las obras en las que se se apliquen, tal como la crítica implica en autores ya muy posteriores y de gran repercusión, como Haruki Murakami, Mariana Enríquez o Salman Rusdhie. Pero, no obstante, puede colegirse que gran parte de los elementos que contiene se tomaron de antecedentes en la literatura que nos llevan hasta los inicios de la lengua castellana (Libro de Alexandre y Libro de Apolonio), pasando por los libros de caballerías, el Quijote, las fábulas (de Iriarte y Samaniego) y los cuentos infantiles, es decir, en un amplio abanico de tiempo que supera con creces la osadía de comentar que nacieron en la década de los años 30 del siglo pasado, o de los 60 incluso, con ese mundo tan propio que García Márquez creó.

Se puede concluir el interés de la sugerencia de que los emigrantes gallegos quizá llevaran sus historias hasta el continente americano para azuzar así la creatividad con la idiosincrasia mágica que les caracteriza. O también ese punto de fantasía que supuso el impulso de las acciones de conquista en la colonización americana, buscando tesoros u otros poderes más allá de los metales preciosos, con la inspiración de la fantasía medieval que rodea los libros de caballerías y sus mundos fantásticos. De hecho, tal y como se desprende de esta investigación, dichos antecedentes son detectables tanto en las obras nombradas incipientes en la aplicación del realismo mágico como en las dos obras de Fernández Flórez y Cunqueiro.

De la investigación realizada podemos concluir que ni en BA ni en MF se dieron influencias de los tres autores latinoamericanos que se citan en la hipótesis. Más bien podría decirse que, tanto aquellos como estos, grandes lectores y estudiosos literarios que fueron, se nutrieron de las fabulosas fuentes surgidas en la literatura anterior, de siglos atrás, y que, en una gran coincidencia, como ocurre en otros movimientos mundiales, se aplicaron con los mismos objetivos: expresar y entender las visiones de los autores y su mundo interno con el mundo externo y sus interpretaciones, muestras y denuncias sociales que el arte, en general, y la literatura en particular, tienen a bien integrar en su seno.

Referencias bibliográficas

Caaveiro Barcia, Susana (1997). El bosque animado: versión literaria, versión fílmica, Literatura y cine: perspectivas semióticas: Actas del I Simposico de la Asociación Galega de Semiótica, 6-8 abril 1995, pp.29-36

Casares, Julio (1945). Contestación al discurso de Wenceslao Fernández Flórez, por su ingreso en la Academia de la Lengua Española, pp.35-65

Cunqueiro, Álvaro. 1955. Merlín y familia. Ediciones Destino, El País, Clásicos del siglo XX, 2003

Fernández Flórez, Wenceslao (1943a). El bosque animado. Editorial Anaya, 12ª edición, diciembre 2021

Gaspar, Ana I. (1965). Guía de lectura. El bosque animado. Editorial Espasa-Calpe, Austral Narrativa, 2006

Mainer, José Carlos (1965). Análisis crítico previo a la obra El bosque animado. Editorial Espasa-Calpe, Austras Narrativa, 2006

Merlo Morat, Philippe. (2020). El bosque animado de Wenceslao Fernández Flórez: el bosque de todos los mitos. Revista Volvoreta, núm. 4, de la Fundación Wendeslao Fernández Flórez, p.47-60

Müller-López, María Ángeles (2004). Parodia de la literatura taumatúrgica en álvaro Cunqueiro con Merlín y familia, Las crónicas del sochantre y Vida y fugas de Fanto Fantini como paradigmas. Disertación en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de Berna.

Pérez-Bustamante, Anasofía (1994). De la novela al cine: El bosque animado, de Wenceslao Fernández Florez. Draco, Universidad de Cádiz, nro. 3-4, pp.53-109

Pialorsi, Massimilla (2014). Raíces culturales del “Realismo Mágico” de Álvaro Cunqueiro. Revista electrónica de estudios hispánicos, nro. 15, pp. 5-16

 



[1] Se refiere al lago donde, según una leyenda, está sumergido el pueblo de Valverde de Lucerna, entorno simbólico que aparece en San Manuel, bueno, mártir, de Miguel de Unamuno.

 

Características de la idiosincrasia gallega afines con el realismo mágico

Características de la idiosincrasia gallega afines con el realismo mágico

 

Exposición de los valores de Galicia para impactar en la fantasía y magia de la narrativa literaria

No es casualidad que se relacione a Galicia con el realismo mágico, dado que en su tradición milenaria las apelaciones al misterio, a la fantasía y a la magia son reiteradas. Dado que los dos autores elegidos son gallegos y las dos obras transcurren en el entorno de esa región, creemos apropiado presentar una descripción de las principales características autóctonas que se suscitan allí y que pueden considerarse elementos con influencia en la composición narrativa que nos ocupa, y que pueden aparecer de una u otra forma en las novelas analizadas.

En Galicia, hay un apego telúrico al terruño y los vivos conviven con los muertos (Lara, 2021, párr. 10). Una de las leyendas más populares en Galicia es la Santa Compaña, un desfile de almas errantes que vagan en pena entre los bosques y otros puntos de las pequeñas poblaciones gallegas para anunciar que el fallecimiento de alguien está cerca (Volkova, 2018). Y como esta, hay innumerables leyendas mitológicas e incluso esotéricas sobre los orígenes celtas, a pesar de que el propio Cunqueiro revela que “en realidad, pocos celtas hubo en Galicia, pero al gallego le ha gustado sentirse celta” (Alfaro, 1975, min. 38:30). Antes del descubrimiento de América, la tierra terminaba en Galicia, lo que provocó el surgimiento de narraciones míticas con grandes bestias, o como, en la leyenda romana del río Leteo, el mito de la destrucción del ser humano (Alfaro, 1975, min. 29:50).

Por todos estos antecedentes, Volkova (2018) concluye que Galicia es un territorio proclive al realismo mágico a través de sus raíces, de la brujería, las meigas, esas mujeres poseedoras de poderes sobrenaturales que se consideraban normales. Concluye Volkova que “se puede sostener que en Galicia existe una incli­nación hacia el realismo mágico”, y que ese modo de narrar es también “un instrumento importante en la reconstrucción de identidad y la promoción de su cultura” (p. 286). Y otro antecedente que puede barajarse para establecer esta relación es la gran cantidad de gallegos que emigraron a Hispanoamérica, la población española más numerosa que lo hizo, por cual esa falta de frontera entre lo natural y sobrenatural que se vive en esas tierras pudo ser trasladada allí por esos migrantes y facilitó el desarrollo de las características de lo que luego se denominó realismo mágico.

 

Bibliografía:

Lara, Emilio (2021). El realismo mágico habita entre nosotros. Revista digital Zenda, https://www.zendalibros.com/el-realismo-magico-habita-entre-nosotros/

Alfaro, José María. 1975. Diálogo con Álvaro Cunqueiro. Ciclo Literatura Viva, canal March

https://www.march.es/es/madrid/conferencia/literatura-viva-iii-dialogo-con-alvaro-cunqueiro

Volkova, Ekaterina (2018). Lo que el viento trajo: el realismo mágico en Galicia. Madrygal. Revista de Estudios Gallegos, nro. 21, pp. 273-287

http://dx.doi.org/10.5209/MADR.62604

Tratamiento del tiempo en El otoño del patriarca – G. García Márquez

Tratamiento del tiempo en El otoño del patriarca – G. García Márquez

 

Se trata de un breve ensayo expositivo que menciona los elementos de carácter técnico asociados con el paso del tiempo: confusión y ambigüedad temporal, imprecisión espacial y temporal, mezcla de tiempos y situaciones, cambio de narradores y voces narrativas sin procedimientos técnicos convencionales…

 

El otoño del patriarca es una novela del premio Nobel colombiano, Gabriel García Márquez (1927-2014), publicada en 1975, pero que, según su autor, empezó a ser planeada con la caída del dictador venezolano Pérez Jiménez, en 1958[1].  En aquel momento, ya tenía comenzada su obra cumbre Cien años de soledad y, publicada en 1967 con un éxito abrumador e inesperado, pretendió salirse con El otoño… de todo lo anterior por él escrito[2].  Quiso hacer un “antiCien años de soledad”, dirigido por su gran obsesión por el poder y los poderosos.

El proceso de elaboración de esta novela fue arduo y complejo.  Gabo explicó que estuvo más de diez años estudiando comportamientos de varios dictadores latinoamericanos para intentar que se pareciera muy poco a los dictadores reales, así como para presentar un giro importante sobre las novelas anteriores de esta temática.  A su vez, exploró distintos estilos narrativos que probó antes en tres relatos incluidos en el libro “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, como son: “Blacamán, el bueno, vendedor de milagros”, “El último viaje del buque fantasma” y “Los funerales de la Mamá Grande[3].

Es Gabriel García Márquez un escritor incluido en el llamado Boom latinoamericano, grupo literario de la década de los años 60 y 70 del siglo XX, cuyos autores más reconocidos son Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel Asturias y Carlos Fuentes, entre otros.  Uno de los movimientos integrados en ese fenómeno literario es el llamado realismo mágico.  Dentro de las características distintivas de esta propuesta, destacan el tratamiento del tiempo y del espacio, así como la disposición de la voz (o las voces) narradora(s) en el discurso creador de la historia, transmitiendo una serie de nuevas sensaciones al lector, que se ve involucrado en la obra desde diferentes puntos de vista, lo que a su vez le obliga a realizar una propia composición visualizadora de los acontecimientos narrados. Es una visión totalmente novedosa para la estructura interna de una novela.

Es el propósito de este trabajo revisar ese tratamiento del tiempo en el primer capítulo de la novela “El otoño del patriarca”, cuyo argumento se centra en la existencia de un dictador de quien no conocemos exactamente el nombre, quizá sea Zacarías (“una noche había escrito que me llamo Zacarías”, p.167[4]), ni su edad (“una edad indefinida entre los 107  y los 232 años, p.112), que ejerce su poder en un país caribeño.  Se narra su ascenso y caída, con expresión de sus acciones, relaciones y vida personal.  Como peculiaridad técnica más destacada, está compuesta por seis capítulos con un único párrafo cada uno, y con una puntuación basada en la coma esencialmente, con muy pocos puntos y seguido que incluso descienden en número hasta que no hay ninguno en el último capítulo, haciendo así oraciones extremadamente extensas.  Dentro de cada párrafo, las voces narrativas se van superponiendo, incluso solapando, hasta en una misma frase cambiando los tiempos verbales, haciendo personaje al narrador y viceversa.  Descripciones, narraciones, diálogos, monólogos… se interconectan y se suceden para llevarnos navegando en un bajel entre las aguas de un mar calmo salpicado de un lenguaje poético que atrapa y subyuga (se referencia a Rubén Darío, y hasta se han querido ver,  remisiones a los tres primeros conciertos para piano de Béla Bartók).

La mezcla de diversas voces narradoras hace que cambie el punto de vista hasta tres veces en una misma línea, elemento que se sostiene gracias a esa melodía que destellan sus oraciones, construidas para enamorar a quien lo lea.

El tiempo se trata como un elemento que transporta de lo real a lo irreal, se mueve desde el presente hasta los pasados en diferentes capas, puesto que, en pocas líneas, la propia acción encadena a uno u otro momento de la vida del dictador.  Ya desde el principio nos llega esa cadencia con una remisión directa a otros tiempos: “… y removieron con sus alas el tiempo estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad despertó de su letargo de siglos…” p.7.

El comienzo que une a todos los capítulos-párrafos —el hallazgo del cadáver del general— con descripciones del entorno, nos lleva de inmediato al pasado, y vuelve, y se va, y vuelve y se va como un vaivén.  No hay referencias a fechas, sino a acontecimientos, constante que se da en toda la obra, lo que nos anticipa en la primera página: “Fue como penetrar en el ámbito de otra época”, p.7.  “…el año del cometa”, p. 8 y 11, “el primer siglo de paz”, p.8, “los tiempos del vómito negro”, p.12. O expresiones difusas como “anunciado desde hacía muchos años”, p.16, o como “que el reloj de la torre no diera las doce a las doce sino las dos para que la vida pareciera más larga”, p.16.  También hace guiños a a meses o estaciones (generalmente, el otoño, estación de declive antes de morir) sin fijar el año: “En diciembre, cuando el mundo del Caribe se volvía de vidrio”, p. 26, “en aquellos octubres sin malos presagios”, p.29, “Eran los alisios de marzo” p.53, “…en otro diciembre lejano…” p.55

“El principio de su otoño”, p.14.  En cambio, aparecen otras referencias precisas “…inundaba de verde cada treinta segundos”, p.31, o se va a buscar el futuro desde el pasado: “como lo habían predicho desde el principio de sus tiempos los lebrillos de las pitonisas”, p.35. Es destacable la referencia final en este primer capítulo a los tiempos de la conquista mezclados con el supuesto tiempo actual de la narración y ese giro comparativo de un acorazado con las tres carabelas, p.59, expresiones unidas que dan idea hiperbólica de la edad del general.

Podría decirse que el autor convierte al tiempo en un personaje, y le aplica una hipérbole que puede llegar a convertirlo en tema de análisis filosófico, imbricado en la trama como un elemento del entorno espacial, ya que tiempo y espacio se unen y se separan con significados de irrealidad o fantasía.  Las descripciones de lugares se llenan de movimiento temporal de inmediato, jugando así con la doble variable que puede llevarnos de nuestra realidad a nuestros sueños: “…vivió de nuevo el histórico viernes de octubre… y se encontró… los paralíticos en las escaleras y los leprosos en los rosales…”, p.57. La magia en la visión cronológica. Y ese espacio geográfico donde transcurren los hechos no se ubica en un lugar concreto, pero tampoco es irreal porque nombra el Caribe como zona y referencia lugares como Haití, Curazao y Cartagena de Indias, p. 56, las Antillas, p.55

Ese tratamiento del tiempo está directamente imbricado con la voz (voces) narradora(s), que sin llamada concreta va cambiando desde la de un observador que ha podido ser compañero del general (lo que parece descubrirse cuando usa la primera persona en su narración, tal como parece que es quien inicia la historia: “Durante el fin de semana, los gallinazos se metieron por los balcones de la casa presidencial”, p.7, hasta un narrador omnisciente que conoce el más íntimo detalle de los hechos: “él había visto desde aquella terraza el reguero de islas alucinadas…” o uno de los personajes, como Patricio Aragonés, su doble, que inserta su alocución a modo de diálogo indirecto para darnos una versión de los hechos o una opinión sobre lo acontecido.  A lo largo de todo el capítulo (y de la novela), se intercalan las voces incluso en la misma frase y sin un signo de puntuación que lo indique o diferencie: “…a sabiendas de que estaba restaurando las fuerzas armadas que iban a escupir la mano que les da de comer, tú a capitán, tú a mayor, tú a coronel, qué digo, a general, y todos los demás a tenientes, qué carajo compadre, aquí tienes tu ejército…”, p.49.

Anecdóticamente, Gabo cuenta que dejó de fumar mientras escribía esta novela… y que no sabe cómo pudo conseguir… ambas cosas a la vez.

Es difícil determinar lo que, como lectores, nos provoca esa sensación de inestabilidad ante la verosimilitud de la historia; en unos momentos hay fantasías y en otros, realidades contundentes; y esa soledad (del propio general transmitida a nosotros).  Con esas sensaciones, autor nos lleva a un terreno en el que nos conviene más soñar que vivir.  Soñar en un mundo mágico y vivir bajo el yugo de un dictador.  O quizá nos lleve a preguntarnos qué haríamos con tanto poder.

Jugar con el tiempo y el espacio, la prosa y la poesía, la historia y la ficción, lo real y lo fantástico. Eso es gran literatura.



[1] citado como dicho por el propio García Márquez en Retrato de Gabriel García Márquez, por Juan Luis Cebrián, Círculo de Lectores, 1989, Madrid, pág. 47

[2] https://www.youtube.com/watch?v=tbwBv8sS8lE (entrevista al autor en canal TV de Colombia)

[3] https://centrogabo.org/gabo/contemos-gabo/tres-cuentos-de-garcia-marquez-que-te-ayudaran-leer-el-otono-del-patriarca

[4] 7ª edición de bolsillo Editorial Bruguera, diciembre 1984

Análisis crítico de un fragmento de El arpa y la sombra, de Alejo Carpentier

Análisis crítico de un fragmento de El arpa y la sombra, de Alejo Carpentier

 

Se analiza un fragmento de la novela El arpa y la sombra (pp. 99-111. Alianza) , del escritor cubano Alejo Carpentier, que se articula en torno a la figura de Cristóbal Colón y al intento del papa Pío IX por proponer canonizar al conquistador.

  

El texto para comentar es un fragmento de El arpa y la sombra, publicada en 1979, de Alejo Carpentier, escritor cubano, adscrito al Boom latinoamericano, iniciador del realismo mágico, multicultural y muy interesado en las relaciones entre Europa y Latinoamérica, especialmente por el descubrimiento y colonización de ese continente.  Esta obra, como novela histórica, ficciona la biografía de Cristóbal Colón, tomando como base el hecho de que el Papa Pío IX propuso su canonización, que no se llevó a efecto, quizá por su origen judío.  La novela contiene tres partes, con diferentes narradores cada una.  El fragmento corresponde a la segunda, en la cual es el propio Cristóbal Colón quien narra sus viajes, sus impresiones, sus verdades y ese intento de santificarlo, con un estilo de alta erudición, que es más propio del autor que del personaje histórico, “es posible observar al escritor usurpando el terreno del narrador…. Carpentier no sabe desaparecer en el texto.” (Aparicio, 2021). La propia concepción del texto puede remitir a lo ‘real-maravilloso’, tal como Carpentier lo definió en su prólogo al El Reino de este mundo (1949), luego unido a lo llamado ‘realismo mágico’: …movido por un Espíritu Nefando que, de repente, se alojó en mi alma (p.102), …las copas de vino volaban como palomas (p.111). Está escrita en la segunda mitad del siglo XX, momento en el que se cuestionaba el discurso oficial sobre la conquista y colonización de Latinoamérica por los españoles y, especialmente, la figura de Cristóbal Colón, que pasaba a ser de héroe a villano en algunos ámbitos.  A través de esta estructura narrativa, el texto lleva al lector a unos momentos históricos narrados desde dentro en las palabras de un hombre moribundo que lo ha sido todo apoyado en su discurso falso, lo que confiesa con sarcasmo y culpa hacia sí mismo. 

Trata de la desmitificación de la conquista y colonización de América. Cristóbal Colón, esperando al capellán para que lo confiese a la espera de su muerte cercana, rememora hechos de su vida, como consecuencia de su reflexión ante la propuesta de canonizarlo por el Papa Pío IX.  Los hechos históricos marcan la base para ironizar sobre las intenciones del descubridor, presentarlo con mordacidad y así cambiar el discurso oficial hasta llevarlo a una parodia.  El autor presenta a un personaje arrepentido, pero también soberbio: “El Colón de Carpentier reconoce sus pecados y sus errores, pero los oculta para dar la sensación de un ser superior a sabiendas de que engaña” (Moragón, 1989, p.991).  Es una narración que transmite al lector tanto una descripción como una valoración de sus acciones: “Carpentier presenta a un héroe que se desdobla y se transforma para nosotros en espectador y juez de su propia acción.” (Mompó, 2007, p.144).  Toma referencias directas de los Diarios, Relaciones y Cartas del descubridor (p.107): el canto de los pajaritos, (Colón, 1892, p.40), el hombre jamás se querría partir de aquí (Colón, 1892, p.54), como frases incrustadas en el cuerpo narrativo, que incluye directamente como narrador:  Y a partir de ese día, la palabra ORO será la más repetida, como endemoniada obsesión, en mis Diarios, Relaciones y Cartas, (p.102) y que sirven como esa muestra de engaño continuo que está confesando a las puertas de su muerte: Digo que cantan ruiseñores donde silban unos pajaritos grises (p.105). También hace mención del Escribano de Ración (responsable de asuntos financieros) de la Corona de Aragón, a quien Colón dirigió la “Carta a don Luis de Santángel”, haciéndolo acreedor del dinero prestado porque no podrá devolvérselo.  Este personaje había sido actor decisivo en las “Capitulaciónes de Santa Fe”, donde el Almirante consiguió incluir sus condiciones basadas en esas grandes pretensiones que Carpentier pone en su boca como falacias.

El fragmento presenta una división en dos subcapítulos marcados por separación de líneas en blanco, con párrafos largos. No expone un contenido estructurado, lo que es afín con el estilo del monólogo interior, respondiendo así al flujo del pensamiento, volviendo a técnicas del surrealismo, también conectado con bases del realismo mágico (“En el prólogo de su primera edición a El Reino de este Mundo, de 1949, Carpentier formula el concepto de «lo real maravilloso» y remite para ubicarlo al surrealismo”, Souviron, 2001, p.3), con idas y venidas a los asuntos que pretende exponer: descripciones de la naturaleza y de los indígenas, hechos ocurridos años atrás en los viajes y arribadas, relaciones con sus subordinados y sus superiores… siempre desde un tono irónico, e incluso paródico. En esta hora menguada —hora tercia— considera, marino desnortado, pues la misma brújula que se te fue del Norte, que lo peor que pudiese ser es que te salgan los Evangelios al encuentro (p.98).  Precisamente, la palabra “oro” y las referencias religiosas son las constantes más repetidas, casi a modo de iteración. También son significativas las descripciones de los indígenas desnudos, aplicándoles en algún caso, una referencia de contenido sexual en un tono airado: …hube de amenazarlos de castigo si, con las braguetas hinchadas como las tenían, se dejaban llevar por algún impulso de lascivia. ¡Si me contenía yo, que también se contuviesen ellos! (p.102). Son abundantes igualmente las exclamaciones, las alusiones a algún supuesto interlocutor y el uso de ironías: tengo por un vasto Repertorio de Embustes” (p.102-103), Ni Doña Moscada, ni Doña Pimienta, ni Doña Canela, ni Doña Cardamoma asomaban por ninguna parte (p.104), mi Repertorio de Buenas Nuevas, mi Catálogo de Relucientes Pronósticos (p.106).

Como ya se ha expuesto anteriormente, el personaje se erige en, al menos, dos personajes que nacen de su propia historia, el presente cercano a la muerte, y el pasado glorioso, en un vaivén propio de un ir y venir del monólogo interior: Alejo Carpentier, en su afán por poner al descubierto el pasado del Almirante, ataca tanto su personalidad como la naturaleza de los motivos de su empresa.” (Mompó, 2007, p. 144).

De aquí pueden diferenciarse niveles de lectura distintos del fragmento, desde lo que fue aquella aventura valiente de unos pocos marinos al enfrentamiento entre el Nuevo y el Viejo Mundo, la elevación del héroe-personaje y su desmitificación a través de la sinceridad de su confesión final. “Una de las mayores contribuciones de Carpentier al desarrollo actual de las letras hispanoamericanas: reconstruir un pasado que desconocíamos debido —en gran parte— a la incapacidad comunicativa de la historia como género”. (Soubiron, 2001, p.6)

La maestría de Alejo Carpentier, ya madurada y ampliada cuando escribió El arpa y la sombra, nos trae desde su observación aguda una revisión del mito del descubridor y de la leyenda de la conquista para poner en otro lugar, siempre abriendo al lector su posibilidad interpretativa, a un ser humano de carne y hueso, lleno de ambición y movidos por pasiones humanas que algún historiador quiso convertir en divinas.

Referencias bibliográficas:

 

  • Aparicio, Yannelys. 2021. Colón en Carpentier y Carpentier en Colón: El arpa y la sombra, revista Hipogrifo, p.1077-1087
  • Moragón Maestre, Manuel, 1989 Dos novelas en la desmitifivación del descubrimiento de América. Estudios románicos, p. 987-995
  • Mompó Valor, Javier,. 2007El arpa y la sombra: procesos intertextuales en la construcción del personaje de Cristóbal Colón, revista América sin nombre, nº 9-10, p. 139-147 https://doi.org/10.14198/AMESN2007.9-10.19 
  • Souviron, Begoña. 2001, Entre el arpa y la sombra: la mano... Construcción y deconstrucción del personaje histórico y héroe mítico Cristóbal Colón en.... Anales de Literatura Hispanoamericana, v.30
  • Colón, Cristóbal. 1892. Relaciones y Cartas de Cristóbal Colón. Biblioteca Clasica, tomo 164. (del aula virtual)

 

Comentario crítico del poema Niño último, de Juan Ramón Jiménez

(poema incluido al final del comentario)

Niño último, título del texto a comentar, de Juan Ramón Jiménez, está incluido en su libro Romances de Coral Gables, publicado en 1948, pero escrito entre 1939 y 1942, época en la que el autor se encontraba exiliado en Miami (Balcells, 2022).  En este libro “retorna a cauces de su juventud, para desde ellos meditar sobre las ansias de totalidad del ser, en choque permanente con la mudez de las cosas” (Blasco, s.F., pág. 2, aptdo. 19). Pertenece a la etapa suficiente y verdadera, como todo lo escribió en su exilio americano (Inst. Cervantes, 2022), producido por la persecución del régimen franquista. Esta etapa “sitúa al poeta claramente en el fin y término suficiente de su evolución espiritual” (Martinón, 2001).

El texto citado se trata de un poema, compuesto por seis estrofas, con un total de veinticuatro versos octosílabos, con rima asonante en los pares, composición propia del romance, como así anticipa el título del libro.  Esta composición, arraigada en la tradición española desde el siglo XIV, se recupera por los poetas del siglo XX, y, en concreto por Juan Ramón Jiménez, que lo toma en reacción al endecasílabo italiano. 

Se lamentaba Juan Ramón Jiménez, ya al final de su vida, de que los poetas del siglo XVI hubieran abandonado el verso del romance («río de la lengua española») por el endecasílabo italiano, en todo lo que tocaba a la alta poesía. (Sánchez, 2016, p.1)

Aplica en esta composición un lenguaje sobrio y directo, al que el autor llega desde la poesía pura, de la que es el principal exponente. El romance proporciona a Juan Ramón la posibilidad de escribir esa poesía «pura, vestida de inocencia» (Hierro, 1981, pág. 60). 

En este poema, Juan Ramón Jiménez establece cuatro versos por estrofa en la 1, 2, 5 y 6, pero rompe esta estructura en la 3 y 4, al presentarlas con 3 y 5 versos respectivamente, pasando de la posterior a la anterior el verso “con un grito de cristal”, donde comienza la repetición del sustantivo “grito” en los tres versos siguientes, con la importancia que analizaremos más adelante.

Es un poema evolutivo en su significado.  Empieza con una alusión metafórica al atardecer, en la que usa la metáfora de un pentagrama (“música fiel en escala”) con la vista de las nubes (“estratos) que avanzan por el poniente ocuupando el espacio anterior del cielo.

“Música fiel en escala

de estratos, por el huido

poniente, contra el espacio

del lento infinito liso.”

(vs. 1-4)

Es destacable el uso del sintagma “lento infinito liso” por su original belleza e imagen de un cielo sin nubes, antes de que las ocupen las propias de un crepúsculo.  Con esa metáfora que le inspira la imagen del cielo con nubes, y con una sinécdoque de “pie” por su pensamiento o “sueño” que se quiere mover, el sujeto poético se va a una “arena seguida” de “mi lleno sueño niño” (de similar estructura al sintagma nombrado anteriormente) en alusión a lo que podría ser la playa de Moguer, en la que vivió el autor su infancia, y a la que empieza a referirse con nostalgia en el poema.

En la tercera estrofa, compuesta por cinco versos que forman parte de una pregunta que engloba también a la estrofa siguiente, incluye dos términos que se repetirán a continuación en varias ocasiones, “todo” y “grito”, tras el uso de una metáfora que alude a su duda si “un pueblo blanco” le espera “encendido”, itera, y recalca así, el término “pueblo”.  Repite el término “grito”, que igualmente queda así remarcado, en los versos 12 al 16, asignándole imágenes que refuerzan el sentido que desea darle: “grito de cristal” (v. 14), “último grito en estremo” (v. 15) y “grito amarillo” (v. 16), que al unirlo con el término “nube” regresa a la referencia al atardecer de la primera estrofa.  “Grito agudo detenido” (v. 14) es otro sintagma de un sustantivo con dos adjetivos.

La quinta estrofa, de cuatro versos nuevamente, como la siguiente y última, comienza asignando a “el grito”, que “tiene en su centro” (v.17), un “todo”, término en anáfora en los versos 18, 19 y 20, haciendo un juego de palabras con lo que la vista del “niño” (nuevamente lo reitera) ha podido, querido y obviado ver.  Con ese uso del “todo” en su importancia, introduce el mensaje profundo de que “El niño es toda la jente” (v.21) y es  él mismo de viejo y de niño, expresión que recalca con una anadiplosis (niño), con su término aún más reforzado, ya que se repite cinco veces en esa última estrofa, para finalizar con un verso en el que dos adjetivos en antítesis dan el significado contundente de que a pesar de haberse “encontrado”, está “perdido”.

De acuerdo con los términos reiterados, y por lo tanto destacados en el poema: grito, niño y todo, podemos deducir que, inspirado por la imagen de un atardecer, le inunda un desgarro interior que le lleva a buscar la infancia, el niño que fue, ese niño que forma parte de su existencia misma y de la “jente” de su alrededor.

Presenta cuatro encabalgamientos, tres abruptos (vs. 2, 3 y 16) y uno suave (V.6).  En ellos, recalca “de estratos”, “poniente” en la primera estrofa, “ágil y firme” en la segunda, y “de nube” en la cuarta.

Trata el poema entonces de la nostalgia por la infancia, a la que se dirige desde el dolor por estar alejado de aquella época y aquel entorno.

Como otras notas destacadas del poema, indicamos que la calificación el título de “último” al término “niño” no se repite en el poema. Y aparecen dos palabras, “jente” (v.21) y “estremo” (v. 15) escritos de acuerdo con la simplificación ortográfica que propuso el autor.

El análisis realizado nos devuelve un poema íntimo de mirada introspectiva que, inspirado por un atardecer, lleva al lector hacia imágenes de una infancia recordada con añoranza y marca la importancia que el sujeto poético quiere dar a la figura del niño, reclamándola con un grito y uniéndola con todos los seres y con toda su propia existencia. 


 

Referencias bibliográficas:

Blasco Pascual, J. (Sin fecha). Biografía de Juan Ramón Jiménez. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes.

Balcells, José María (2022). Romances de Coral Gables, carmín y esmeralda. Fundación Juan Ramón Jiménez (Posts).

Martinón, Miguel (2001) Juan Ramón Jiménez: Lírica de una Atlántida. Revista de Filología, n.19, pág. 360-362. 2001

Instituto Cervantes. Juan Ramón Jiménez, biografía. Bibliotecas y documentación. Junio de 2022

Hierro, José (1981). El romance de Juan Ramón Jiménez. Los Cuadernos del Norte. Revista Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, Año 2, nº 10, pág. 28-67,

Sánchez Romeralo, Antonio (2016). Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y el Romancero.  Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

 

NIÑO ÚLTIMO

 

Música fiel en escala

de estratos, por el huido

poniente, contra el espacio

del lento infinito liso.

 

Con ella mi pie se va

ágil y firme, lo mismo

que por la arena seguida

de mi lleno sueño niño.

 

¿Un pueblo blanco está allí

esperándome encendido,

pueblo donde todo para,

una plaza con un grito;

con un grito de cristal,

 

grito agudo detenido,

último grito en estremo

de nube, grito amarillo?

 

Y el grito tiene en su centro

todo lo que ha visto el niño,

todo lo que quiso ver

y todo lo que no ha visto.

 

El niño es toda la jente,

el niño soy yo de niño,

el niño soy yo de viejo,

niño encontrado y perdido.

 

Análisis comparado de dos poemas vanguardistas, de Juan Gelman y Miguel Hernández

Análisis comparado de dos poemas vanguardistas, de Juan Gelman y Miguel Hernández

Análisis de los poemas, Oración de un desocupado, de Juan Gelman, y Aceituneros, de Miguel Hernández, observando similitudes y diferencias con atención a los elementos formales, temáticos y conceptuales con los que están construidos, para y, finalmente, emitir una valoración.

(poemas transcritos al final del texto)

Juan Gelman (1930-2014) es un poeta argentino-mexicano, periodista y activista político, lo que le costó la cárcel y el exilio.  Perteneció al grupo Boedo, al que se le adjudica el comienzo de la literatura social argentina. Otros grupos a los que perteneció también nacieron con un compromiso político-social a través de la poesía.

El poema a comentar Oración de un desocupado se incluye dentro de su primer libro publicado, Violín y otras cuestiones (1956), lo que realizó dentro del grupo “El pan duro”, con ideas revolucionarias de alto contenido social. Está referido a la denuncia de la exclusión social de una persona sin empleo.

Miguel Hernández (1910-1942) es un poeta y dramaturgo español, al que se adscribe a la generación del 36, pero que también es considerado como propio por la generación del 27.  Su poesía tiene un alto contenido social con implicación política.  Falleció en la cárcel por causas de salud, condenado a prisión por el régimen franquista.

El poema elegido Aceituneros fue publicado en 1937 por el Frente Sur del Partido Comunista en plena Guerra Civil española y después incluido en Vientos del pueblo.  Trata de la creación de autoestima por el trabajo frente a la explotación laboral

Presentan una métrica muy diferente, ya que Oración… es no estrófico, de 31 versos libres, con extensiones irregulares que oscilan entre un verso inicial de 2 sílabas (“Padre”) a modo de vocativo, y dos de 5 sílabas, a otros 5 endecasílabos con 13 endecasílabos. Se compone de dos oraciones, la primera del verso 1 al 8, y la segunda desde el 9 al final.

Aceituneros presenta una estructura más clásica, con 12 estrofas (cuartetas), versos de arte menor (8 sílabas), con rima consonante alterna (abab). En las estrofas 1, 5, 10, se repiten los dos primeros versos “Andaluces de Jaén, / aceituneros altivos,” que quedan así a modo de estribillo, lo que facilitó que se convirtiera en base de canciones de protesta y en el himno oficial de la provincia de Jaén.

Oración… está escrita en segunda persona, con un tiempo verbal de imperativo que se convierte en una repetición (“bájate”, v. 2, 9, 14, 26), de forma exigente o suplicante, dirigiéndose al Padre, con un tono intimista de dolor y queja, que recalca con enumeraciones antecedidas del demostrativo “este” que hace más cercana y actual la referencia (“…este zapato roto, / esta angustia, este estómago vacío”, v. 15-16).  Utiliza un lenguaje directo, con pocas figuras literarias, términos de uso común y una emisión de queja que puede evocar aires de las letras del flamenco. Utiliza términos que mueven a la compasión (“tócame el alma / mírame el corazón / yo no robé, no asesiné, fui niño”, v. 22-24).  También usa imágenes del cuerpo humano, con esa connotación de dolor, que de físico se convierte en existencial (“estómago vacío”, “sin pan para mis dientes”, “gritar a sangre en cuello”, v. 16, 17, 31).  Precisamente, impacta ese verso final, “gritar a sangre en cuello”, como alarido de desesperación en un tono traído a través de todo el poema de desencanto y decepción.

Aceituneros es también un poema de compromiso, de protesta, que se expresa por lo físico, aunque ahí es por el esfuerzo dado para que la tierra dé sus frutos (“el sudor”, v.8, “la sangre”, v.21, “la herida”, v.23, “la frente”, v.27, “la cabeza”, v.28, “los pies y las manos”, v.34). Marca, como Oración…, un clamor por el expolio social, en un caso por la falta de trabajo, en el otro por la explotación laboral en los cultivos.  Y si bien en el primero, la invocación se hace al Padre en forma de oración supuestamente íntima, en el segundo se apela a un tono de manifestación pública y proclama, casi de arenga.  Oración… apela a un estado físico de la persona, mientras que Aceituneros se refiere al trabajo, al sudor, al esfuerzo, al excelente resultado para recoger una miseria, mientras “el señor”, v6, “el explotador”, v.22, “el terrateniente”, v.25, se aprovecha (“sepultó”, “pisoteó”, “redujo”, v. 26,27,28) de su propiedad, que bien debiera ser titular de quien la trabaja. Otro recurso a destacar es el uso del colectivo “Jaén”, v.41, para finalizar con ese tono de arenga.

La poesía puede ser un arma de protesta contra situaciones de injusticia, lo que se produce en el siglo XX con las vanguardias y posteriores movimientos en los que prima más el contenido que el aspecto técnico.  En los poemas tratados, esto se empieza a observar en Aceituneros y se confirma en Oración…, ambos con un tono reivindicativo ante una dejadez del Padre o una opresión de los poderosos que repercuten en el débil, en la más baja escala social que lucha por sobrevivir.  Es la poesía del compromiso, de la cercanía del artista con los más desfavorecidos, y que se erige en voz escrita de las denuncias y reivindicaciones, que estos poemas reflejan con claridad y tono estético apropiados.

 

 

ORACIÓN DE UN DESOCUPADO, de Juan Gelman

 

Padre,

                desde los cielos bájate, he olvidado

las oraciones que me enseñó la abuela,

pobrecita, ella reposa ahora,

no tiene que lavar, limpiar, no tiene

que preocuparse andando el día por la ropa,

no tiene que velar la noche, pena y pena,

rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

 

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,

que me muero de hambre en esta esquina,

que no sé de qué sirve haber nacido,

que me miro las manos rechazadas,

que no hay trabajo, no hay,

                                bájate un poco, contempla

esto que soy, este zapato roto,

esta angustia, este estómago vacío,

esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre

cavándome la carne,

                              este dormir así,

bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido

te digo que no entiendo, Padre, bájate,

tócame el alma, mírame

el corazón,

yo no robé, no asesiné, fui niño

y en cambio me golpean y golpean,

te digo que no entiendo, Padre, bájate,

si estás, que busco

resignación en mí y no tengo y voy

a agarrarme la rabia y a afilarla

para pegar y voy

a gritar a sangre en cuello

por que no puedo más, tengo riñones

y soy un hombre,

                        bájate, qué han hecho

de tu criatura, Padre?

                        un animal furioso

que mastica la piedra de la calle?

 

 

ACEITUNEROS, de Miguel Hernández

 

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma: ¿quién

quién levantó los olivos?

 

No los levantó la nada,

ni el dinero, ni el señor,

sino la tierra callada,

el trabajo y el sudor.

 

Unidos al agua pura

y a los planetas unidos,

los tres dieron la hermosura

de los troncos retorcidos.

 

Levántate, olivo cano,

dijeron al pie del viento.

Y el olivo alzó una mano

poderosa de cimiento.

 

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

decidme en el alma: ¿quién

amamantó los olivos?

 

Vuestra sangre, vuestra vida,

no la del explotador

que se enriqueció en la herida

generosa del sudor.

 

No la del terrateniente

que os sepultó en la pobreza,

que os pisoteó la frente,

que os redujo la cabeza.

 

Árboles que vuestro afán

consagró al centro del día,

eran principio de un pan

que solo el otro comía.

 

¡Cuántos siglos de aceituna,

los pies y las manos presos,

sol a sol y luna a luna,

pesan sobre vuestros huesos!

 

Andaluces de Jaén,

aceituneros altivos,

pregunta mi alma: ¿de quién,

de quién son estos olivos?

 

Jaén, levántate brava

sobre tus piedras lunares,

no vayas a ser esclava

con todos tus olivares.

 

Dentro de la claridad

del aceite y sus aromas,

indican tu libertad

la libertad de tus lomas.

Análisis estructural de un poema de Luis García Montero

Análisis estructural de un poema de Luis García Montero

Se aplican todas las fases del método de análisis crítico sobre el poema de este autor. titulado como “V” (número 5), de su obra Diario cómplice (1987), publicada por Hiperión.

[Poema transcrito al final del texto]

Luis García Montero es un poeta y ensayista español, nacido en Granada en 1958, fue catedrático de Literatura en la Universidad de Granada, y actualmente es director del Instituto Cervantes desde 2018.  Se le adscribe a la llamada generación de los 80, también conocida con los posnovísimos y este poema es un ejemplo relevante de la llamada "poesía de la experiencia".

El poema presenta el amor de pareja, el deseo de estar juntos, en un tono conversacional del sujeto con el tú poético, establecido de hombre a mujer, lo que se refleja inmediatamente, en el primer verso:

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi

Se trata de una composición en 37 versos, agrupados asimétricamente en 4 estrofas de 10, 14, 4 y 9 estrofas. La última estrofa contiene un punto al final del segundo verso, que la divide en dos oraciones, lo que no se repite en ninguna de las otras estrofas. Son versos libres sin rima aparente, salvo en casos que parecen no fruto del deseo del ritmo sino de la colocación de las palabras con el significado requerido (v.2 con 5 y v.3 con 4, 11 con 14, 17 con 18, 28 con 29). La métrica es irregular, varía desde dos versos pentasílabos hasta cinco alejandrinos.  Por otro lado, son mayoritarios los versos endecasílabos, dieciocho, y son doce los heptasílabos.

En la primera estrofa, después de introducirnos en la conversación citada, explica su acto de ir hacia su amor, hace referencia al tiempo (“febrero”), adjetiva el mundo con “transitorio”, y asigna a ese mundo características oníricas (sueños, luces), establece un símil entre “luces” y “conversaciones” para renunciar a “los letreros encendidos”, pero que resultan imposibles de eludir (“están escritos encima de nosotros”). Deja idea de que hay ensoñaciones inevitables en su relación.

En la segunda estrofa, la voz se anticipa a lo que cree que va a ocurrir, explica los posibles sucesos (…tus palabras no tendrán / ese tono lujoso…), (tendrás piedad o miedo de ti misma), enumerando sensaciones que presiente o prevé en su amor, incluyendo un ligero tono erótico (“lujurioso malestar”), y donde también se refleja la esperada duda que provocará el encuentro a la mujer.

La tercera estrofa se abre al plural (“también sabemos”) y vuelve al tiempo verbal del presente, justifica lo que habrá ocurrido tras el contacto, significado por el deíctico “mañana”, y realiza una comparación como “peor y más costoso / llevárselas a casa…” con el último verso de la estrofa anterior.  El uso del sustantivo “cadáver” haciendo referencia a “las historias contadas una noche de insomnio” nos deja la connotación de que nada de lo que se contarán va a sobrevivir ni tampoco debe ser escondido en una imagen potente (“en el humo de un bar”).

La cuarta y última estrofa comienza con dos versos que definen la actitud del sujeto poético para ese movimiento, estableciendo la imagen de “sin idiomas” para fijar su transparencia y claridad y cambia el tiempo verbal para volver al presente que ya usó en el primer verso. No quiere palabras, pero sabe que las habrá (vuelve al tiempo verbal de futuro) y enuncia con el adjetivo “desnudos” el posible contacto erótico, tras el cual sí que hablarán “quitando importancia”, pero volviendo al pasado, eludiendo lo que ha ocurrido porque se está más cómodo en lo que está lejos y no duele.

Contiene un lenguaje directo, con pocas figuras retóricas limitadas, basando el impacto estético en las adjetivaciones (“desmedida realidad”, “letreros encendidos”, “lujurioso malestar”, “nostalgia artificial”), metáforas (el mundo como un automóvil, “los aires inquietos de tu pelo”, “el sótano sin luz”). Usa la segunda persona al dirigirse al “”, con el paso del tiempo verbal del presente al futuro, y finalmente referirse al pasado, en un recorrido temporal proyectivo.

El poema despliega un tono intimista y se explaya con una acción narrativa, una acción de movimiento, que se inicia de inmediato para, mientras se produce, emitir una reflexión llena de sensaciones, anticipos, sentimientos, predicciones.  Une conceptos de una estrofa a otra, como la comparación del “tono lujoso” de las palabras de ella con “los letreros encendidos en la brisa”.  Refleja posibles indecisiones de la amada, que quizá sean reflejos de las suyas propias: “tendrás piedad o miedo de ti misma/ vergüenza o dignidad, incertidumbre”.

A mi juicio, el poema emite un tono constante de duda sobre lo que el sujeto poético se va a encontrar cuando llegue a ver a su amada, y enuncia el paso del tiempo, haciendo referencias al pasado, al presente y al futuro, con reflexiones indirectas al estado de la relación.  Hace introducirse al lector en los pensamientos del sujeto.

El autor presenta un discurso conversacional, pero con un tono intimista, estableciendo su reflexión sobre los motivos para responder a la llamada. Aplica términos que muestran estados de ánimo, tanto del propio sujeto como de la destinataria, para emitir una declaración de intenciones de amarla, a pesar de lo que presiente con cierto desencanto.

 

Referencias bibliográficas:

 

  • Instituto Cervantes (sin fecha), Creadores, Luis García Montero. Biografía

https://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/garcia_montero_luis.htm

  • García Montero, Luis (2006). La otra sentimentalidad. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-otra-sentimentalidad-0/html/00b3e69a-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_0_

  • Bagué Quílez, Luis (sin fecha), Poesía española contemporánea. Luis García Montero. Semblanza crítica.

https://www.cervantesvirtual.com/portales/luis_garcia_montero/semblanza/

  • García Montero, Luis (2006). Antología poética, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/antologia-poetica--54/html/00b29e0c-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html

 

 

V

 

Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi,
cruzo la desmedida realidad
de febrero por verte,
el mundo transitorio que me ofrece
un asiento de atrás,
su refugiada bóveda de sueños,
luces intermitentes como conversaciones,
letreros encendidos en la brisa,
que no son el destino,
pero que están escritos encima de nosotros.

Ya sé que tus palabras no tendrán
ese tono lujoso, que los aires
inquietos de tu pelo
guardarán la nostalgia artificial
del sótano sin luz donde me esperas,
y que, por fin, mañana
al despertarte,
entre olvidos a medias y detalles
sacados de contexto,
tendrás piedad o miedo de ti misma,
vergüenza o dignidad, incertidumbre
y acaso el lujurioso malestar,
el golpe que nos dejan
las historias contadas una noche de insomnio.

Pero también sabemos que sería
peor y más costoso
llevárselas a casa, no esconder su cadáver
en el humo de un bar.

Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
No hay nada que decir,

pero supongo
que hablaremos desnudos sobre esto,
algo después, quitándole importancia,
avivando los ritmos del pasado,
las cosas que están lejos
y que ya no nos duelen.

 

Luis García Montero, Diario cómplice, 1987.

 

Ensayo breve sobre entrevista a Juan Madrid, realizada en 2011

Se trata de un análisis en el campo de la teoría literaria, la información cultural y a observar las distintas formas en que la creación artística se imbrica con la realidad, de acuerdo a la visión de este importante autor de novela negra, que relata en esta entrevista lo que entiende como literatura, la manera en que se enfrenta a la creación literaria y la forma en que esta se relaciona con la realidad.

(enlace a la entrevista al final del ensayo) 

 

“Antes de escribirlas, las sueño”

Imaginemos, al modo Lennon, a quien pueda contar una revolución cultural mimetizándola con una inundación o “un desborde de agua”, a quien puede ver cómo se desnuda toda la gente en la calle y que admira las Pobres gentes, de Dostoievsky.  Y añadamos el título de este artículo: imaginemos que una persona confiesa que “las novelas, antes de escribirlas, las sueño”.  Probablemente, se aparezca desde ese mundo onírico una mujer dulce y encantadora, llena de sensibilidad, que derrota con su mirada.  Creemos que, si así es imaginado, no es malo el camino, porque estamos seguros de que esa mujer sería la preferida por el escritor Juan Madrid para morir bajo ella.  Sí, Juan Madrid ha declarado que así imagina su muerte suprema, si pudiera elegirla. Sugerente, sensual, masculino.

Esta persona, que también es un gran personaje, nació en Málaga en 1947 y vive en Malasaña, uno de los barrios más castizos de Madrid, ejerce de malagueñismo total, y se le nota.  Son tres “Ma” y dos “Mala”, seguro que ahí están como una casualidad nada casual para unir esos dos ambientes que forman parte de su imaginario en el que crea y ambienta historias exentas de apego a la maquinaria comercial y que, sin embargo, vende, y vende, y vende.  Explica convencido Juan Madrid que le gustaría contar lo que le hubiera gustado leer, una decisión muy certera para dar gusto.  Es un gran lector, como procede en un gran escritor, pero antes fue un periodista incisivo, experiencia en la que se instruyó para generar un estilo franco, directo y abierto, que deja a sus personajes explayarse como si el autor no existiera, como si fuera una dramatización en las que los diálogos se convierten en las narraciones y las descripciones que el argumento necesita para sacar de su comodidad a quien lo lea.  Un estilo propio, ese gran logro.  Cada libro suyo es “una propuesta de mirada al mundo: al amor, al sexo, a la soledad…”, que quiere poner en cuestión algún aspecto de nuestra condición, desde el más pequeño, como una vida de barrio, hasta el discurso oficial, el del poder, que siempre es “camuflador, falso”, como pudo comprobar en su etapa de reportero. Desde entonces, está aprendiendo su oficio y, curiosamente, desde la soberbia de su tiempo de botones en una editorial en la que ahora publica, soberbia con la que se creía capaz de conseguir con facilidad ser como aquellos escritores, hasta la humildad en su madurez, en la que declara que no le gusta ninguna de sus obras y que aún aspira a escribir su mejor novela. Humildad que transmite sin falsedad.

Es escéptico sobre las calificaciones a sus novelas como negras, y mucho menos policiacas, porque escribe de la vida, de lo cotidiano, escribe sobre la realidad como la ve y la siente un hombre de a pie.  Y llega ahí desde aquel impulso a destapar las letrinas del poder, el impulso de un periodista caliente que supo enfriarse para infiltrarse en la porquería, enfadarse cuando no le dejaron publicar lo que había descubierto… y echarse a la calle de la ficción para recuperar la verdad desde la impostura de la mentira literaria.

No se marca un estilo, deja que fluya, y lo explica con un símil en tono erótico (con personalidad marcadamente masculina): no tiene manuales porque “sería como hacer el amor con el Kamasutra en la mano”.

También nos deja intuir que Antonio Carpintero, su personaje al que coloca el sobrenombre de Toni Romano, es un alter ego suyo, de su misma edad y satinado de sus propios valores: autenticidad, con vergüenza, honesto, hombre de palabra.  Duda sobre si existe la frontera entre el bien y el mal, y en que pueda marcarse a través de la ética y mucho menos con la estética.  La cuestión que lo centra es conseguir la felicidad, y Juan Madrid se considera felizmente mantenido mientra siga escribiendo todos los días, más de ocho horas, de lunes a sábado y algún domingo, paseando o leyendo en los ratos libros y escapando de los focos mediáticos que tanto despistan de lo verdadero. Todo un oficio.Juan Madrid también se ha dedicado al cine y podría ser que tuviera los Días contados, pero seguro que volvería a escribir sobre la matanza de Puerto Hurraco, aplicando la lección de Sartre sobre qué es literatura.  No son Malos tiempos para la literatura de Juan Madrid.  Creo que sabiendo este final podemos empezar a escribir una novela, don Juan dixit, como si quisiéramos añadirla a los Episodios Nacionales, “sin hojarasca, aunque sea bella”.

Enlace a la entrevista analizada:

http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=1009175